6. Admiración

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14 de diciembre.

―Hunter... ―escucho las voz de Iris llamarme y me remuevo incómodo, tengo algo muy suave entre los brazos y no quiero soltarlo―. Hunter... despierta ―Iris vuelve a llamarme y yo me quejo, me aprieto más contra la suavidad de ese algo y suspiro... cuando respiro el aroma del perfume de Iris me doy cuenta de que es ella, es cuando despierto completamente y me doy cuenta de que la tengo entre mis brazos―. ¡Hunter! ―exclama una vez más.

―No... ―la aprieto más, porque está comenzando a ponerse caliente cuando ella está de espaldas contra mí―. Cinco minutos más, Iris... ―susurro cerca de su cuello, ella se queda muy quieta.

―Es que... ―Iris resopla.

―¿No está tibio aquí entre mis brazos? ―murmuro.

Ella suspira y se da la vuelta; me aprovecho de ello y suspiro dejando mi cabeza caer contra su pecho. Espero que ella me aparte de un golpe, realmente cierro los ojos y aprieto los parpados esperando que ella lo haga pero en su lugar suspira, siento su pecho subir y bajar de golpe y entonces su mano va hacia la parte posterior de mi cabeza y me acaricia el cabello. Ella me hace cerrar los ojos al instante, su toque suave y leve me lleva de nuevo dormir. Justo ahí, sobre Iris.

Duro, por lo menos, otra hora dormido y cuando despierto, descubro que ella también se había quedado dormida. De hecho, el movimiento de mi cuerpo la hace despertarse también. Yo me incorporo y sonrío, ella me mira con mala cara y me empuja pero tiro de su pierna hacia abajo y de alguna manera mientras ella trata de escapar mi pecho termina en su regazo, yo me río y ella resopla.

—¿Estás mejor? —pregunto sonriendo—. Dormimos toda la noche —miro hacia mi despertador—. Y algo del día, son las nueve.

—Después de tus chistes extremadamente malos solo podía dormir más de diez horas —Iris trató de empujarme fuera de su regazo—. Cualquiera mejora rápido con tal de volver a escucharlos.

Sí, para que se contentara un poco traté de contarle algunos chistes pero no se me ocurrió ninguno realmente bueno, así que tuve que improvisar un poco y a ella realmente no le gustó. Pero si algo me hizo sentir bien fue la charla que compartimos antes de quedarnos completamente dormidos y la manera en que terminamos luego de eso.

—Oye... —suspiro quitándome de encima de ella—. ¿Podemos ducharnos juntos hoy? —le pregunto estirando los brazos.

—¿Qué? —Iris me mira alarmada e incrédula.

—Es que he visto que las parejas felices se duchan juntas... quisiera que fuéramos una pareja feliz —le explico, es una excusa tonta pero dentro de mí, muy en el fondo, en todo aquello aún guarda la creencia en Santa Claus y el conejo de Pascua, creo que funcionará.

—¡No podemos ducharnos juntos! —ella exclama, yo ruedo los ojos.

—Me refiero a; tú entras primero y te duchar rápido, yo entro después y me ducho rápido, luego ambos salimos muy enamorados ¿Te parece? —le propongo.

Ella me mira por unos minutos antes de tomar su toalla que está sobre el sofá, yo la miro entrecerrando los ojos. Sonríe y niega con la cabeza y apunta hacia la puerta, como diciendo que me apresure. Mi emoción crece, así que salgo fuera de la cama y cojo una de mis toallas también. Abro la puerta para ella, me da una sonrisa de complicidad antes de que entremos en el baño. Probablemente no debería emocionarme tanto por esto, porque todo es una farsa pero... aun así estoy feliz, inevitablemente feliz.

Odio este sentimiento pegajoso que últimamente he estado sintiendo respecto a Iris, es asqueroso... como los besos de lengua; asqueroso, pegajoso, pero adictivo, una vez que empiezas no puedes parar.

23 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora