Lo primero que noto es el olor; a madera, cuero y cera con olor a naranja. Es muy agradable, y la luz es tenue, sutil.
En realidad no veo de donde sale, de algún sitio junto a la cornisa y emite un resplandor ambiental. Las paredes y el techo son de color negro y rebordes dorados, y el suelo es barnizada vieja. Cerca de la puerta hay dos grandes postes relucientes y ornamentados, como balaustres de una barandilla, pero más largos cuelgan a lo largo de la pared cual barras de cortina. De ellos pende una colección de palos, látigos y fustas y raros instrumentos de plumas.
Junto a la puerta hay un mueble de caoba maciza con cajones muy estrechos, como si estuvieran destinados a guardar muestras de un museo. Me pregunto que hay dentro, pero ya se la respuesta. En la esquina del fondo veo un banco acolchonado de cuero negro, y pegado a la pared, un estante de madera que parece una taquera de palos de billar pero que, al observarlo con mas atención, descubro que contiene varas de diversos y tamaños y grosores. En la esquina opuesta hay una sólida mesa de casi dos metros de largos. – Madera brillantes con patas talladas - y debajo hay dos bancos a juego.
Pero lo que domina la habitación es la cama. Es más grande que las de matrimonio, con dosel de cuatro postes tallados de estilo rococó. Debajo del dosel veo más cadenas y esposas relucientes. No hay ropa de cama… solo el colchón cubierto de una tela color chapan, y varios almohadones de satén del mismo color en un extremo.
A unos metros de los pies de la cama hay un gran sofá Chesterfield color negro reluciente. , plantado en el medio de la sala, frente a la sala.
Extraña distribución… eso de poner un sofá frente a cama. Yo creí que todo esto iba a ser peor de lo que imagine. Levanto los ojos y observo el techo. Esta lleno de mosquetones, e intervalos irregulares. Me pregunto como se usaran. Se que esto es cualquier cosa menos romántico. Creo que esto es la definición de dulzura y romanticismo para Benjamin.
Me giro y esta mirándome fijamente, como suponía, con expresión impenetrable. Avanzo por la habitación y me sigue. El de las plumas me intriga. Me decido a tocarlo. Es de ante como un pequeño gato de nueve colas, pero más grueso y con pequeñas bolitas de plástico en los extremos
- Es un látigo de tiras – dice Benjamin en voz baja y dulce.
Un látigo de tiras… Uau. De acuerdo puedo observar y asimilar esto, pero todo a su tiempo. No creo estar en shock… pensé que podía llegar a ser peor. No creí que fuera alguien que practicara estas cosas, pero… bueno, nunca se sabe.
No voy a negar que me cause algo de miedo. Pero no extrañamente de el. No me hará daño, no sin mi consentimiento.
Un sinfín de preguntas se genera en mi mente. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con que frecuencia? ¿Quién? Me acerco a la cama y paso las manos por uno de los postes. Es muy grueso, y el tallado es impresionante.
- Di algo – me pide Benjamin en tono engañosamente dulce.
- ¿Lo haces tú o la gente te lo hace? ¿Qué eres?
Frunce la boca, no se si de alivio o divertido.
- ¿a gente? – pestañea un par de veces, como si estuviera pensando que contestarme – Se lo hago a mujeres que quieren que se lo hagan.
Entiendo perfectamente lo que esto es. Es algo de BDSM, no se si el es esclavo o sumiso. Se algo de esto, gracias a Gail, ya que una vez vimos un documental de esto, para un trabajo para la universidad. No me da pudor, tampoco hablar de sexo, creo que no es un problema hablarlo, el problema es aceptar hacerlo o no. Yo jamás experimente el sexo y menos de este tipo. Creo que estoy en shock.
ESTÁS LEYENDO
El contrato...
RomansaAlexandra Miles una joven de casi 23 años, con un pasado en el amor muy doloroso para recordar. Vive en Nueva York, con su mejor amiga Gail, trabajando en una de las pastelerías más reconocidas de la ciudad. Hasta qué un día todo cambia... Benjamí...