La mayor historia de amor, según Divinity Parte 1

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Pablo casi no podía creérselo. Tenía pasajes en el mejor barco que había tenido el placer de surcar el Atlántico, el Tiranic. Sí, era cierto que estaban a nombre de unos tales Amancio y Jose Luis a los que habían ganado su amigo Íñigo y él al mus poco antes de la hora de salida del barco.
Por suerte ambos tenían las maletas hechas, incluso llevaban sus pancartas del 15M.
Pero al llegar a la cola para embarcar, sus esperanzas se vieron truncadas.
- ¿DNI?- preguntaba el revisor.
Pablo e Íñigo palidecieron mientras veían pasar a la gente enseñando su carnet. De pronto Pablo sintió que alguien le daba un golpecito en la espalda. Íñigo y él se volvieron y vieron a un chico joven.
- ¿No tienen DNI?- les preguntó.
- Lo que tenemos son los billetes de otra persona - soltó Íñigo.
Y Pablo le soltó una colleja.
- Entiendo. ¿Se quieren colar, no?
Pablo e íñigo se miraron.
- Vengan conmigo.
- ¿DNI?
- Señor agente, ¿es que no me reconoce? - dijo el chico con confianza.
- Pues no, chaval.
- Soy amigo del rey - dijo tendiendo su billete -. Y estos dos son mis guardaespaldas. Es que van de paisanos.
El policía revisó todos sus billetes.
- Parece que está todo en orden- dijo al fin -. Pase, señor Gómez.
Antes de separarse para ir a sus respectivos camarotes, el muchacho se volvió.
- Gracias, chaval - se adelantó Íñigo.
- De nada. Si necesitáis algo, preguntad por el señorito Nicolás. Que tengáis buen viaje.

***********
A Pedro no le impresionó la más mínima el barco. No era el primer barco en el que iba y, aunque debía reconocer que era enorme, se negaba a encontrarle algún atractivo.
En aquel viaje le acompañaban Soraya, su prometida, Albert, su futuro cuñado, y Mariano, el padre de Soraya.
Cuando el viaje llegase a su fin, se vería obligado a casarse con Soraya y a renunciar al Partido Socialista Obrero Español y a sí mismo. Pero ahora no quería pensar en ello. Era demasiado doloroso.
La primera cena a bordo fue insoportable. Fingiendo sonrisas y riendo sin ganas con su estúpida prometida y los demás pasajeros de primera clase, Pedro reflexionó sobre las pocas ganas que tenía de formar parte de ese mundo, en el que él solo servía como sustento para que Soraya y su familia mandaran. Y decidió que lo mejor era acabar directamente, cortar de raíz el problema.
Enfundado en su traje rojo se dirigió llorando dramáticamente a la popa del barco. Pasó por encima de la barandilla e intentó decidirse a saltar.
- No lo hagas - dijo una voz a su espalda.
- ¡Quédate ahí! No te acerques.
- Vamos, dame la mano, te ayudaré a subir.
- ¡No, déjame! ¡A que me suelto!
- No lo harás.
- ¿Cómo que no?
- Ya lo habrías hecho si quisieras.
- Me estás distrayendo.
- Venga, no te pongas nervioso. Te ayudaré a volver al barco.
Pedro lo pensó un minuto antes de darle la mano.
- Soy Pablo Iglesias.
«Yo Pedro» iba a decir cuando de pronto resbaló. Pablo le cogió por la manga.
- ¡AYUDA!- Gritó Pedro.
Pero cuando vinieron a ayudarle, ya estaba dentro del barco, gracias a Pablo. Y para su sorpresa, estaban uno encima del otro, mirándose a los ojos. Pedro nunca había visto unos ojos marrones tan bonitos.


¿Es esto un adiós?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora