Capítulo 2

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Mi rostro reflejaba miedo, no fue mi culpa, yo no la abracé, ella lo hizo, mi padre solo me mira con odio, solo odio. ¿Un progenitor puede odiar tanto a su propia hija? Sí.

—Evan, cariño, estaba diciéndole a Sky que voy a decorar su habitación como ella prefiera —él la miró y luego a mí.

—Es de Mia —sonó serio.

—Siempre ha sido de Sky y hay más habitaciones para ella —si las miradas mataran ya estaría muerta y por la de mi propio padre.

—No... no se preocupe, no me importaría tomar otro dormitorio, solo me quedaré dos meses —las palabras me salían notables a nervios.

—¿Qué dices? —preguntó La señora.

—Nathalie, solo pasará las vacaciones, vivirá en la universidad —afirmó mi papá.

—Pero, ¿Por qué?, Sky es tu casa, puedes vivir en ella —cada vez que pronuncia mi nombre en presencia de su esposo hace que me ponga más nerviosa. ¨No quiero que te acerques a ellas¨

—Eh..., no.., no se preocupe, usted vive también en ella-Le quería dar a entender que era tanto de ella como mía, aunque nunca ha sido.

—Te quieres ir porque vivimos aquí —levanté de manera desfigurada mi cara hacía mi padre, ahora si me bota de la casa.

—Yo... No quise decir eso —hablé, ella sonrió.

—Tranquila sé a qué te refieres, puedes vivir aquí, es tu casa y no lo vuelvo a repetir —mi progenitor no dijo nada, su silencio me estaba ahorcando.

—No se moleste.

—Ya te dije que me hables de tú, anda a instalarte a cualquiera de las habitaciones de invitados, en una semana estará lista tú dormitorio actual y no acepto un no.

—Pero —iba a protestar.

—Ya dije, no acepto un no —solo bajé mi cabeza con resignación y la asentí, me acordé que a lado del taller de artes que era de mi mamá se encontraba una escalera escondida que daba a continuación una habitación pequeña pero para mí estaba bien, subí un piso más ya que el resto de dormitorios se encontraban en la segunda planta, hallé el pequeño armario y baje las escaleras para poder subir, es como un estilo de ático, pero con baño.

Como era de esperarse por parte de Rebeca estaba limpio, siempre me gustaba venir a quedarme aquí, mi pequeño escondite, arreglé todas mis pocas cosas, ya que como pasaba la mayor parte del tiempo al internado y solo era a veces que me dirigía con Nuria a su casa, no necesitaba más ropa que la que usaba de uniforme.

Vi la fotografía que se encontraba en la mesita de dormir, mi mamá, mi dulce y bella mamá, sus ojos grises, sus grandes y bellos ojos grises eran iguales a los míos, allí nos encontrábamos las dos riendo.

—Mamá te extraño demasiado, tal vez si estuvieras aquí mi vida sería menos miserable de lo que es —abracé el porta retrato y una lágrima se me escapó.

Mis libros se encontraban encima de una repisa, tomé uno de ellos y comencé a leer por décima vez Buscando a Alaska, ¿Será que el gran quizás existirá?, niego mi cabeza, ¡ja!, no existe.

Escuché que alguien subía, me asusté, y si mi padre encontró esté lugar.

—Mi dulce niña —me tranquilicé al ver a mi antigua nana, ella siempre pasaba conmigo cuando venía de vacaciones, jugaba, ¡ja!, más bien trataba de que yo jugara pero siempre me encerraba en el escondite y me ponía a leer.

Lo Más Oscuro De Una PersonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora