2. Tenis incómodo.

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10 de diciembre.

Cuando despierto en la mañana palmeo el colchón en busca de la chica a mi lado y no la encuentro; la puerta de la habitación está abierta, mi viejo despertador marca las ocho de la mañana y no hay rastro de mi novia falsa por toda la habitación ¿Ahora donde se habrá metido?

Me levanto, tomo una toalla y voy hasta el baño cruzando el pasillo, no escucho a nadie hablando, riendo, corriendo lo cual es bastante extraño. Tomo una ducha rápida y me visto para ir en busca de vida inteligente en la casa. Encuentro a Robert en el pasillo y trata de saludarme pero lo ignoro y entonces me sigue hablándome de algo que definitivamente no me importa. Mi búsqueda por vida inteligente no está teniendo resultados.

Encuentro a mi novia falsa y a la mayoría de la familia restante en la cocina. Ella está haciendo el desayuno para todos, la muy fresca está con una gran sonrisa en la cara preparando el desayuno de mis sobrinos como un ama de llaves de los años cincuenta. Me paro en la puerta sin que nadie me note y la miro de brazos cruzados; está sonriendo como si nunca hubiese tenido una mañana como esa, hace feliz a los niños con esa alegría que tiene. Niego con la cabeza; esto le gusta, estar en familia le gusta. Y mi madre parece más que contenta mientras habla de ella con mis tías.

―Linda chica ―Robert viene detrás de mí y pone una mano sobre mi hombro―. Cuídala ―me guiña un ojo y pasa de mí hacia la cocina, lo oigo decirle a Iris que le prepare un omelet y ella como es tan amable asiente con gusto.

Niego con la cabeza y me adentro en la cocina.

―¡Buenos días! ―exclamo y todos me saludan pero yo voy directo hacia Iris y sujeto su cintura contra mí―. Y buenos días, preciosa ―dejo un beso justo debajo de su oreja y ella se sonroja por completo―. Quiero un omelet ¿Puedo tener ese que estás preparando? ―pregunto, con toda la intención de que ella cocine para mí en vez de para él.

―Bueno... ―ella deja el cucharón que tiene en la mano abajo― era para tu primo ―susurra.

―Por favor, muero de hambre ―la miro suplicante, creo que ella se sonroja un poco más.

Va a ser cierto que tengo el mismo talento que mi madre para convencer a la gente.

―Está bien ―ella sonríe y se muerde el labio.

Se ve sexy de esa manera.

―Pero mira que lindos que son ―oigo a la tía Mavys decir, volteo y nos está mirando a nosotros, Iris esconde su cara contra mi pecho y pongo mi mano en su espalda, siento una increíble necesidad de abrazarla y no lo entiendo―. Son una monada, de verdad que sí ―repite―. Jamás vi a Hunter tan enamorado, ¡Es que se le nota en la cara!

¿Me veo enamorado? Pues que bien que nunca me he enamorado, así ellos no pueden diferenciar entre cuando de verdad estoy enamorado y cuando solo estoy fingiendo.

Iris continúa su trabajo en la cocina pero a pesar de que hace mi omelet primero, hace el de Robert después. Eso me irrita pero no es su culpa de todas maneras, no le dije que odio a mi primo.

El resto de la mañana Iris y yo nos sentamos a hablar en el patio trasero. Ella no deja de ver y halagar lo grande de mi casa y lo mucho que le gusta mientras escucha todas mis historias acerca de mis tíos, hermanos y primos. Le cuento sobre el primo Robert y su mala fama y lo mucho que lo odio. Ella entiende que tiene que apoyarme a mí y no a él y le agradezco por eso.

―Me está gustando pasar las vacaciones aquí ―dice ella suspirando.

―Espera a que empiece a nevar ―murmuro.

Ella pone sus brazos alrededor de sí misma y suspira.

―Hará frío, lo sé ―cierra los ojos.

23 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora