Un último recuerdo

561 14 0
                                    


- Pedro, esto tiene que acabar -.

La usualmente sonriente faz del secretario general del PSOE cambió en cuestión de segundos, a penas acababa de cerrar la puerta de aquella habitación de motel cuando las palabras del coleta parecieron hacer eco en sus oídos, la sonrisa dirigida a Pablo se congeló en sus labios.

- Sé que quizás este no sea el mejor momento y por favor, no me lo hagas más difícil, pero tras este último debate... No sé si puedo continuar con alguien que expone semejante programa -. Los hundidos pero brillantes ojos de Pablo parecieron refulgir por un instante antes de apagarse, volviéndose oscuros y vacíos. Algunos pelos escapaban a su baja coleta y la mortecina luz de la lámpara de medio céntimo proveniente de los chinos que allí había ensombrecía su rostro. -¿No vas a decir nada? -.

Pedro guardó silencio. Parecía estar absorto en su estupefacción, sus ojos parpadearon mirando al menor con confusión. Tragó saliva digiriendo lo que el otro parecía querer comunicarle. Finalmente habló con un hilo de voz.

- Entonces... ¿Esto es un adiós? -.

Preguntó con cautela, sintiéndose muy vacío por dentro repentinamente, las nauseas acudieron a él, y mientras su corazón se aceleraba, latiendo con fuerza, la angustia dominaba su pecho.

Pablo pareció reflexionar un instante, tomando una honda bocanada antes de suspirar, incapaz de aguantarle la mirada al socialista ni un segundo más.

- Pedro yo... Sí - Volvió a suspirar. - Esto es un adiós -.

Un helado silencio se extendió por la habitación, largos minutos pasaron hasta que uno de los dos decidió romper aquella tensión. Y cómo no, ese fue Pablo.

- Aunque... No quisiera que te llevases un mal recuerdo de mí -.

Murmuró acercándose con una pequeña pero triste sonrisa y una vez frente a Pedro se soltó la coleta, cosa que nunca había hecho, su larga melena se desparramó sobre sus hombros, resaltando sobre su camisa del al campo. Invitando a su contrario a acercarse y reclamar lo que para él era el lado oscuro de la izquierda, Pablo supo que una vez se entregase a los placeres de la carne un nuevo tono de rojo los vestiría a ambos, esta vez, con una tonalidad próxima a la de la bandera japonesa.


¿Es esto un adiós?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora