Simplemente yo.

Una pequeña reflexión.

No somos capaces de entenderlo, ¿o me equivoco, cariño?

Quizás una corta metáfora facilite la situación; no pierdo nada con intentarlo.

Imagínanos a ambas caminando entre la maleza y, por primera vez en nuestras vidas, contemplando una bella rosa; sus pétalos la visten de una inconsciente inocencia, haciendo parecer casi imposible el hecho de que aquella pequeña figura te pueda llegar a hacer daño.

"Sostenla", me dices.

Compartimos una sonrisa conmocionada, sin embargo, en el mismo instante en que mi dedo roza el tallo, una mueca de dolor se apodera de mi rostro; un pequeño grito sordo se escapa desde el fondo de mi garganta, derritiendo el color de mis pupilas con la agudeza de sus notas.

Te ríes.

No lo entiendes.

Escaneas mis expresiones y, sucesivamente, mi mano, encontrándote con una diminuta gota de sufrimiento.

"La herida es falsa, ¿cierto? Una pequeña florecilla no es capaz de lastimar a absolutamente nadie", y una carcajada se escapa de entre tus labios tras haber pronunciado aquellas palabras.

Secas mis lágrimas.

Sigues sin entenderlo, no obstante, la realidad te golpea con fuerza en el instante en que intentas sostener una segunda rosa del matorral; las espinas se incrustan en tu piel.

"Completamente inofensivas", afirmo con ironía, viendo cómo una lágrima traicionera recorre uno de tus sonrosados cachetes.

Sin importar que hayas estado ahí, ni mucho menos el hecho de que hubieses presenciado el momento en que sujeté la rosa, no fuiste tú quien experimentó la primera herida; no estuviste en mis zapatos, pero te agradezco por haberte deshecho de los mares que empaparon mi rostro durante el suceso.

Nuestras vidas han sido distintas, y nuestras mentalidades no son una excepción, por lo tanto no espero que me entiendas, pero gracias por el intento.