Sábado noche.

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Me levanté como cualquier otro día, bajé las escaleras con el pelo recogido en un moño un tanto peculiar, y la mayoría de este estaba ya fuera, creando rizos bastante indefinidos. Bajé frotándome la cara con la mano izquierda y me recolocaba la camiseta con la derecha. Llegué a la cocina, y como de costumbre, estaba sola. Mi madre estaba fuera de la ciudad, tenía n congreso en Barcelona y se había ido la noche anterior. Busqué a mi padre por si a caso seguía durmiendo o había subido a la buhardilla, luego recordé que tenía una exposición temprano y tenía que ir a organizarlo todo. Era sábado, al acabar de desayunar y recogerlo todo subí a estudiar a la terraza. Me podía pasar horas allí arriba, se veía todo el centro iluminado, se respiraba paz, tranquilidad. Era mi pequeña parte en la inmensidad en la metrópolis.

Estuve toda la mañana preparándome la dichosa recuperación de física, la parte de química la llevaba muchísimo mejor. No pude evitar sacar la guitarra acústica, después de estudiar necesitaba un poco de relax y desconexión y la verdad es que no se me ocurría una manera mejor. Toqué Yesterday, de Beatles, la guardé de nuevo en su funda y la coloqué al lado de uno de los sofás. Me levanté y fui al mueble de enfrente, agarré el cojín y saqué el paquete de cigarrillos con su mechero correspondiente, cogí uno y fui a la barandilla de la habitación. Estuve cinco minutos con el en la boca hasta que por fin lo encendí. No sé muy bien por qué pero esta vez no dejé que se consumiera, esta vez lo consumí yo. Apurando la última calada recibí un mensaje al móvil. Era de Alex: "¿a qué hora quedamos para salir?" Se me había olvidado por completo que habíamos quedado. "Puedes venir a mi casa y nos preparamos aquí, no hay nadie" Era una respuesta bastante frecuente en nuestras conversaciones, ella nunca tenía dónde ir y mi casa siempre estaba sola.

Quedamos para comer y le preparé su comida favorita. Nunca está de más tener detalles con la gente que te importa. No tardó ni quince minutos en llegar, la verdad es que no vivíamos muy lejos, unos diez minutos en coche.

-¿Y por qué estás sola?

-Mi madre está en Barcelona en un congreso y mi padre tenía una exposición a las afueras, ya sabes, lo de siempre.

Alex era la única persona que sabía más que mi nombre y que no veía a "Anna García Marín" y creo que nunca le he dado las gracias por hacerlo. Cuando acabamos de comer decidimos que lo mejor era salir por el centro a dar un paseo y así no estaríamos todo el día metidas en casa. Fuimos a la plaza de la fuente y compramos dos helados, nos sentamos en el césped y nos pusimos al día en una nueva entrega de 'A al cuadrado', algo que hacía meses que no pasaba y que realmente necesitaba. Se nos fue media tarde en nuestra plaza, nos levantamos y volvimos a mi casa.

Había un nota de mi padre en la nevera: "Anna, no me esperes despierta, no estoy en la ciudad. Un beso, papá" No me extrañaba nada, cogí el papel, hice una bola con él y lo tiré a la basura. Dejé a Alex viendo la televisión en la sala de estar y yo subí al baño a darme una ducha. Saqué mi ordenador y puse en marcha una lista de reproducción que siempre sonaba en el baño cuando estaba yo. Tardé solo tres canciones en ducharme.  Nuevo récord. Salí y me encontré a Alex preparada para salir, llevaba un crop top de rayas horizontales, blanca y negra, con una falda de tiro alto por el ombligo, con unas bailarinas negras. Llevaba todo el pelo totalmente liso y una media coleta realmente alta. Un poco de rímel y la línea de agua ligeramente pintada. Labios rojos y chaqueta vaquera, estaba muy guapa.

Tardé muchísimo en escoger la ropa que me iba a poner hasta que al final me decanté por lo más sencillo, una camiseta blanca con un bolsillo negro en el lado superior derecho que simulaba una maceta, ya que había un cactus saliendo por fuera. Me puse unos vaqueros un poco anchos y rotos de un color muy claro y metí la camiseta por dentro. Me até las Converse blancas y me dejé el pelo rizado suelto, cayendo por los laterales. Línea superior, rímel y labios rojos. Cuando las dos estuvimos listas salimos hacia la discoteca.

Llegamos un poco tarde, nada raro tratándose de nosotras. Apagué Día sexto de mis auriculares y me preparé para horas de eterno reggaetón. Cuando entramos y miré todo el local mis ojos se detuvieron unos segundos más en la barra, al fondo del todo, pestañeé un par de veces para ver si lo que estaba viendo era real y cuando al fin me di cuenta de que no había posibilidad de engaño no pude evitar echar a llorar. No me lo podía creer.

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