Bruno P.O.V
Suspiré pesadamente mirando la pantalla de mi portátil, en ella se leía: "El consumismo en Inglaterra, un reportaje realizado por Charles Bruno Hooks." Al leer mi nombre completo fruncí el ceño. Siempre he sentido que Charles ni si quiera es mi nombre. Miré el reloj de Windows. Eran las once y media de la noche, pronto tendría que ir a trabajar.
Tendría que ir a trabajar, y yo me había prometido a mí mismo que terminaría la presentación de PowerPoint antes de irme.
Já, já, y já. No me lo creía ni yo.
Cerré el portátil masajeándome las sienes. Una vibración de mi móvil me sacó de mi pozo de cansancio por unos momentos, y lo cogí.
Era un mensaje de Anya.
<Bruno, ¿a qué hora te viene bien que me pase por el after para hablar?>
Ay, pobre. Ya le había pasado algo malo.
<Empiezo la jornada a las doce, cielo. A partir de entonces cuando quieras puedes venir.>
Escribí de vuelta, con un par de emoticonos de sonrisa.
Guardé el móvil en mi bolsillo y me puse mi chaqueta.
Anya Stain era algo como... Como mi hermana menor.
Bueno... Pensándolo mejor, Anya era para mí como una hija, en realidad.
A sus dieciséis años se había independizado hacía ya bastante, debido a una larga historia que puede resumirse en que no tenía padres desde hacía ya tiempo.
Puede ser que más tarde elabore sobre ella, pero cada vez que evoco su perdida mirada azul mientras me contaba su desgarrador pasado se me pone la carne de gallina.
Le tengo mucho respeto, a decir verdad. A pesar de todo lo que ha sufrido sigue viviendo, como si nada. Es toda una superviviente, y eso es algo que me encanta de ella.
Ah, también dibuja y pinta de perlas, está hecha una artista. ¿Sabéis que le publicaron un cuadro en el museo municipal? ¡Me sentí tan orgulloso de ella...!
Recordadme que algún día le pida un retrato, me haría ilusión.
Volviendo al tema, que me conozco y no sé centrarme en uno solo.
La castaña y yo nos conocimos una noche que vino de fiesta con sus amigos al after. Yo les invité a una ronda de chupitos, y ella los rechazó. Bueno, al preguntar la causa de su total rechazo al alcohol me contó la historia de su padre, un borracho indeseable que aún está en la cárcel por el maltrato que infligió en su esposa y en su hija y por un caso de tráfico de drogas. Me contó que no quería llegar a ser como él nunca.
Si os digo la verdad, esa historia me rompió el corazón.
Nuestra amistad surgió muy espontáneamente, y en realidad, fue muy rápido. Ella me contó su vida, yo le conté la mía. Nos identificamos mucho el uno con el otro, y bueno... La conexión se hizo sola.
Es que enserio, ¡Anya me recuerda tanto a mí cuando tenía su edad! Grandes sueños, ambiciones, mucha alegría por vivir y sobretodo... problemas.
¿A mí? Yo puedo presumir de que me ha pasado de todo.
¡De todo!
Eso parece consolar a la chica, y me alegra que por fin ser el "pupas" me sirva de algo. Normalmente cuando cuento mis historias la gente rueda los ojos sin creerme, pero ella siempre me escucha. Creo que ya se sabe todas mis peripecias...
Como cuando me echaron del campus de la universidad por hacer un experimento con Mentos y cola que, digamos que... No acabó bien. Y con eso me refiero a que rompimos una ventana con el tapón de la botella de cola, que salió a presión. Por supuesto no lo hice yo solo, pero como tengo la suerte de un pavo con sobrepeso en Navidad, tuve que cargar con el muerto.
¡Aunque no les guardo rencor a mis compañeros! En serio...
Después de eso tuve que buscarme mi propio piso, y gracias a unos ahorrillos y el trabajo en el after voy tirando.Me dirigí hacia el baño, peinándome un poco antes de cepillarme los dientes rápidamente y salir de allí.
Cogí una colorida bufanda del perchero, mis llaves, y dejé el piso para dirigirme al metro y poder ir a trabajar en paz.
Llegué al trabajo y me sorprendí al ver el after tan lleno a una hora tan temprana. Luego recordé que era viernes y todo tuvo sentido.
Me posicioné tras la barra de inmediato, sin saludar a mis compañeros. Por una vez estábamos abarrotados, así que me dediqué a hacer mi trabajo hasta que, aproximadamente media hora más tarde de llegar allí, reconocí una silueta bajita entrando a la estancia.
Era Anya.
La saludé con una sonrisa.
—Buenas noches, preciosa. ¿Zumo? ¿Agua? —pregunté, mientras sacaba un vaso.—No tomaré nada, Bruno. Gracias... —¿Qué te pasa, corazón?
—No he venido a quejarme. ¡Sé que te choca! Pero es cierto. He venido a celebrar.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi cara.
—Ah, ¿sí? ¿El qué, cielo?
—¡He terminado los pu...! ¡Malditos exámenes!
