••••••••••••Año 1913•••••••••
-Señor Dallas, el carruaje que esperabais acaba de llegar -un joven sirviente llamó a la puerta del gran despacho del hombre de la mansión y esperó paciente a que éste saliera por ella.
-¡Magnífico! -tronó una vez estuvo frente al joven-. Acompáñame a recibirles, necesito que les ayudes con el equipaje.
El sirviente agachó la cabeza y lo siguió obedientemente.•°•°•°•°•°•°•°•°•°•
-¡Pero bueno, señorita Maggnier! Cómo pasa el tiempo. La última vez que te vi no eras más que una niña de tres años -rio intentando mostrar amabilidad en sus palabras-. Desde pequeña tuve bien claro lo guapa que serías al crecer, y no me equivoqué, tu belleza es increíble.
-Siento decírselo, pero yo no lo recuerdo a usted -la dama recién llegada mostraba un rostro sereno y sin alteración alguna.
-No se preocupe, ya tendremos tiempo de conocernos -Dallas echó un vistazo al interior del carruaje-. ¿Vienes sola?
-Mi madre prefirió no acompañarme.
-¿Y Logan? No me digas que él no se alegraba de verme.
-Me temo que a mi padre se le hizo imposible venir. Llevo sin verle ya un año, señor Dallas.
-¿Cómo es eso posible? ¿Regresó a la ciudad sin vosotras y no ha vuelto al campo a buscaros? -Dallas frunció el ceño.
-Así es. Marchó por trabajo, no tiene tiempo para la familia.
-Comprendo, los negocios le irán demasiado bien -el señor se quedó observándola de arriba a abajo: su caro y elegante vestido mostraba las riquezas que poseía. Pronto todas ellas le pertenecerían-. ¡Bryan! -llamó al joven sirviente que esperaba unos metros más atrás-: Acompaña a la señorita a su dormitorio. Si no me equivoco vendrá cansada del largo viaje.
La joven no respondió, se dedicó a asentir y entrar en la mansión tras el sirviente llamado Bryan.
-Por favor, permitidme que os suba yo el equipaje -dijo Bryan cargando con las maletas hasta el piso superior.
La muchacha adinerada lo siguió, no sin antes girarse y mirar al señor Dallas con desconfianza.
-Es aquí -anunció el sirviente al estar frente a una de las muchas puertas que albergaban el pasillo-. Espero que el dormitorio sea de vuestro agrado, señorita Maggnier.
-Por favor, llámame Moon.
-Como deseéis, Moon -Bryan levantó la mirada clavando sus profundos ojos castaños en los de ella.
La joven lo miró divertida; nunca antes había visto a un sirviente lo suficientemente cabezota como para mantenerle la mirada. Normalmente todos la agachaban sin atreverse a descubrir el profundo azul que sus ojos albergaban.
-¿Cuál era tu nombre?
-Bryan -respondió mostrando una pícara sonrisa.
Moon sin darle más importancia le agradeció haberle acompañado hasta allí y se internó en la habitación.
Era enorme, le sobraría demasiado espacio. Moon ya había cambiado un par de veces más de dormitorio, pero la última vez fue de uno grande a uno con una capacidad muy escasa. La antigua casa de campo en la que vivía no dotaba de grandes espacios. Pero a ella le encantaba, el gran bosque que la rodeaba, los grandes amigos que había hecho allí, uno algo más que un amigo...
Cody... En esos momentos le entró la duda de si le volvería a ver. La simple idea hizo que una lágrima resbalase por su perfecta mejilla.
Se la apartó de un manotazo. Recordó las últimas palabras que le había dicho Cody en el lago antes de marcharse para siempre:-Moon, Moon -le había llamado el muchacho hasta conseguir su atención-. No llores más. Que derrames algo tan valioso para no cambiar absolutamente nada, es algo ridículo -Cody extendió su brazo para frotar suavemente su mejilla y Moon se recostó sobre su hombro. Asustada y cansada de que fuera siempre su padre el que decidía todas y cada una de las cosas de su vida-. Moon, si allí en la mansión conoces a alguien que de verdad valga la pena, no le cierres las puertas por mí. Eres libre de hacer lo que quieras, nada ni nadie te va a obligar a hacer lo contrario. Recuérdalo siempre. Y me cueste lo que me cueste, volveré a por ti. Nunca lo dudes.
Esa escena en el bosque, sentada junto a Cody observando como el sol se escondía lentamente tras las montañas, se repetía una y otra vez en la cabeza de Moon. Habría deseado quedarse allí para siempre o huir con Cody a donde nadie les encontrara. Pero abrir los ojos y observar su alrededor, era la muestra de que todo aquello era cosa del pasado, ahora se encontraba en una desconocida mansión para ella, rodeada de gente nueva a la que su padre prefería evitar. Con la horrible sensación de no poder volver a ver a Cody nunca más. Eso no podía estar pasando, tenía que ser una pesadilla.
Se observó en el espejo y se colocó un mechón rebelde que se había salido de la hermosa y larga trenza negra como el carbón.
Alguien llamó a la puerta consiguiendo que diera un bote por el susto.
-¿Quién es? -preguntó un tanto asustada.
-Jonathan, tu prometido.
Al oír aquella voz sintió que el mundo se destrozaba bajo sus pies. No podía ser verdad, si él era el hijo de Dallas y lo que había dicho era cierto... las charlas que su padre discutía con su madre sobre la extraña boda... también eran ciertas.
Estaba comprometida con un hombre completamente desconocido para ella. Sólo por negocios de su padre, otra vez.
-Por favor, abre la puerta -insistió Jonathan. Moon estaba inmovilizada, sus músculos no respondían-. La última vez que te lo pediré por las buenas: o abres ya o tiro la puerta de un sólo golpe.
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Amor Sin Sentido
RomanceUna gema, una caja, una llave, una maldición... Todo oculto tras un inmenso bosque. Tres puntos de encuentro, cada uno con una clave oculta. Dos ciervos guardianes, cuyos tesoros creíamos inexistentes, con el sólo deber de defender los dos objetos...