CAPÍTULO IV: Cody

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-¡ÍNGRID!
Cody trepó por la escalera a la velocidad máxima que sus músculos permitieron. Tenía que llegar lo más rápido que pudiese a la parte alta, donde se guardaba toda la paja y donde a Íngrid le gustaba dormir.
Al abrir la trampilla salió aún más humo que el que había abajo. Antes de asomar la cabeza temió lo que más tarde vio con sus propios ojos: la buhardilla ardía en llamas. Si no salía deprisa de allí moriría.
Pero abandonar la estancia significaría asumir que bajaría sin haber encontrado a Íngrid. Podría incluso significar que nunca más volvería a verla.
Iba a subir, levantaría tablones de madera en llamas si era necesario, pero de allí no se iría sin ella. El hombre que anteriormente le había llamado le sujetó el tobillo y tiró de él para abajo.
-¡¿Se puede saber que haces?! ¡Tenemos que salir de aquí!
El humo le cubría por completo, pero por la voz Cody lo reconoció: se trataba de Niko.
-Pero, ¿qué pasa con Íngrid?
-No podemos hacer nada.
Niko le sujetó fuertemente para evitar que subiera. Le conocía desde niño y sabía que Cody arriesgaría su vida por sus seres queridos, pero en ese caso ya no merecía la pena.
-¡Niko, suéltame!
-No Cody, no voy a dejar que mueras con ella.
-¡Íngrid no ha muerto! -cada vez le costaba más hablar. El humo y el calor estaban agotando sus fuerzas.
-Tenemos que salir de aquí. ¡Ahora o nunca!
Cody no respondió, pero Niko lo arrastró hasta sacarlo y alejarlo de la granja. Una vez estuvieron al borde del río que se internaba en el bosque cayó dormido de agotamiento, no sin antes observar con una rabia infinita como la granja en la que se había criado ardía en llamas deshaciéndose lentamente.

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Despertó cuando el sol ya brillaba en el cielo. Se encontraba en un lugar cálido y estrecho. Lo reconoció de inmediato. Se trataba de la cabaña del bosque de Niko.
Lo buscó con la mirada, sobresaltado. Si se encontraba allí sólo significaba que lo ocurrido anoche era cierto, no había sido ningún sueño.
-¿Cody? -Niko entró en la estancia-. ¿Estás mejor?
El muchacho negó con la cabeza. ¿A quién le iba a mentir? Se apartó el pelo de la cara, debía asimilar todo aquello. Jamás volvería a ser todo como antes.
-Iré al pueblo a comprar algo para desayunar. ¿Quieres venir? -le invitó Niko.
-No. Necesito encontrar la mansión a la que se llevaron a Moon.
-La extrañas mucho, ¿verdad?
-Más de lo que me gustaría.

-Entonces nos veremos a la noche. Que tengas suerte con la búsqueda -Niko lo dijo restándole importancia, pero en el fondo deseaba encontrar a Moon tanto como Cody.

-¿No vendrás conmigo?
-Moon sólo te quería a ti -Niko agarró el pomo de la puerta dispuesto a salir ya de allí.
-¡Eh! Eso no es cierto.
-Vi como te miraba, como sonreía contigo. Es una joven seria y muy pocos son capaces de hacerle reír, pero tú eras uno de ellos.
-¿Me vas a decir ahora que no se rió nunca cuando estabas tú?
-Oye, Cody. Déjalo. Que tengas buen día.
Dicho esto salió por la puerta con el arco a la espalda.
-Niko, espera -intentó detenerle, pero el muchacho ya no lo oía.
Cody no se encontraba de humor. Hacía menos de unas horas tenía granja, animales, comida, algo de ropa y a Íngrid. Ahora no le quedaba nada. Sentía ganas de salir de allí y correr. Correr y alejarse del destino. Quería, más bien deseaba, volver al pasado. Donde Moon se encontraba junto a él, donde la pobreza apenas importaba, donde...
Cogió un puñal que Niko tenía a la entrada. Había perdido su arco, el arma con el que mejor se manejaba. Y Niko se había llevado el suyo.
Salió de allí y corrió sin rumbo. Iba con la mirada perdida al frente, como buscando una luz con la que guiarse.
Tenía que encontrar a Moon, era el único punto de luz que ahora mismo existía en su inmensa oscuridad.


Amor Sin SentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora