¡Sorpresa!

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Miré a Alex indicándole la pequeña barra de aquel lugar. Eran Mark y Eiden. Cuando pude volver a hablar, Alex me miró y me dijo que el chico de la izquierda, el alto, rubio con rizos y de ojos verdes era su ex novio, aquel que vivía en otra ciudad y del que estuvo tan enamorada, estoy segura de que mi cara en aquel momento tuvo que ser un cuadro ya que el moreno de ojos grises fue mi "gran amor", el de aquella otra ciudad, y el que estaba a su lado, el rubio de ojos verdes fue el chico con el que le puse los cuernos, hasta que supe que eran hermanos, y que el tenía novia. Sí, muy bien, había besado al novio de mi mejor amiga el cual es hermano de mi ex novio. Por lo visto Alex no conocía al chico de al lado. Mark, mi Mark, el niño alto y moreno al que todas querían era hermano de Eiden, el rubio bueno que parecía lo más adorable del mundo. No supe muy bien qué hacer, decírselo o no decírselo a Alex, hablar con ellos, correr.

Conseguimos evitarles toda la noche, fuimos a la otra punta de la estancia y después de unos veinte minutos les vi salir por la puerta con dos chicas. Había pasado ya un año. Parece mentira. Empezamos a beber y a bailar y rápidamente nos olvidamos de ellos, habíamos ido allí a celebrar el fin de exámenes, y que la semana siguiente empezarían las recuperaciones no era un tema permitido por el momento. Llegamos a casa de Alex a las cuatro y media de la madrugada, llevaba días sin ver a mi madre y desde el día anterior sin ver a mi padre. No había echado de menos a mi madre preguntándome por mis notas o a la mala música de mi padre en el despacho. Necesitaba desconectar un poco.

Cuando al fin volví a mi casa mis padres estaban tumbados en el sofá viendo alguna película de esas que nadie ve, nadie excepto mis padres. Llevaba todo el maquillaje corrido, tenía el rímel por toda la cara y el pintalabios me hacía parecer un payaso. Los cordones de las zapatillas estaban desatados y los pantalones un poquito más rotos; obviamente la camiseta estaba por fuera de estos. Casi igual a cuando me fui. Era la primera vez en mucho tiempo que llegaba así a casa y el no recibir ningún reproche por su parte me sorprendió, no sé si para bien o para mal pero antes de descubrirlo subí a mi habitación, me desnudé y me fui directa a la ducha. Apestaba a ron barato y vodka del malo, además el pelo desprendía un olor a marihuana que podría colocar a cualquiera que estuviese a mi lado más de quince minutos. Lo coloqué todo dentro del cesto de la ropa sucia y me duché con el agua más fría que de costumbre. La verdad es que me sentó bastante bien. Después de secarme y peinarme el pelo me puse el pijama, me coloqué en frente del espejo, tomé aire un par de veces, respiré profundo otra cuantas más y colocándome el pelo y la camiseta abrí la puerta y bajé al salón intentando hacer el menor ruido posible. La verdad es que me asustaba bastante lo que pudiera pasar a partir de ese momento y ya iba imaginando el sermón en mi cabeza, posiblemente no sería nada que no hubiese escuchado ya.

-No creo que haga falta que te digamos que vamos a hablar y que te sientes, ¿ o sí?

Mi madre, tan esperanzadora como siempre.

-No mamá, no hace falta. No me vais a decir nada que no me hayáis dicho antes, ni voy a escuchar nada nuevo, estoy casi segura al ciento uno por ciento.

-Yo no estaría tan segura, cielo.

La verdad es que cuando mi padre me dijo eso la expresión de mi cara cambió por completo y centré toda mi atención en lo que sea que fuese a decir. Intenté concentrarme a pesar del horrible dolor de cabeza.


-A ver, Ann

-No me gusta cuando me llamas Ann, papá. ¿Qué pasa? Porque esto no va a acabar en nada bueno, ya sea para mi, para ti o para mamá. ¿O nos afecta a todos?

-Déjame hablar, Anna.

-Creo que lo mejor es que se lo diga yo, cariño.

-Me da igual quien sea pero que me lo diga ya, me duele mucho la cabeza y quiero saber si voy a poder irme a mi cuarto tranquila a dormir o voy a estar dándole vueltas a lo que sea que me vayáis a decir.

Por la expresión en la cara de mi madre supe que era algo que realmente le preocupaba.

-Lo siento, mamá. Me he pasado.

-No te preocupes, cielo.

Miró unos instantes al suelo, respiró profundamente y me miró.

-Anna...

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