-Anna, ¿has escrito ya?
-Sí, papá, ya lo tengo.
-Vamos a la buhardilla y elegimos, y así dejas de estudiar un rato, si tu madre pregunta he sido yo.
Me limité a sonreír y coger el cuaderno lleno de hojas sueltas que sobresalían y de recortes con textos que me habían gastado. Subimos allí, yo le leí mi micro cuento sentada en el sofá, como hacía siempre, mientras él me miraba con orgullo y una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Cuando acabé, sin decir nada, me enseñó su dibujo. Era una tienda de campaña canadiense, verde, como la que teníamos cuando yo era más pequeña y viajábamos continuamente. Creo que aún está guardada en el trastero, desde que mamá empezó a trabajar en el bufete no tenemos tiempo, papá y yo sí, pero no es lo mismo ir solos, desde que Samuel acabó la carrera y se fue a vivir fuera a penas le vemos.
-Wow, papá, es muy, muy bonito, creo que deberíamos pasarlo a la pared.
-A mi el tuyo también me gusta, así que ambos a la pared.
Cuando acabamos de traspasar ambas obras bajamos a la cocina,a mamá le quedaba media hora para llegar a casa así que decidimos preparar una cena especial para ella. Hicimos una pizza con queso, bacón, jamón, aceitunas, bechamel y tomate; la acompañamos con una ensalada de lechuga y un zumo de naranja y otro de limón caseros. Pusimos la mesa y lo preparamos todo para que se viese bonito, pusimos Los Beatles de fondo, compramos flores, y dejamos una nota en la puerta "no preguntes, sube arriba, ponte el pijama y baja a la cocina".
Cuando oímos la puerta de la calle nos agachamos y nos escondimos debajo de la mesa, mirando como ella hacía lo que se indicaba en el trozo de papel, a los diez minutos la vimos bajar con un pijama de seda rosa, el pelo recogido en un moño suelto y sin maquillaje, la verdad es que era una mujer preciosa.
Cuando se sentó en su sitio papá y yo salimos de debajo de esta y nos sentamos allí también.
-¿Y este recibimiento?
-Ay, Sofía, a todo le buscas explicaciones, nos apetecía sorprenderte de alguna manera, que te lo mereces.
-Eso mamá, que te lo recordamos muy poco.
-Pero Álvaro por favor...
Me fijé en como se le iluminaban los ojos verdes cada vez que miraba a papá. Realmente me gustaban.
Acabamos de cenar y nos encargamos de recoger mientras mamá subía a la cama. Yo me iba a subir a la buhardilla a tocar la guitarra y creo que papá iba a pintar algo. Había sido un día largo e intenso.
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Ruinas
أدب المراهقينLa vida de Anna, una chica de diecisiete años, era como la de cualquier chica de su edad, pero Anna era distinta, puede ser por el reconocimiento de su padre como artista, o por el puesto serio e importante de su madre en la ciudad. No tenía muy cla...