Prefacio.

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La peor mentira que le he dicho a alguien alguna vez es y siempre será haberle dicho a mi madre que tengo una novia maravillosa.

Yo no tengo una novia, jamás quise una.

Bueno, miento, alguna vez quise una pero ahora ya no quiero una.

La cosa es que le dije a mi madre que tengo una novia que es maravillosa y que pronto conocerá cuando vaya a casa para pasar navidades con la familia ―evento que todos los años quiero saltarme pero no tengo el corazón para hacer―, mi madre ya regó el chisme y ahora todos lo saben y me han llamado para felicitarme y para expresar sus ansias por conocerla, ¡Y normal! Ya estaban empezando a decirme que si no llevaba a mi novia que no había problema con que llevara a mi novio. Eso me desesperó un poco, así que les inventé esa pequeña ―gigantesca― mentira. Es lamentable que con veinticinco años tenga que decir mentiras como esa a mi familia.

Por suerte, omití decir su nombre, eso me daría más tiempo de encontrar una aliada, lo cual no sucedió y ahora, a dos días de partir, aun no encuentro una. Es desesperante, llamé a todas las chicas con las que he tenido citas durante todo un año y, aparte de rechazarme, todas se veían como mejores candidatas antes de salir conmigo.

―Eres demasiado quisquilloso, eso es lo que pasa ―me repinte Evan, mi mejor amigo mientras yazco boca abajo en su sofá y él prepara nuestra cena―. Solo escoge una chica, dile lo que tiene que hacer, le ofreces algo a cambio y ya.

―¿Cómo a una prostituta? ―levanto la cabeza y lo miro mal―. Puede que no quiera una novia pero sé cómo tratar a las mujeres, Evan ―le advierto.

Él se encoje de hombros.

―Yo solo digo ―dice y hace una mueca―. No sé por qué te inventaste esa mentira, ni tú mismo puedes con ella.

―Pues mi madre está ilusionada al respecto y tú conoces a mi madre, no puedes decirle que no una vez que te mira con esos ojos de "te hago galletas, te cuido cuando enfermas, te amo más que a mi vida... hazme feliz" ―me lamento y niego con la cabeza―. Lo que ella más quisiera es que tuviese una mujer en mi vida que me amase tanto como ella, teme por mí cuando ella ya no esté aquí.

―Nadie va a poder igualar a tu madre ―me dice Evan―. No busques a alguien igual a ella, eso es perturbador.

―No lo hago ―le digo―. Dios sabe que no lo hago, Evan.

Nos quedamos en silencio por un momento y luego él dice―: ¿Seguro que no quieres considerar lo de la prostituta? Porque conozco un lugar... bueno, no son prostitutas, son damas de compañía...

―¡Que no!

―¡Holaaaa! ―la voz de la prima de Evan nos interrumpe al abrir la puerta―. ¿Qué hacen?

Levanto la cabeza para hacer un sonido lastimero y le echo un vistazo; ella siempre está aquí, vive con Evan desde que empezó la universidad hace un año. Es una chica pequeña con el cabello castaño hecho un desastre, es normal en lo que cabe, muy delgada pero tiene una linda cara y ojos verdes muy llamativos, tan solo tiene veinte años. Es como la hermana del medio a quien solo notas de vez en cuando porque casi nunca tiene nada que decir, siempre está fuera en grupos de estudio o saliendo con sus amigas. Siempre es educada y gentil, jamás la he visto hacer algo que no debía...

Y de repente, un foco se enciende en mi cabeza, casi puedo oír el ding que acompaña la luz de una nueva idea.

La navidad llegó a mi corazón, los renos de Santa Claus me llevan al palacio de las grandes ideas.

―¡Irene! ―la llamo mientras trato de levantarme, enredándome con mis propios pies.

Ella se voltea bruscamente y levanta los brazos resoplando.

23 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora