1.1-Presa.

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La lluvia había hecho más fácil que él consiguiera pasar desapercibido. Aquéllos que estaban sentados en sus propios coches tenían su visión perjudicada por la lluvia, los cristales tintados del coche, y los limpiaparabrisas. Ésos que estaban afuera se encontraban demasiado ocupados tratando de permanecer secos moviéndose rápido y manteniendo sus cabezas agachadas. La oscuridad sólo ayudaba a su invisibilidad. Desafortunadamente, la lluvia también mantenía a las personas resguardadas dentro. Por supuesto, él nunca fue realmente invisible, no en el coche que normalmente conducía. Atraía la atención y las miradas a donde quiera que fuera, incluso en una oscura y mojada noche como esta. Pero esta noche era diferente. Esta noche él encajaba. Se había convertido en uno de ellos. Salió del ocupado estacionamiento de Wal-Mart en busca de un callejón más pequeño y oscuro con menos tráfico y menos cámaras de seguridad. A medida que conducía escuchaba el metódico sonido del limpiaparabrisas susurrando atrás y adelante... atrás y adelante... atrás y adelante. Dos chicas, probablemente en su temprana adolescencia, atravesaban las líneas pintadas del paso de peatones, agarradas del brazo. Se apoyaban una contra otra, y prácticamente podía escuchar las sonrisas sobre algún secreto compartido.

No podía decir si eran bonitas o no, pero eran jóvenes. Miró al balanceo de sus caderas mientras se paraban a cruzar la calle. Y le gustó ver el modo en que se movieron. Pero eran dos. Una más de lo que necesitaba. Silenciosamente las felicitó por su paso seguro. Chicas afortunadas. Salió de la carretera a una calle transversal con casas antiguas de un solo piso, muchas de las cuales se habían convertido en negocios mientras la ciudad crecía y las leyes de zonificación. El creciente tráfico había ahuyentado a los propietarios. Estaba oscuro y desierto a esta hora, que era mucho después del horario en que una peluquería o la oficina de un quiropráctico estarían todavía abiertas. Giró una y otra vez. Mientras conducía lejos de la carretera, la arteria principal que atravesaba la ciudad, las calles se hacían más y más estrechas, y menos concurridas. Urbanizaciones pequeñas empezaban a surgir a cada lado de él, pero las entradas eran oscuras e inactivas. Ahí fue cuando vio el coche. Sus luces de emergencia parpadeando en la negrura húmeda de la noche. Redujo la velocidad mientras pasaba, mirando hacia el interior del vehículo varado. Estaba sola. Joven y hermosa, y sola. Esto era mejor de lo que él pudo haber esperado. Giró la rueda bruscamente a la derecha, aparcando su coche directamente enfrente del de ella. Puso su mejor sonrisa de tipo-bueno mientras salía del coche para ver si podía ayudarla. Se acercó al vehículo, y pudo ver la vacilación en el rostro de ella. No estaba segura de si debería confiar en él. Chica inteligente. Pero él sabía que parecía lo bastante inocente, como alguien que ella pudiera contar, y en el espacio de unos segundos sus instintos la fallarían. Ella bajó la ventanilla, no por completo, pero lo bastante como para que pudiera hablar. —¿Está todo bien? —preguntó, su voz experta sonando como la suave seda. Si él no se hubiera estado concentrando podría haberse reído por la falsa sinceridad con la que sonó eso. Ella mordió su labio. —No lo sé. El neumático está pinchado. Chica muy hermosa, pensó al estar muy cerca. Él miró hacia abajo, tratando de aparentar interés por los neumáticos. Las dos que podía ver parecían estar bien. —Del otro lado —ella dijo cuando lo vio mirando. Parecía avergonzada entonces, y el inocente rubor en su cara la hacía incluso más atractiva. Ella arrugó su nariz—. No sé cómo cambiar un neumático. Miró alrededor para asegurarse de que nadie más estaba viniendo.

