Ángel.

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Me gustaba decir que era mi ángel, aunque de seguro ni siquiera sabe mi nombre:
Era, probablemente, el ultimo día que lo viera. ¿Qué más daba? Estaba en la banca de siempre. Y yo ya había tomado tres vasos de café.
-Hey, ¡tú!
Volteaste a verme confundido, y te señalaste a ti mismo. Di el ultimo sorbo del tercer vaso de café.
-Si, tu. ¡Te amo!
Me miraste un segundo confundido y comenzaste a reír con esa risa que me volvía loca. Pasaste tu mano por tu frente y después por ese cabello azabache, seguiste riendo y solo negaste con la cabeza. Y me rompiste el alma.

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