Hizo un pequeño baile alegre, riendo divertida.
—¡Me alegro por ti! A mí aún me quedan algunos trabajos.
—¡Suerte entonces!
Una duda asaltó mi cabeza.
—¿De qué querías hablar?
—No sé... Preguntarte cómo estás, y eso...
—¡Perfectamente, cielo! ¿No me ves? La vida me sonríe, de momento.
—Ojalá yo pudiera decir lo mismo...
—¿Y por qué no puedes? ¿Mal de amores?
—¿Por qué todo es tan complicaaado, Brunoooo? — preguntó en un tono infantil, no pude evitar reírme.— No, no es mal de amores. ¡Ya te dije lo que pienso del amor!
Ah, sí. Anya odia el amor.
Como lo oís. Piensa que no existe, aunque si yo le contara... Vaya si existe el amor, ¡y vaya si es ciego!
Aunque poniéndome en su lugar, yo tampoco creería en el amor.
—¿Entonces?
—Nada, creo que tengo un nuevo amigo.
— Uuuuhhh... Cuenta, cuenta.
Mientras la escuchaba atentamente preparé un par de piñas coladas que me habían pedido hacía unos segundos.
—Se llama Noah. Noah Bi... Bier... Apellido raro. Es irlandés.
— ¡Irlandéees! — coreé, con una sonrisa.
—Ay, mira que eres tonto. — soltó una pequeña risa. — Es muy buenazo, y muy majo... Y muy alto. Mide más que tú, Bruno. Por favor. —se llevó una mano a la cabeza, negando.
—¿Te cae bien entonces?
—Bueeeno... No está mal. A ver, por lo menos es amable. Y muy religioso. ¡Un santito!
—¡Uf! Chicos de tu edad religiosos ya no quedan, cariño. —solté una gran carcajada.
—¡Te lo juro! Incluso reza antes de las clases... Me hace gracia, la verdad. Aunque lo respeto, eh.
—Hm, hm. Así me gusta, que mi niña sea tolerante.
—Idiota... Dice que le gusta la música, que toca el piano desde los cinco años.
—¡Interesante!
—Sí, supongo...
— ¿Es guapo?
—Hm... Guapo... No está mal, aunque no es mi tipo. Tiene el pelo largo, barba. Aunque tiene los ojos bonitos.
—¡Por los ojos se empieza, preciosa!
—AY, ¡calla ya! Es un buen amigo, ya.
—Vale, vale... ¿Segura de que no quieres un zumito?
—Si así dejarás de insinuar que me gusta el muchacho...
—¡Maaarchando zumito de naranja para la ojiazul! —serví el zumo con gracia y una sonrisa. Al ver que la chica ya estaba hurgando en su bolso para pagarme la paré inmediatamente. —¡Eh! De eso nada, mi amor. Hoy invito yo, ¡que ya eres libre!
La castaña refunfuñó y dejó que la invitara.
Menos mal, porque sí o sí le iba a dar el zumo gratis...
Sin darnos cuenta, mi turno de trabajo había pasado volando, entre unas cosas y otras.
Cogí mi chaqueta y mis llaves, me despedí de todo el mundo y prendí a Anya de los hombros, mientras salía del after.
Serían las dos de la madrugada.
—No me quiero ir a casa todavía...— murmuró algo molesta.
—¿Si te llevo a caballito a tu apartamento pasarás la noche allí y me llamarás mañana?
—Yo... ehm... bueno, vale. Jo, cómo sabes que me gusta.
—Hace tiempo ya que nos conocemos, cariño. Anda, sube.
Se enganchó a mi espalda riendo, y me abrazó desde atrás.
—Ay... A veces pienso que eres mi propio psicólogo. — dijo, acomodándose en mi hombro.
—Fuera de coña, pensé en hacer Psicología porque me gusta escuchar, pero como se requerían demasiadas ciencias para mi débil mente...—bromeé mientras caminaba alegremente.Anya era bajita y algo delgada, así que era bastante ligera, no me hacía daño ni nada.
—Pues yo no puedo agradecértelo lo suficiente, jo.
—Nada, nada. Con que sonrías yo ya me doy por pagado.
El resto del camino transcurrió en silencio, y al llegar al portal del apartamento de Anya me despedí de ella con un beso en la mejilla. Le deseé buenas noches, y le dije que si necesitaba algo me tenía en el móvil cuando quisiera.
Volví a mi casa dando un gran rodeo. Esperaba encontrarme a Ziggy por algún sitio, pero se ve que no salió a cantar esa noche. ¿Estaría enfermo?
Ah, al siguiente día le llamaría, sí.
Ahora tocaba ponerse a reeditar y retocar el trabajo. Quizás pediría ayuda a Anya para el esquema de colores.N/a: Anya en la multimedia.
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El Extraño Mundo De Bruno
Genç KurguBruno es un joven de 24 años a punto de terminar su carrera de periodismo, con un grupo de amigos que le quieren y apoyan en todo, como él a ellos. Ziggy, un cantante ambulante que se gana la vida cantando de calle en calle. Anya, una adolescente es...