La lluvia estaba cayendo en pequeños ríos tras su cuello y empapando su remera, pero apenas se dio cuenta. —¿Llamaste a alguien? —Esta era la gran pregunta. Aquí era donde se enteraba si ella era la elegida o no—. ¿Tus padres están en camino? Ella ni siquiera vio la trampa en la que estaba cayendo. Sus padres debían haberla advertido acerca de los extraños, pero debieron haberla preparado mejor. Ella sacudió la cabeza, el rosado de sus mejillas haciéndola lucir pura. —Dejé mi móvil en casa —ella admitió. Pensó por un momento, haciéndolo parecer como que no estaba muy seguro de cómo proceder, a pesar de que sus palabras ya habían fijado su plan de acción. Tocó la base del marco de la ventana con sus dedos como si sopesara sus opciones antes de finalmente hablar de nuevo. —Bueno, no estoy realmente equipado para cambian un neumático, pero puedo llevarte a casa. Sus instintos la patearon otra vez, y él supo por la mirada que destelló a través de su adorable cara que no estaba muy segura. Tal vez sus padres habían hecho un mejor trabajo de lo que él había pensado. Trató de dar marcha atrás, para borrar esa mirada incierta de su rostro. —Mi teléfono móvil está en el coche. ¿Hay alguien a quien puedas llamar? Ella mordió su labio otra vez, masticando nerviosamente. —Sí. Bueno, claro —dijo ella, lanzándole su mejor sonrisa "estarías haciéndome un gran favor". Era una sonrisa que las chicas aprendían a hacer desde muy temprana edad, y una que era particularmente buena—. Si estás seguro de que no te importa. Él miró los alrededores otra vez, para asegurarse de que todavía estaban solos, aún cuando sabía que lo estaban. Él sabía jugar este juego. Ganaba en este juego. Él le devolvió la sonrisa, tratando de parecer protector y paternal. —Por supuesto que no. —Y después agregó las palabras que la ganarían de una vez por todas—: Si mi esposa supiera que te dejé sin ayudarte, me sacaría la piel. Además, eres un par de años mayor que nuestra hija, y desearía que alguien la ayudara si estuviera varada. Eso fue todo lo que le tomó. Ella era suya. Vio cuando se desabrochó el cinturón de seguridad, y sintió una onda de excitante electricidad sacudiéndolo. No podía creer su suerte; ella fue casi demasiado fácil, iba a venir derecha a él. Se apartó cuando ella abrió la puerta de su coche.

—Muchas gracias por hacer esto —dijo ella mientras abría un paraguas sobre su cabeza. Lo mantuvo, ofreciéndole refugio debajo de él mientras la llevaba al lado derecho del coche—. Mis padres van a matarme por olvidar mi teléfono; siempre me molestan sobre la importancia de planificar el futuro. Bajó la mirada hacia ella, pensando en lo inteligentes que sonaban sus padres, y lo agradecido que estaba de que ella no los tomara muy en serio. Pero de nuevo le dio su voz protectora. —Ellos tienen razón, sabes. Uno nunca puede ser muy cuidadoso. —Abrió la puerta del pasajero y se inclinó dentro. Ella estaba sorprendida cuando lo vio volver sin un teléfono pero con algo más en su lugar. Sus ojos se ampliaron por el miedo como primer reconocimiento, y después, llegó a través de su rostro exquisitamente expresivo. Pero antes de que pudiera gritar, él estaba sobre ella, empujándola fuerte contra el interior del coche y susurró en su oído mientras mantenía su mano sobre su boca. —Hazlo más fácil para ti. Te prometo que no te lastimaré. —Él necesitaba hacerla entender que... era importante para él que ella supiera que no estaba planeando hacerle daño. Vio el terror en los ojos de ella mientras se enroscaba en una pelota protectora, temblorosa y silenciosa cuando la plateada cinta adhesiva mantuvo su boca cerrada. —Te prometo... no te lastimaré... —susurró las palabras una y otra vez cuando abrió el baúl y la depositó suavemente en su interior. La promesa que hizo, alisó su cabello tiernamente con su mano antes de cerrar de un golpe el baúl. Silbaba mientras sacaba su coche de vuelta a la carretera. Había sido una buena noche.


The body finder➳jbDonde viven las historias. Descúbrelo ahora