Capitulo 5

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Todo esta silencioso, las luces apagadas. Estoy cómoda y calentita en esta cama. Que bien...Abro los ojos, y por un momento me siento en paz y serena, disfrutando del entorno que no reconozco. No tengo la menor idea de donde estoy, el cabezal de la cama es como de madera flotante, clara. Me resulta desconocida. La habitación es grande, espaciosa, creo mi habitación entra dos veces aquí, es simple pero lujosa, con ventanales enormes y paredes de color beige al igual que la alfombra. Estoy... en la casa de Benjamin Masen... es su casa, creo. Oh, mierda ¿Cómo carajo llegue aquí?
Poco a poco imágenes de anoche, llegan a mi mente, la borrachera, la llamada, Jackson tratándome de besar a la fuerza, los vómitos y... Benjamin Masen. Carajo me tapo la cara de solo recordarlo. Me muero de la vergüenza. No recuerdo como he llegado aquí. Llevo puesto el corpiño y la bombacha. Ni remera, ni jeans. Mierda.
Echo un vistazo a ver donde esta la mesa de luz, hay un vaso de jugo de naranja recién exprimido y dos pastillas. Ibuprofeno. Él esta en todo. Me incorporo en la cama y me tomo las pastillas. Por suerte no me siento tan mal, mejor de lo que merezco. El jugo esta riquísimo. Me quita la sed y me refresca.
Oigo unos golpes en la puerta. Mi corazón pega un brinco y no me sale la voz, pero aun así, Benjamin abre la puerta y entra.
¡Ajá! Estuvo haciendo ejercicio. Lleva pantalones de jogging negros que le caen sobre las caderas y una musculosa blanca empapada en sudor, como su pelo. Benjamin Masen sudado. La idea me resulta extraña. Respiro y cierro los ojos. Me siento como una niña de dos. Me imagino que si cierro los ojos, no estoy.
- Buenos días, Alexandra ¿Cómo te sientes?
- Mejor de lo que debería - murmuro
Levanto la mirada hacia él, me he tapado con la colcha, estoy casi desnuda. Deja una bolsa grande de ropa sobre en una silla y agarra ambos extremos de la toalla que lleva alrededor. Sus impenetrables ojos azules me miran fijo. No se lo que debe estar pensando, como siempre, es indescifrable. Esconde muy bien lo que piensa y lo que siente.
- ¿Cómo es que llegue aquí? - le pregunto con la voz algo compungida.
Se sienta a un lado de la cama. Esta tan cerca de mi, que podría tocarlo, olerlo. ¡Madre santa! ... sudor, perfume y Benjamin. Un coctel mortal, mucho mejor que margarita.

- Después de que te desmayaras, no quise poner en peligro los asientos de cuero de mi coche llevándote a tu casa, así que te traje aquí. - me contesta sin inmutarse.
- ¿Tú me metiste en la cama?
- Si - responde impasible
- ¿He vuelto a vomitar? - le pregunto
- No
- ¿Me sacaste la ropa? - susurro
- Si
Me mira alzando una perfecta ceja y estoy ya colorada.
- ¿Nosotros... no... habremos?
Le digo casi susurrando, pero no puedo terminar la frase. Empiezo a mirarme las manos.
- Alexandra, estabas casi en coma, La necrofilia no es lo mío. Me gustan que mis mujeres estén concientes, no en estado vegetativo - dice secamente
- Cuanto lo lamento - me tapo el rostro con las manos, y de a poco separo los dedos, para espiar la expresión. Sus labios esbozan una sonrisa burlona.
- Fue una noche divertida, tardare en olvidarlo.
Yo también... ¡Ey! Esta riéndose de mi, el muy... yo no le pedí que fuera a buscarme. No se como me siento como la mala de la película.
- No tenías porque seguirme la pista a lo James Bond, con algún artilugio que estés diseñando para vendérselo a el mejor postor.
Me mira sorprendido y si no me equivoco algo herido.
- Primero que todo, la tecnología para localizar teléfonos celulares, esta disponible en Internet. Segundo, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los fabrica. Y tercero, si no hubiera llegado a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo. Y si mal no recuerdo, no estabas muy entusiasmada, con sus métodos de cortejarte.
¿Quién usa es vocabulario? Levanto la mirada hacia Benjamin, que me observa con ojos brillantes ofendidos. Trato de poner mi boca en una línea recta, pero no consigo reprimir la risa.
- ¿De que cuento de hadas has salido? Pareces un caballero andante.
Veo que se le pasa el enojo. Su mirada se dulcifica, su expresión se vuelve calida y en sus labios parece esbozar una sonrisa.
- No lo creo, Alexandra. Un caballero negro, quizás - me dice con su sonrisa burlona, cabeceando - ¿Cenaste ayer?
Su tono cambio, es acusador. Niego con la cabeza, no comimos mucho ahora que lo pienso. Se le tensa la mandíbula, pero su rostro sigue impasible.
- Tienes que comer. Por eso te pusiste mal ayer, es la primera norma cuando bebes - Se pasa la mano por el pelo, pero ahora parece nervioso
- Eso ya lo se, ¿Acaso vas a seguir retándome?
- ¿Te estoy retando?
- Eso es lo que parece.
- Tienes suerte de que solo te este retando nada mas.
- ¿Quieres decir?
- Que si fueras mía, después del numerito de ayer, no te dejaría salir una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierra los ojos. Por un instante el terror se refleja en su rostro y se estremece. Cuando abre sus ojos, me mira fijo.
- No quiero ni pensar lo que te habría pasado.
Lo miro algo sorprendida, que sus manos se transforman en puños, los nudillos se le ponen blancos. Una de mis manos que sostiene la colcha para taparme, se dirige hacia su mano. Con intención de calmarlo, apoyo mi mano dudosa sobre la suya, se tensa, pero deshace su puño.
El se sorprende, no se lo esperaba, y yo tampoco.
Además ¿Qué le pasa? Como si fuera suya... bueno, no lo soy, aunque me gustaría serlo. La idea se abre camino entre cariño y enojo, por sus palabras arrogantes. Mi mano sigue sobre la suya.
- No me habría pasado nada, estaba con Gail.
- ¿Y el fotógrafo? - me pregunta, bruscamente
Mmm... Jack. En algún momento, tendré que enfrentarlo.
- Jackson, se ha pasado de la raya.
Trato de no darle importancia.
- Bueno, la próxima vez que se pase de la raya, alguien debería enseñarle modales
- Así que eres muy disciplinado - le digo entre dientes
- Oh, Alexandra, no tienes ni idea.
Cierra un poco los ojos y se ríe perversamente. Me desarma. De repente estoy confundida, enojada, enojada y al momento estoy contemplando su preciosa sonrisa. Uau... tendría que sonreír mas seguido. No me había dado cuenta, pero sigo apoyando mi mano sobre la suya. La retiro.
- Voy a ducharme, a no ser que prefieras ducharte tú primero...
No voy a pararme delante de él casi desnuda. Ladea de la cabeza, todavía sonriendo. El corazón me late deprisa, y el bulbo raquídeo se niega a hacer las conexiones oportunas para que respire. Su sonrisa se mas amplia. Se acerca a mí, se inclina y me pasa el pulgar por la mejilla y la comisura de mis labios, hasta el labio inferior.
- Respira, Alexandra - me susurra. Y luego se incorpora y se aparta - En quince minutos estará listo el desayuno. Tienes que estar muerta de hambre.
Entra en el cuarto de baño y cierra la puerta.
Suelto el aire que estaba reteniendo, ¿que estaba reteniendo. ¿Por qué es tan atractivo? Ahora mismo me metería en la ducha con el. Creo que ni con Adam me sentí así, es algo frustrante. Se me han disparado las hormonas al demonio. Me arde la piel por donde ha pasado su dedo, en la mejilla y el labio. Una dolorosa sensación me hace retorcerme. No entiendo esta reacción. Mmm... Deseo. Es deseo. Esto es deseo.
Me vuelvo a acostar sobre las suaves almohadas de plumas. Si fueras mía... ¿Qué haría si fuera suya? Hacia tanto tiempo que no sentía correr sangre en mis venas. Pero me pone los nervios de punta. Es poco claro, complejo y difícil. Un día me rechaza, al otro me manda libros que valen miles de dólares, y después me sigue la pista como un acosador. Y pese a todo, he pasado la noche en su habitación y me siento segura, creo. Protegida. Algo le preocupo, como para que venga a rescatarme de algo que, equivocadamente creyó que era peligroso. No creo que sea un caballero negro. Parece un héroe romántico.
Salgo de su cama y busco mis jeans, desesperada. Se abre la puerta del cuarto de baño y aparece él, mojado y resplandeciente por la ducha, todavía sin afeitar, con una toalla alrededor de la cintura, y ahí estoy yo... en ropa interior - que por suerte es nueva y de encaje, igual así - mirándolo boquiabierta y sintiéndome muy incomoda. Le sorprende verme levantada.

El contrato...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora