Capítulo 6: traición

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Evanida se escondió tras un compactador de basura mientras cargaba su desintegrador y lo mantenía en alto lista para disparar, si se daba la circunstancia. Lo que esperaba sin embargo, era todo lo contrario ya que llamar la atención era lo que menos quería en aquel momento.

A lo lejos, logró vislumbrar como Omar, con paso sigiloso, se dirigía a la Central de Comunicaciones y la contrabandista le siguió, fingiendo prestar toda su atención en los comercios que permanecían abiertos y no habían cerrado por la carrera. La joven tuvo algún que otro enfrentamiento con traficantes de <<estimulantes>> y varias prostitutas, pero consiguió salir airosa y seguir la pista al tutor del muchacho. Omar ya se disponía a entrar en el edificio. Las salas ocupadas por los corredores de apuestas permanecían atestadas de espectadores y no se fijaron en la figura de aspecto alimañoso que se adentraba en sus dominios. Evanida esperó unos minutos para no entrar directamente tras él y finalmente, subió las desgastadas escaleras del edificio y entró en la Central por una colosal puerta de cristal en forma de herradura.

***

Han atravesó la siniestra avenida corriendo y jadeando asustado. Los alienígenas y los humanos apostados a los lados de la calle lo contemplaban extrañados y algunos de ellos estaban deseosos de hincarle el diente. El chico se dio cuenta demasiado tarde de que un grupo de estos pintorescos mercenarios había salido tras él, pero para cuando quiso huir de ellos fue demasiado tarde. El grupo de sicarios a sueldo inmovilizó al chico que chilló de miedo en el suelo, pidiendo auxilio sin éxito. Paralizado por el miedo, cerró los ojos esperando un final rápido que nunca llegó pues escuchó como los cuerpos de los tipos caían al suelo sin vida, produciendo un golpe seco. Abrió los ojos con temerosa lentitud y se topo con unas botas negras, como las que solían llevar los contrabandistas. Alzó la mirada y vio a un hombre joven que portaba un cañón de plasma, arma con la que había abatido a los maleantes.

El chico se levantó frotando las magulladuras que le habían provocado los atacantes y observó al humano con atención. Era un joven fornido que rozaba la treintena de años, alto de pelo negro como el carbón lunar y una expresión dura en su rostro tostado. Una fea cicatriz de sierra surcaba su cara desde el ojos izquierdo pasando por su tabique nasal y que finalizaba en su mejilla derecha.

De repente, el hombre hizo un ademán de caerse al suelo y trató de reprimir una exclamación de dolor. Han se acercó alarmado y exclamó:

—¡Señor, señor! ¿Se encuentra bien?

El hombre examinó al niño de arriba a bajo con una mueca que quería asemejarse a una sonrisa y dijo con voz grave:

—Sólo una vieja herida de trifulca ¿No eres un poco pequeño para merodear por estos lugares tú solo?

Han bajó la cabeza avergonzado y asintió:

—Sí, señor. Pero buscaba a alguien... A alguien importante.

—Ya veo... —dijo el contrabandista arqueando una ceja, suspicaz. Se incorporó una vez pasado su dolor de pierna y cargó el cañón a su espalda para a continuación dar media vuelta—. Creo que deberías dar media vuelta y volver por donde has venido. Sea lo que sea lo que haya ido a hacer ese alguien importante a quien buscas, lo hará enseguida y volverá a reunirse contigo en cuanto haya acabado. Hasta la vista, chaval.

El mercenario echó a andar calle arriba y Han vio como su posibilidad de tener escolta que lo acompañara hasta la Central se desvanecía en el aire. Desesperado, mostró todas las dotes negociadoras que se le ocurrieron a la vez que seguía al hombre a toda prisa.

—Pero señor, necesito llegar al centro de comunicaciones y usted me ha salvado. Sé que una segunda vez no lo hará gratis así que permítame recompensarle con créditos en cuanto alcancemos a esa persona a la que busco. Podría pagarle como mínimo, veinte mil.

El Camino Oscuro del SithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora