CAPÍTULO V: Jonathan

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Jonathan despertó bañado en un sudor frío. Era ya la segunda vez que soñaba con aquel extraño animal; la huída en la oscura noche, los gritos, la sangre... Moon.
Llevó rápidamente una de sus manos al bolsillo, dando un suspiro al comprobar que la llave seguía allí. No podía confiar en nadie. Ya no.
Se vistió con agilidad y anduvo a paso ligero por el pasillo hasta llegar al comedor. Una mueca de desprecio se mostró en el rostro del joven al encontrarse a Moon allí. Jonathan esperaba una de vuelta por parte de ella, pero no la hubo.
-Buenos días, Jonathan –saludó al respecto.
-Me gustaría poder decir lo mismo.
Tensó los músculos al ver la tranquilidad que mostraba Moon, le ponía nervioso. Se sentó sin añadir palabra y comenzó a comer.
-¿El dormitorio es de vuestro agrado?
-Está perfecto, gracias -respondió ­­­­­Moon adaptándose al cambio de tema.
Un intenso silencio invadió de nuevo el salón. El señor Dallas no aparecía por ningún lado y Jonathan no soportaba seguir en ese incómodo momento a solas con aquella desconocida para él.
-Moon, sé lo duro que está siendo todo esto para ti...
-No tienes ni idea –le cortó ella sin dejar que se explicara.
-Deberías de saber que todo esto del matrimonio no me agrada lo más mínimo. Me gusta tan poco como a ti.
-Pero tú, a diferencia de mí –volvió a interrumpirlo-, tienes voz y voto para evitarlo.
-Créeme que con mi padre las cosas no funcionan así.
-¿A no? ¿Y cómo funcionan?
-Tiene planes en la cabeza que jamás lograré entender. Planes que nunca ha querido explicarme y que por tanto nunca podré ejecutarlos sin preguntas comiéndome la cabeza.
-Sí, y ahora me vendrás con el cuento de que no sabes el motivo de nuestro compromiso, ¿no?
-Moon, tienes que creerme. No sé nada acerca de los planes de mi padre.
-¿Y pretendes que me crea todo esto? Me tomarás como la niña rica que ha vivido toda la vida refugiada bajo las faldas de su madre gracias al dinero de su padre, pero te aseguro que ya no soy esa niña de la que has oído hablar. Lamento decepcionarte –Moon discutía, pero la expresión que mostraba era siempre seria y serena, como si nada de lo hablado le afectase realmente.
Jonathan calló. Era exactamente como la imaginaba. La miró admirado, sin comprender la manera con la que mantenía la calma.
-Si me disculpáis debo retirarme.
El joven asintió sin decir ni una palabra. Se mantuvo en silencio hasta que dejó de oír sus pasos en el corredor.
Apuró el café al ver entrar a una de las sirvientas en el comedor. Se trataba de Hadass. No era una sirvienta cualquiera.
-Buenos días, majestad.
-Hadass, ¿algo nuevo?
La muchacha asintió con la cabeza. Una sonrisa de satisfacción se mostró en el rostro de Jonathan.
Hadass le tendió un desgastado sobre que hasta el momento había mantenido oculto tras las sucias y viejas faldas.
-Así me gusta –le felicitó Jonathan y lo escondió en uno de los bolsillos interiores de su chaqueta.
-Majestad, debo de regresar al trabajo. Que pase un buen día.
-Hadass –la llamó antes de que saliera de allí. Ésta se giró y esperó obediente-. Una cosa más: quiero que vigiles de cerca a Moon, la recién llegada. De notar algo extraño en sus movimientos no dudes en decírmelo de inmediato. ¿Está claro?
-Sí, señor.
Jonathan asintió sin añadir palabra indicándole con un gesto que se retirara. Siguió con la mirada sus pasos hasta perderla de vista. La conocía desde tres años atrás. Era una de las pocas personas en las que confiaba de allí, nunca le había fallado.
Se levantó de la mesa y salió a los jardines en busca de un lugar en el que poder abrir el sobre. Necesitaba saber exactamente lo que tramaba aquel joven con el que mantenía contacto a través de cartas.
Se sentó en un pequeño banco un tanto oculto a causa de las enredaderas, perfecto para que nadie lo viera. Abrió el sobre, en él únicamente había una hoja doblada y antigua. Se preguntó que habría escrito en ella. Una expresión de asombro se mostró en su rostro al darse cuenta de que era un mapa lleno de garabatos.
Buscó al final del sobre con la esperanza de que hubiera algo que le diera que hacer con ese mapa, indicaciones de lo que significaba o de lo que representaba. Pero su búsqueda fue en vano, en el sobre no quedaba absolutamente nada.
Tensó los músculos, alguien se acercaba. Sus pasos sonaban al lado opuesto a su escondite, por lo que no pudo ver quién era. Sabía que justo allí se encontraban los establos, así que probablemente fuera el granjero. Ese pensamiento se le acabó al oír una voz femenina decir:
-Disculpe, ¿podría dejarme uno de los caballos? Se lo traeré de vuelta antes del mediodía.
Jonathan reconoció esa voz de inmediato: se trataba de Moon. ¿Qué estaría haciendo allí?
-No tengo permitido dejar salir a los caballos de la cuadras sin la autorización de alguien perteneciente a la familia Dallas –se disculpó el granjero.
"Bien dicho" pensó Jonathan. Lo que menos le apetecía en ese momento era que Moon se llevara uno de los caballos.
-Soy la prometida de Jonathan, formo parte de la familia –respondió Moon al respecto.
-¿Es usted la señorita Maggnier?
-Así es –asintió Moon.
-Disculpadme majestad, debí haberlo supuesto –el granjero agachó la cabeza arrepentido-. Os traeré ahora mismo a uno bien limpio y equipado.
-Muchas gracias, es usted muy amable.
No podía ser; Moon se había vuelto a salir con la suya. ¿Qué era lo que hacía para conseguir mantener esa máscara tan perfecta siempre impecable? Era como un muro invisible que ocultaba todos sus sentimientos. Debía de haber ocurrido algo en su pasado que le había hecho madurar de una manera brusca. Pronto averiguaría que era. Sólo necesitaba conocerla mejor.
Acto seguido oyó como la joven subía al caballo y se alejaba de allí al galope. Jonathan no se esperaba que supiera montar y mucho menos galopar. ¿Quién le habría enseñado? Sacudió la cabeza, ahora eso no importaba, sentía curiosidad por saber adónde se dirigía Moon con tanta urgencia.
Salió de su escondite ocultando de nuevo el mapa. Entró en los establos haciendo caso omiso del grajero y montó su hermoso corcel negro.

Amor Sin SentidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora