Capitulo 12

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Trato de aclarar mis pensamientos pero es difícil, me dispongo de mi conjunto de Nike para ir a caminar, pero creo que optare por correr esta vez. Me  hago una trenza, me ruborizo con los recuerdos que vuelven a mi mente y enciendo mi Ipod. Necesito quemar un poco de esta excesiva y enervante energía. La verdad es que tengo ganas de correr hasta el One beacon Court y pedirle al obseso me eche un polvo, pero tengo que pensar con la cabeza en vez de con mi cuerpo.
Cuando abro la puerta, Gail está saliendo de su coche, casi se le caen las bolsas al verme. La saludo con la mano y no me paro para que no me pregunte. De verdad necesito estar un rato solo. Con Ellie Goulding sonando en mis oídos, me introduzco en el atardecer rojizo de Nueva York.
Trotando por el Central park ¿Qué puedo hacer? Lo deseo, pero ¿en esos términos? La verdad que no lo sé. Creo que tendré que renegociar lo que quiero. Revisar ese ridículo contrato línea por línea y decir lo que me parece aceptable y lo que no. He descubierto en internet que legalmente no tiene ningún valor. Él lo debe de saber. Supongo que es solo para sentar bases en la relación. Detalla lo que puedo esperar de él y lo que él puede esperar de mí: mi sumisión total. ¿Estoy preparada para ofrecérsela? ¿Creo estar capacitada?
Algo que me carcome por dentro es: ¿Por qué él es así? ¿Por qué lo sedujeron cuando era muy joven? No lo sé. Sigue siendo un misterio para mí.
Me paro junto a la baranda de uno de los puentes, apoyo mis manos en las rodillas y respiro hondo llenando mis pulmones de aire. Me siento bien es catártico. Si. Tengo que decirle lo que me parece bien y lo que no. Tengo que mandarle por e-mail lo que pienso y ya lo discutiremos el miércoles. Respiro hondo, como para limpiarme por dentro, y vuelvo corriendo a casa.
Gail se ha ido de compras para sus vacaciones. Sobre todo biquinis y pareos haciendo juego. Aunque esta delgada tiene sus curvas para poder perder el sentido. Además se que no lo hace a propósito, lo sé pero al final arrastro mi penoso culo a terminar de embalar algunas cosas de Gail. Al terminar de embalar las cosas que quedan, me llevo conmigo la alucinante tecnología inalámbrica, enciendo la computadora y escribo a Benjamin.

De: Alexandra Miles
Fecha: 19 de mayo de 2014 19:15
Para: Benjamin Masen
Asunto: Joven Escandalizada

Bien, ya creo que he visto suficiente.
Ha sido agradable conocerte.

Alex.

Pulso <<enviar>> riéndome de mi travesura. ¿Le va a parecer el tan divertida? Oh, mierda...seguramente no. Benjamin Masen no es famoso por su sentido del humor.  Aunque sé que lo tiene escondido en alguna parte, porque lo he vivido. Quizás me he pasado. Espero su respuesta. Espero y espero. Miro el despertador. Han pasado diez minutos. Para olvidarme de la angustia que se abre camino hacia mi estomago, empiezo a limpiar mi habitación. Hacia las ocho sigo sin noticias. Quizas ha salido, malhumorada, hago puchero, me pongo los auriculares del Ipod, escucho a John Newman y me siento en mi mesa a releer el contrato y a anotar mis observaciones y comentarios.
En un momento me levanto de mi asiento, quizá he captado algún sonido o un ligero movimiento, no lo sé, pero cuando levanto mi mirada, Benjamín está apoyado en la puerta de mi habitación, mirándome fijamente. Lleva puesto jeans azules oscuros y una franela con botones color verde militar, y agita las llaves del auto. Me quito los auriculares y me quedo helada. ¡Puta madre!
Buenas noches, Alexandra. – me dice en tono frio y expresión cauta e impenetrable.
La capacidad de habla me ha abandonado por completo. Demonios. Gail, lo ha dejado entrar sin avisarme. Por un segundo, soy consciente de que estoy hecha un asco, toda sudada, y sin duchar, y el esta tan atractivo como siempre, con los pantalones caídos, y para colmo, en mi habitación.
-He pensado que tu e-mail merecía una respuesta en persona – me explica en tono seco.
Estoy totalmente impactada, no me esperaba esto de su parte, abro y vuelvo a cerrar la boca, dos veces, cual pez fuera del agua. Por nada del mundo pensé que vendría hasta aquí.
¿Puedo sentarme? – me pregunta, ahora con ojos divertidos.
¡Gracias a dios! Quizás la broma si le pareció graciosa. Asiento, sigo sin habla y Benjamin Masen está sentado en mi cama.
- Me preguntaba como seria tu habitación – me dice.
Mi habitación, la cual adoro más que a nada, que para mí es grande y espaciosa, con paredes de ladrillo rustica y una sola pared blanca, en la cual tengo colgadas fotos Gail, mi familia, y solo una foto de Adam, todos superpuestas en un decorado de luces blancas. Y algunos cuadros de Salvador Dalí. Muebles blancos al igual que la cama doble. Miro pensando en mi alrededor por donde escapar y no, sigue siendo o la puerta o la ventana.
- Es muy serena y acogedora – murmura.
Al final mi bulbo raquídeo recupera la determinación y reacciona.
- ¿Cómo...? -
Me sonríe.
- Estaba por el vecindario... además de que vivo cerca de aquí-.
Eso ya lo sabía.
- ¿Quieres tomar algo? -
La educación siempre se impone.
- No, gracias Alexandra-.
Esboza una deslumbrante media sonrisa con la cabeza ligeramente ladeada.
Creo que soy yo la que necesita una copa.
- Así que ha sido agradable conocerme... -
Carajo, se ha ofendido, o es lo que creo. A ver como salgo de esta. No creo que le guste mucho, si le llego a decir que ha sido una broma, pero me arriesgare.
- Ha sido una pequeña broma – le digo en voz baja, patética. – Además pensé que me contestarías vía e-mail.
- ¿Acaso estas lamiéndote el labio a propósito? – me pregunto muy serio.
Pestañeo, confusa y dejo de hacerlo.
- No era consciente que lo estaba haciendo – murmuro.
El corazón me late deprisa. Siento la tensión eléctrica que invade el espacio. Se para acercándose a mí, con sus ojos azules impenetrables, cual jaguar acechando a su presa. Se inclina más hacia a mí, deshaciendo mi trenza. Se me corta la respiración y no puedo moverme, observo hipnotizada como sus largos dedos acomodan mi cabello en su lugar.
- Veo que has decidido hacer un poco de ejercicio – me dice en voz baja y melodiosa, colocándome un mechón del pelo detrás de la oreja - ¿Por qué, Alexandra? -
Me rodea la oreja con los dedos y muy suavemente tira de mi lóbulo. Es muy excitante.
- Necesitaba tiempo para pensar – susurro.
Sabe lo que está haciendo conmigo.
-¿Pensar en que, Alexandra? -
En ti.
- ¿Y has decidido que ha sido agradable conocerme? ¿Te refieres a conocerme en el sentido bíblico? -
Mierda. Me ruborizo.
No pensaba que fueras experto en la biblia.
- Iba a catequesis los domingos, Alexandra. Aprendí mucho-.
- No recuerdo haber leído nada sobre pinzas para pezones o vibradores en la Biblia. Quizás te han dado catequesis con una tradición moderna-.
Sus labios se arquean dibujando una ligera sonrisa y dirijo la mirada a su boca.
- Bueno he pensado que debía venir a recordarte lo agradable que ha sido conocerme -.
¡Dios mío! Lo miro boquiabierta, y sus dedos se desplazan de mi oreja a la barbilla, y después a mi labio inferior.
- ¿Qué le parece Señorita Miles?-
Sus ojos brillantes destilan una expresión de desafío. Tiene los labios entreabiertos. Está esperando, alerta para atacar. El deseo – agudo, líquido y provocativo – arde en lo más profundo de mi vientre. Me adelanto los pocos centímetros y me lanzo hacia él. De repente se mueve, dejándome estampada contra la puerta de mi habitación. Sus expertas manos recorren, desde mi cuello, hasta mi cintura, mis caderas y llegando rápidamente hasta mi trasero. Alzándome del suelo, con sus manos todavía sujetas a mi trasero. Yo con mis manos libres buscos su cara y su boca. Me mete la lengua, me reclama y me posee. Es un beso violento y pasional al mismo tiempo. Me desea, ya que al rozar mi vientre, siento una dureza de acero en sus pantalones y eso provoca exquisitas sensaciones en mí. No a Gail, ni a la malvada señora que lo poseyó. A mí. Este hermoso hombre me desea a mí. Siento que me aleja de la puerta y en un segundo estamos en mi cama. Siento todo su pensó encima mío, recorro con mis dedos su cabello, negro y rizado, suave.
Deja de besarme. Abro los ojos y lo veo mirándome fijamente.
- ¿Confías en mí? – me pregunta.
Asiento con los ojos muy abiertos, con el corazón rebotándome en las costillas y la sangre bombeando por todo mi cuerpo.
Estira el brazo y del bolsillo del pantalón  saca su corbata de seda azul... la corbata azul que deja pequeñas marcas del tejido en mi piel. Se sienta rápidamente ahorcajada sobre mí y me ata las muñecas, pero esta vez anuda el otro extremo de la corbata a un barrote del cabezal blanco de hierro. Tira del nudo para comprobar que es seguro. No voy a ir a ningún lugar. Estoy atada a mi cama, y muy excitada.
Se levanta y se queda de pie junto a la cama, mirándome ojos turbios de deseo. Su mirada es de triunfo y a la vez de alivio.
- Mejor así – murmura.
Esboza una maliciosa sonrisa de superioridad. Se inclina y empieza a desatarme una zapatilla. Oh no...no... los pies no. Acabo de correr.
- No – protesto y doy patadas para que me suelte.
Se detiene.
- Si  forcejeas, también te atare los pies, Alexandra. Si haces el menor ruido, te amordazare. No abras la boca. Seguramente ahora mismo Gail está ahí fuera escuchando -.
¡Amordazarme! ¡Gail! Me callo.
Me quita las zapatillas y las medias, y me baja muy despacio las calzas negras. Oh...Menos mal que tengo puesta ropa interior de encaje. Me levanta de la colcha y el edredón de debajo de mi y me coloca sobre las sabanas.
- Veamos – se pasa la lengua lentamente por el labio inferior – Estas lamiéndote el labio, Alexandra. Sabes el efecto que tienes sobre mí -.
Me presiona la boca con su largo dedo índice a modo de advertencia.
Dios Mio. Apenas puedo contenerme, estoy indefensa, acostada, viendo como se mueve tranquilamente por mi habitación.
Es un afrodisiaco embriagador. Se quita sin prisas los zapatos y las medias, se desabrocha los pantalones y se quita la camiseta.
- Creo que has visto demasiado -.
Se rie maliciosamente. Vuelve a sentarse encima de mí, a horcajadas, y me levanta la camiseta negra. Parece que va a quitármela, pero la enrolla a la altura del cuello y luego la sube de manera que me deja al descubierto la boca y la nariz, pero me cubre los ojos. Y como esta tan enrollada, no veo nada.
- Mmm – susurra satisfecho – Esto va cada vez mejor. Voy a tomar una copa -.
Se inclina, me besa suavemente en los labios, y dejo de sentir su peso. Oigo el leve chirrido de la puerta de la habitación. Tomar una copa. ¿Dónde? ¿Aquí? Aguzo el oído. Distingo ruidos sordos y sé que está hablando con Gail...Oh, no... Esta prácticamente desnudo. ¿Qué va a decir Gail? Oigo un golpe en seco. Siento las escaleras ¿Qué es eso? Regresa, la puerta vuelve a chirriar, oigo sus pasos por la habitación y el sonido de hielo tintineando en una copa. ¿Qué esta bebiendo? Cierra la puerta y oigo como se acerca quitándose los pantalones, que caen al suelo. Sé que está desnudo. Y vuelve a sentarse a horcajadas sobre mí.
- ¿Tienes sed, Alexandra? – Me pregunta en tono burlón
- Si – le digo, porque de repente se me ha quedado la boca seca.
Oigo el tintineo del hielo en el vaso. Se inclina y, al besarme, me derrama en la boca un líquido delicioso y vigorizante. Es vino blanco, dulce. No lo esperaba, y es muy excitante, aunque esta helado y los labios de Benjamín también están fríos.
- Sabe rico – le murmuro, contra sus labios
- ¿Mas? – me pregunta en un susurro.
Asiento. Sabe mucho mejor porque proviene de su boca, se inclina y bebo otro trago de sus labios.
– No nos pasemos, Alexandra. Sabemos que tu tolerancia al alcohol es nula, Alexandra.
Solo fue esa noche – le reprocho – nada mas... –
No puedo evitar reírme, el se inclina y suelta otra deliciosa bocanada. Cuando termina, no puedo evitar morderle el labio. Oigo un sonido gutural de su garganta, y sé que esta sonriendo.
– ¿Qué hare contigo? – murmuro el pegando su nariz a la mia
– Tú dime –.
Se mueve, se coloca a mi lado, y siento su erección en la cadera. Oh lo quiero dentro de mi.
– ¿Te parece esto agradable? – me pregunta, y noto cierto tono amenazante en su voz.
Me pongo tensa. Vuelve a mover el vaso, me besa y, junto con el vino, me suelta un trozo de hielo en la boca. Muy despacio empieza a descender con los labios desde los labios desde mi cuello, pasando por mis pechos, hasta mi torso y mi vientre. Me mete un trozo de hielo en el ombligo, donde se forma un pequeño charco de vino muy frio que provoca un incendio que se propaga hasta lo mas profundo de mi vientre. Uau.
– Ahora, tienes que quedarte muy quieta – susurra – si te mueves llenaras la cama de vino, Alexandra –.
Mis caderas se flexionan automáticamente.
– Oh, no... si derramas el vino, la castigare, señorita Miles –.
Gimo intentando controlarme y lucho como una posesa contra la necesidad de mover mis caderas. Oh, no... por favor.
Me baja con una de sus manos, las copas del corpiño, dejando mis pechos, al aire expuestos y vulnerables. Se inclina me besa y tira de uno de mis pezones con los labios frios, helados. Lucho contra mi cuerpo, que intenta responder arqueándose.
– ¿Te gusta esto? – me pregunta tirándome de un pezón.
Vuelvo a oir el tintineo del hielo, y luego lo siento alrededor de mi pezón derecho, mientras tira a la vez del izquierdo con los labios. Gimo y lucho por no moverme. Una desesperante y dulce tortura.
– Si derramas vino, no dejare que acabes –.
– Oh...por favor...Benjamin...señor...por favor –.
Esta volviéndome loca. Puedo oírlo sonreir.
El hielo de mi pezón esta derritiéndose. Estoy muy caliente...Caliente, helada y muriéndome de deseo. Lo quiero dentro de mi, ya!... Ahora.
Me desliza muy despacio los dedos helados por el vientre.Como tengo la piel hipersensible, mis caderas se flexionan y el liquido del ombligo, ahora menos frio, me gotea por la barriga. Benjamin reacciona al instante y lo lame, me besa, me muerde suavemente, me chupa.
– Querida Alexandra te has movido. ¿Qué voy a hacer contigo? –
Jadeo en voz alta. En lo único que puedo concentrarme es en su voz y en su tacto. Nada mas es real. Nada mas importa. Desliza sus dedos dentro de mi bombacha y me alivia oír que le escapa un profundo suspiro.
– Oh, nena – murmura
Y me introduce dos dedos.
Sofoco un grito.
– Estas lista para mi tan pronto... - me dice.
Mueve sus tentadores dedos, dentro y afuera, y yo empujo hacia el alzando las caderas.
– Eres una glotona – me regaña suavemente
Traza círculos en mi clítoris con el pulgar y luego lo presiona.
Jadeo y mi cuerpo da sacudidas bajo sus expertos dedos. Estira un brazo y me retira la camiseta de los ojos para que pueda verlo. La tenue luz de la lámpara me hace parpadear. Deseo tocarlo.
– Quiero tocarte- le digo.
– Lo sé – murmura.
Se inclina y me besa sin dejar de mover los dedos rítmicamente dentro de mi cuerpo, trazando círculos y presionando con el pulgar. Con la otra mano me recoge el pelo hacia arriba y me sujeta la cabeza para que no la mueva. Replica con la lengua, el movimiento de sus dedos. Empiezo a sentir las piernas rigidas de tanto empujar hacia su mano. La aparta, y yo vuelvo al borde del abismo. Lo repite una y otra vez. Es tan frustrante...Oh, por favor, Benjamin, grito por dentro.
– Este es tu castigo, tan cerca y de pronto tan lejos. ¿Te parece esto agradable? – me susurra al oído.
Agotada, gimoteo y tiro de mis brazos atados. Estoy indefensa, perdida en una tortura erótica.
– Por favor – le suplico.
Al final se apiada de mí.
– ¿Cómo quieres que te coja, Alexandra? –
Oh... mi cuerpo empieza a temblar y vuelve a quedarse inmóvil.
– Por favor–.
– ¿Qué quieres, Alexandra? –
– A ti... ahora – grito.
– Dime como quieres que te coja. Hay una variedad infinita de maneras – me susurra al oído.
Alarga la mano hacia el paquetito plateado de la mesita de luz. Se arrodilla entre mis piernas y, muy despacio, me quita la bombacha sin dejar de mirarme con ojos brillantes. Se pone el preservativo. Lo miro fascinada, anonadada.
– ¿Te parece esto agradable?  - me dice acariciándose.
– Era broma – gimoteo.
– Por favor, cógeme, Benjamin –.
Alza las cejas deslizando la mano arriba y abajo por su impresionante miembro.
– ¿Una broma? - me pregunta amenazadoramente baja.
– Si. Por favor, Benjamin – le ruego.
– ¿Y ahora te ríes? –
– No – gimoteo.
La tensión sexual está a punto de hacerme estallar. Me mira un momento, evaluando mi deseo, y de pronto me agarra y me da la vuelta. Me toma pro sorpresa, y como tengo las manos atadas, tengo que apoyarme en los codos. Me empuja las rodillas para alzarme y me da un fuerte azote. Antes de que pueda reaccionar, me penetra. Grito, por el azote y por su repentina embestida, y acabo inmediatamente, me desmorono debajo de él, que sigue embistiéndome exquisitamente. No se detiene. Estoy destrozada. No puedo más...y el empuja una y otra vez... y siento que vuelve a inundarme otra vez... no puede ser...no.
– Vamos, Alexandra, otra vez – ruge entre dientes.
Y por increíble que parezca, mi cuerpo responde, se convulsiona y vuelvo a alcanzar el clímax gritando su nombre. Me rompo de nuevo en mil pedazos y Benjamin se para, se deja ir por fin y se libera en silencio. Cae encima de mi jadeando.
– ¿Te ha gustado? – me pregunta con los dientes apretados.
Madre santa.
Estoy acostada en mi cama, devastada, jadeando y con los ojos cerrados cuando se aparta de mí muy despacio. Se levanta y empieza a vestirse. Cuando ha terminado, vuelve a la cama, me desata y me quita camiseta. Flexiono los dedos y me froto las muñecas sonriendo al ver que me ha marcado el dibujo del tejido. Me ajusto el corpiño mientras el tira la colcha y del edredón para taparme. Lo miro aturdida y el me devuelve la sonrisa.
– Ha sido realmente agradable – susurro sonriendo tímidamente.
– Ya estamos de vuelta con esa palabrita –.
– ¿no te gusta que lo diga?
– No, no tiene nada que ver conmigo –.
– Bueno...no se... parece tener un efecto beneficioso sobre ti –.
– ¿soy un efecto beneficioso? ¿Eso es lo que soy ahora? ¿Podría herir mas mi amor propio, señorita Miles? –
– No creo que tengas un problema de amor propio –.
Pero soy consciente de que lo digo sin convicción. Algo se me pasa rápidamente por la cabeza, una idea fugaz, pero se me escapa antes de que pueda atraparla.
– ¿Tú crees? – me pregunta en tono amable.
Está acostado a mi lado, vestido, con la cabeza apoyada en el codo, y yo solo llevo el corpiño.
– Si, lo creo. – se inclina sobre mí y me besa la frente -. Así que ese e-mail era lo que tú llamas una broma –.
Sonrió a modo de disculpas y me encojo de hombros.
– Ya veo. Entonces todavía estas planteándote mi proposición... –
– Tu proposición indecente...sí, me la estoy planteando. Pero tengo cosas que comentar –.
Me sonríe aliviado.
– Me decepcionaría si no tuvieras cosas para comentar–.
– Iba a comentártelas por correo, pero me has interrumpido –.
– Coitus Interruptus –.
Me rio
– ¿lo ves?, sabía que tenias algo de sentido del humor escondido por ahí – le digo sonriendo.
– Qué lindo sonido... No es tan divertido, Alexandra. He pensado que estabas diciéndome que no, que ni siquiera querías comentarlo –.
Se queda en silencio.
– Todavía no lo sé. No he decidido nada. No soy mojigata. Pero... ¿vas a ponerme collar?–
Alza las cejas.
– Has estado investigando. No lo sé, Alexandra. Nunca le he puesto collar a nadie –.
– ¿a ti te han puesto collar? – le pregunto en un susurro
- Si -.
– ¿la Sra. R? –
– ¿La sra. R? ¿Por qué la Sra. R? –
– Por la Sra. Robinson de "El graduado" –
Se ríe a carcajadas, y parece joven y despreocupado, con la cabeza echada hacia atrás. Su risa es contagiosa.
Le sonrió.
– Le diré como la llamas. Le encantará.–
– ¿sigues hablando con ella? – le pregunto sin poder disimular mi temor.
– Sí – me contesta muy serio.
De pronto me vuelvo loca de celos. Un sentimiento muy fuerte a mi pesar.
– Oh... así que tú tienes a alguien con quien comentar tu alternativo estilo de vida, pero yo no puedo –.
Frunce el ceño.
– Nunca lo había pensado en ello desde ese punto de vista. La Sra. R formaba parte de este estilo de vida. Te dije que ahora es una buena amiga. Si quieres, puedo presentarte a una de mis ex sumisas. Podrías hablar con ellas–.
¿Acaso esta bromeando?
– ¿Esto es a lo que tú le llamas broma? –
– No, Alexandra -  me contesta perplejo.
– No... creo que me las arreglare yo solita, muchas gracias – le contesto de manera muy brusca, tirando de la colcha hasta mi barbilla.
Me observa perdido, sorprendido.
– Alexandra, no... - No sabe que decir. Una novedad – No quería ofenderte –.
– No estoy ofendida. Estoy consternada –.
– ¿consternada? –
– No quiero hablar con ninguna de tus ex novias, sumisas o lo que sea que las llames –.
– Alexandra Miles ¿Estas celosa? –
Me pongo algo colorada, de la rabia.
– ¿Vas a quedarte? – le pregunto de mal humor, pero con algo de esperanza.
– Mañana a primera hora tengo una reunión en el Plaza. Además ya te dije que no duermo con mis novias, sumisas, ni con nadie. El viernes y el sábado fueron una excepción. No volverá a pasar–.
Oigo una firme aclaración, detrás de su dulce voz ronca.
Frunzo los labios.
– Bueno, estoy cansada–.
– ¿Estás echándome? –
– ¿No es que mañana tienes una reunión a primera hora? –
– Si... - le señalo la puerta.
– Bueno... ¿Qué esperas? – alza las cejas perplejo y algo afligido
Bueno, otra novedad – me mira interrogante - ¿No quieres que comentemos nada? Sobre el contrato–
– No – le contesto de muy mal humor.
– Ay, cuanto me gustaría darte una buena tunda. Te sentirías mucho mejor, y yo también –.
– No puedes hacer nada... Todavía no he firmado –.
– Pero soñar es humano, Alexandra. – Se inclina y me agarra de la barbilla - ¿Hasta el miércoles? – murmura.
Me besa rápidamente en los labios.
- Hasta el miércoles- le contesto.   – Espera, salgo contigo. Dame un minuto -.
Me siento, tomo la camiseta y lo empujo para que se levante de la cama. Lo hace de mala gana.
- Pásame las calzas, por favor- .
Los levanta del suelo y me los tiende.
– Sí, señora –.
Intenta ocultar su sonrisa, pero no lo consigue.
Lo miro con mala cara mientras me pongo las calzas y un saco. Con mi pelo hecho un desastre me hago un moño con la colita más cercana y sé que después tendré que enfrentarme a inquisición de Gail. Me dirijo a la puerta y la abro para ver si esta Gail. Noto la puerta de su habitación cerrada, toco y nadie contesta. Ambos bajamos las escaleras en silencio, noto que Gail, tampoco está en el comedor y me fijo en las ventanas que dan al patio, y la veo que esta al teléfono, muy animada. En el transcurso desde mi habitación, a la puerta de calle, mis pensamientos y sentimientos fluyen y se transforman. Ya no estoy enojada con el. De pronto siento terriblemente tímida. No quiero que se vaya. Quisiera por primera vez sea normal, me gustaría mantener una relación normal, que no exigiera un acuerdo de diez páginas, azotes y mosquetones en el techo de su cuarto de juegos.
Le abro la puerta y me miro las manos. Es la primera vez que traigo un chico a mi casa, y creo que ha estado increíble. Pero ahora me siento como un recipiente, como un vaso vacio, que el puede llenar a su antojo. Pensar que tenía en mente ir hasta su casa en busca de sexo...y te lo han traído a casa.
Cruza los brazos y golpea el suelo con el pie, como preguntándose de que me quejo. Benjamin se detiene junto a la puerta, me agarra de la barbilla y me obliga a mirarlo. Arruga la frente.
– ¿Estás bien? – me pregunta acariciándome la barbilla con el pulgar.
– Sí – le contesto, aunque sé que no es verdad.
Siento un cambio de paradigma. Sé que si acepto, me hará daño. El no puede, o no le interesa ofrecerme nada más...pero yo quiero más. Mucho más. El ataque de celos me ha revelado que mis sentimientos hacia él, son más fuertes de lo que pensaba y me he llegado a reconocer.
– Nos vemos el miércoles – me dice.
Se inclina y me besa con ternura. Pero mientras esta besándome, algo cambia. Sus labios me presionan imperiosamente. Mueve su mano, sosteniéndome de la nuca, para profundizar más el beso. Su respiración se acelera. Con su otra mano me acerca más a él. Me aferro a él, como si mi vida dependiera de ello. Paso mis manos por su pelo y enredo mis dedos en sus rizos. Pega su frente a la mía con los ojos cerrados.
– Alexandra – susurra en voz quebrada - ¿Qué estás haciendo conmigo?
– Lo mismo podría decirte yo – le susurro a mi vez.
Respira hondo, me besa en la frente y se marcha. Avanza con paso decidido hacia el coche pasándose la mano por el pelo. Mientras abre la puerta, levanta la mirada y me lanza una sonrisa arrebatadora. Totalmente deslumbrada, le devuelvo una leve sonrisa y me siento como una polilla muy cerca de la luz. Cierro la puerta de calle mientras se mete en su Aston Martin. De repente siento una irremediable necesidad de llorar. Tristeza y melancolía, esto oprime mi pecho. Vuelvo a mi habitación, cierro la puerta y me apoyo en ella intentando racionalizar mis sentimientos, pero no puedo. Me dejo caer al suelo, me cubro la cara con las manos y empiezan a saltárseme las lágrimas.
Gail llama a la puerta.
–¿Al? – susurra.
Abro la puerta. Me mira y me abraza.
– ¿Qué pasa? ¿Qué te ha hecho ese repulsivo y bello desgraciado?–
Nada que no quisiera, que me hiciera Gail.
Me lleva hasta la cama y nos sentamos.
– Tienes el pelo de haber echado un polvo terrible–.
Aunque estoy casi desconsolada, me rio.
– Ha sido un buen polvo, de terrible nada–.
Gail sonríe.
– Mejor entonces ¿Por qué lloras? No has llorado en mucho tiempo, Al. ¿Por qué ahora? –
Toma el cepillo de la mesa de luz, se sienta a mi lado y empieza a desenredarme el cabello, muy despacio.
– ¿no me dijiste que habías quedado con él el miércoles?–
– Sí, en eso hemos quedado –.
¿Y porque se ha pasado hoy por aquí?
– Porque le he mandado un e-mail –.
– ¿Pidiéndole que pasara?–
– No, diciéndole que no quería volver a verlo –.
– ¿Y se presenta aquí? Alex, eso es genial–. – la verdad es que era una broma–.
Me armo de paciencia y le explico de qué se trataba el e-mail, sin dar demasiada información.
– Pensabas que te respondería vía e-mail –.
– Sí –
–Y en vez de eso se ha presentado aquí–
– Sí –
– Eso es que está loco por ti –
Frunzo el ceño. ¿Benjamin loco por mí? Difícilmente. Solo busca un nuevo juguete con el que entretenerse, acostarse y hacerle cosas indescriptibles., Se me encoge el corazón y me duele. Esa es la verdad.
– Ha venido a coger, eso es todo–.
– ¿Quién dijo que el romanticismo había muerto? –murmura horrorizada
He dejado impresionada a Gail. Me encojo de hombros a modo de disculpa.
–Utiliza el sexo como arma– .
– ¿Te ha echado un polvo para someterte? -
Mueve la cabeza contrariada. Pestañeo y siento que me voy poniendo colorada. Oh... a dado en el clavo, Gail Thorne, vas a ganar el Pulitzer.
–Alex, no lo entiendo. ¿Y le dejas hacerte el amor? –
–No, Gail, no hacemos el amor...Cogemos...como dice Benjamin. No le interesa el amor–
–Sabía que algo raro había en el. Tiene problemas con el compromiso–.
Asiento, como si estuviera de acuerdo, pero por dentro suspiro. Ay, Gail... Ojala pudiera contártelo todo sobre este tipo extraño, triste y perverso, y ojala tu pudieras decirme que lo olvidara, que dejara de ser tan idiota.
– Me temo que la situación es bastante abrumadora. – murmuro.
Creo que me quedo, muy, pero muy corta.
Como no quiero seguir hablando de Benjamin, le pregunto por Phillip. Con solo mencionar su nombre, la actitud de Gail, cambio radicalmente. Se le ilumina la cara y me sonríe.
– El sábado vendrá a ayudarme con la mudanza. – Estrella el cepillo de pelo contra su pecho  - ¡Oh! Le ha dado fuerte – Y siento una vaga y familiar punzada, se parece a mí cuando estaba con Adam, ciento un poco de envidia. Ella ha encontrado a un tipo normal y parece muy feliz.
Me giro hacia a ella.
– Ah, casi me olvido. Tu padre ha llamado cuando estabas...bueno, ocupada. Va a venir a visitarte el jueves, de paso lo invite a mi entrega de diplomas, ya que también es un padre más para mí. También llamo tu madre, me felicito por el título, quería venir pero al parecer Charlie tuvo una especie de accidente, así que no podrá venir a visitarte. Ahh... y Joe quiere que le llames –.
– Oh... mañana llamare a mama ¿Esta bien, Charlie? –
– Si, buena idea, es tarde –
– Gracias Gail, ya estoy bien–. – Mañana llamare a Joe. Creo que me voy a acostar–
Sonríe, pero arruga los ojos preocupada.
Cuando ya se ha marchado, me siento y vuelvo a leer el contrato y voy tomando notas. Una vez que he terminado, enciendo la computadora dispuesta a responderle.
En mi bandeja de entrada hay un e-mail de Benjamin.

De: Benjamin Masen
Fecha: 19 de mayo de 2014 23:16
Para: Alexandra Miles
Asunto: Esta noche.

Señorita Miles:
Espero impacientes sus notas sobre el contrato.
Entretanto, que duermas bien, nena.

Benjamin Masen
Presidente de Masen Enterprises Inc.

De: Alexandra Miles
Fecha: 20 de mayo de 2014 00:02
Para: Benjamin Masen.
Asunto: Objeciones.

Querido señor Masen:
Aquí está mi lista de objeciones. Espero que el miércoles las discutamos con calma en nuestra cena.
Los números remitentes de las clausulas:
2: No tengo en claro que sea exclusivamente en MI beneficio, es decir que explore mi sensualidad y mis límites. Creo que no hace falta un contrato de diez páginas. Seguro que es para TU beneficio.
4: Solo he practicado sexo contigo. No tomo drogas y jamás me han hecho una transfusión. Seguramente estoy más que sana. ¿Qué me dices de ti?
8: Puedo dejarlo en cualquier momento si creo que no te ciñes a los límites acordados. De acuerdo, eso me parece muy bien
9: ¿Obedecerte en todo? ¿Aceptar tu disciplina sin dudar? Eso va a ser complicado...
11: Periodo de prueba un mes, no tres.
12: No puedo comprometerme todos los fines de semana. Tengo una vida y pienso seguir teniéndola ¿Quizás tres de cada cuatro?
15.2: Utilizar mi cuerpo de la menra que considere oportuna, en el sexo o en cualquier ámbito...Por favor, define <<cualquier ámbito>>
15.5: Toda clausula sobre disciplina en general. No estoy segura de que quiera ser azotada, zurrada o castigada físicamente. Estoy segura de que esto infringe la clausula2-5. Y además eso de  << por cualquier razón>> es sencillamente mezquino... y me dijiste que no eras un sádico.
15.10: como si prestarme a alguien pudiera ser una opción. Pero me alegro que lo dejes tan claro.
15.14: sobre las normas, lo comento más adelante.
15.19: ¿qué problema hay en que me toque sin tu permiso? En cualquier caso, sabes que no lo hago, y si lo haría creo que no te enterarías ;)
15.21: Disciplina, véase arriba. Clausula 15.5
15.24: ¿Por qué no puedo verte a los ojos?

Normas:
Dormir: Aceptare seis horas.
Comida: No voy a comer nada que venga en una lista. O la lista de alimentos se elimina o rompo el contrato. Tú me aceptas con curvas y todo, no pienso quedar raquítica.
Ropa: de acuerdo, siempre y cuando solo tengas que llevar tu ropa, cuando este contigo.
Ejercicio: habíamos quedado que tres horas, pero sigues poniendo cuatro.
Límites tolerables
¿Tengo que pasar por todo esto? No quiero fisting de ningún tipo, no estoy segura de la suspensión, y pinzas genitales... debes estar bromeando.
¿Podrías decirme cuáles son tus planes el miércoles? Yo trabajo hasta las seis y media de la tarde.
Buenas noches.

Alex.

De: Benjamin Masen
Fecha: 20 de mayo de 2014 00:07
Para: Alexandra Miles
Asunto: Objeciones.

Señorita Miles:
Es una lista muy larga. ¿Por qué todavía sigues despierta?

Benjamin Masen
Presidente de Masen Enterprises Inc.

De: Alexandra Miles
Fecha: 20 de mayo de 2014 00:10
Para: Benjamin Masen
Asunto: Quemandome las pestañas

Señor:
Si no recuerdo mal, estaba con esta lista cuando un obseso me interrumpió y me llevo a la cama.
Buenas noches.

Alex.
De: Benjamin Masen
Fecha: 20 de mayo de 2014 00:12
Para: Alexandra Miles
Asunto: Deja de quemarte las pestañas

ALEXANDRA, VETE A LA CAMA.

Benjamin Masen
Obseso y presidente de Masen Enterprises, Inc.

De: Alexandra Miles
Fecha: 20 de mayo de 2014 00:13
Para: Benjamin Masen
Asunto: Obseso

¡MANDON!

Buenas noches.

Alex.

¡Ay!.. en mayúsculas, como si me gritara. Apago la computadora ¿Cree que puede intimidarme estando a solo cuadras de aquí? Todavía un poco triste me meto en la cama, caigo en un sueño algo intranquilo.

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2019 ⏰

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