3. Un estímulo.

9.2K 1.1K 229
                                    

11 de diciembre.

Cuando despierto esa mañana veo a Iris acostada frente a mí, profundamente dormida. Es linda cuando duerme, podrías acostumbrarme a verla de esta manera todas las mañanas. Como estoy pensando muchas tonterías, me levanto. Salgo de la habitación, me visto en el baño y vuelvo a la habitación. Iris está sentada en la cama apenas despertando.

―Buenos días ―digo.

―Buenos días ―susurra ella―. ¿Vamos a hacer compras hoy? ―pregunta con emoción a pesar de que el sueño sigue en sus ojos, es como una pequeña acabando de despertar.

―Sí ―asiento y me acerco, tomo su mano y la ayuda a salir de la cama―. ¿Lista para comprar regalos de navidad?

―¡Sí! ―ella levanta los brazos y ríe.

―De acuerdo, ve a ducharte, saldremos una vez que estés lista ―beso su mejilla y es como si disparara una pistola de salida, porque corre como loca fuera de la habitación cogiendo la toalla.

Sonrío porque me he dado cuenta de que ha olvidado la ropa y estoy que grito de la felicidad. Me siento en el borde la cama con los ojos cerrados y los brazos cruzados esperando que ella salga, pasan al menos treinta minutos. Sé que ella normalmente tarda veinte en prepararse así que los otros diez minutos los debe estar pasando pensando en qué demonios va a hacer. Me siento tentado a ayudarla pero después de lo mucho que dolió la erección de ayer, prefiero un poco de venganza.

Cuando al fin la puerta se abre mi sonrisa es incontrolable; viene envuelta en la corta toalla con las manos asidas a ella con fuerza. Me tomo mi tiempo para mirarla entera y descaradamente. Se supone que tengo que ser un caballero pero los caballeros usualmente se pierden de toda la diversión que ser un desvergonzado te brinda. Además, no estoy haciendo nada malo... solo mirando. Es todo lo que he podido hacer en este viaje y lo único que creo que voy a hacer siempre; mirarla.

De pronto me doy cuenta de que esto no funcionará y me levanto; salgo de la habitación dejándola sola porque me doy cuenta de que Iris me gusta... ¿Por qué no me di cuenta antes, cuando estábamos en Oregon? ¡Ah sí! Ya sé por qué. Reconocí en Iris un tipo de chica que siempre trato de evitar; aquel tipo de chica es al que más le temo.

Iris es una chica estable, buena, sincera, generosa, alegre. Iris es una novia, una amiga, una esposa y una amante, todo envuelto en uno. Es el tipo de chica con la que quieres contraer matrimonio, a quien quieres embarazar, con quien quieres pasar aniversarios, navidades, día de gracias... ella es el tipo de chica que mi madre quiere para mí y del que tengo pavor a enamorarme.

Me lanzo en el sofá a pensar en eso mientras la esper... demonios, me gustaría tener a Iris pero no puedo darle todo lo que ella seguramente quiere.

―Hijo ―mi padre interrumpe mis pensamientos sentándose a beber café en su sillón especial, enfundado en su suéter navideño―. ¿Te sientes bien?

―Sí ―digo, aun con mi mejilla aplastada contra el sofá.

―Oye, quería hablarte de algo ―dice entonces, yo lo miro atentamente―. Esa chica, Iris... ¿Es algo serio? ―pregunta.

―No lo sé... ―suspiro― no sé si pueda hacer todo eso del compromiso ¿Sabes? Pero me gusta... la quiero así que... eh, tal vez yo lo intente.

―Haznos un favor y no la dejes ir ―dice papá―. No te veía tan feliz en épocas navideñas desde que eras un niño.

―¿Ah sí? ―frunzo el ceño.

―Sí ―papá ríe―. Y con una chica como esa... bueno ¿Quién no? Cuando tu madre y yo éramos jóvenes yo la invitaba a casa a pasar la navidad y...

23 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora