CAPÍTULO IV

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—¡Un inválido es más rápido que tú! —oía a la entrenadora gritarme desde las gradas, seguido de algunas risitas, tanto que critica y ni se para de allí, no la culpaba, ni le pagaban por ello y yo ni le hacía caso dejando que la flojera se apoderara de mí. Me merecía el comentario porque como niña pequeña, en vez de hacer lo que debería, me ponía a conversar con las personas que venían a hacer aĺgo de actividad física. Hace una semana decidí apuntarme a éstas clases, un grupo de mamás en su mayoría, que venían a despejar la mente al dejar a sus niños en clases dirigidas o en alguna otra actividad, abuelas cansadas de ver la televisión y saberse los diálogos de las telenovelas una y otra vez, algunos que otros estudiantes de la misma universidad, al no encontrar otro método para librarse del estrés, venían a drenarlo por las tardes pasando un rato diferente.

   Me disponía a trotar por todo el gimnasio, me fijé en las bancas y veía perfectamente a Blake leyendo un libro que, al parecer, estaba muy interesante. Alzó la vista de su libro posando sus cautivadores ojos verdes sobre mí, haciéndome perder la concentración un segundo, negué con la cabeza y me concentré otra vez en seguir trotando, antes de que la entrenadora me dijera algo al respecto.

   Oía los gritos del entrenador de los chicos que estaban practicando en la cancha de Basketball, se encontraba al otro extremo del gimnasio. Me había detenido de pronto, flexionándome y colocando mis manos sobre mis muslos respirando entrecortadamente, aparté un mechón de cabello que estaba pegado en mi frente lleno de sudor, me dirigía hacia mis pertenencias al extremo de la cancha para buscar en mi mochila una botella de agua fría, la agarré y bebí de ella, al momento en que pareciera que alguien la había empujado mágicamente, llenándome completamente de agua, por lo torpe que era y lo tembloroso que se ponía mi cuerpo al someterlo a trotes. Quité la botella tosiendo y sacudiéndome la camisa toda empapada, miré en todas direcciones esperando que nadie me haya visto, y así era, todos estaban concentrados en sus actividades, enfoqué mi vista en Blake y estaba esbozando una sonrisa mientras me observaba para luego taparla con su libro, lo fulminé con la mirada, maldigo el día en que decidí apuntarme a estas clases... pensé mientras sacudía mi camisa.

   Un «ohh, ohh» provenía de parte de mi grupo, levanté la mirada hacia ellos y estaban concentrados en el equipo de Basketball, volteé hacia los muchachos que jugaban y un balón se dirigía hacia mi rostro a toda velocidad, cerré los ojos esperando el golpe pero nada, al abrirlos, todos los presentes me observaban sorprendidos. En cuanto a Blake, estaba seriamente concentrado en la escena, volví a ponerme en mi posición inicial y veía como el balón en frente de mí se caía al suelo, estrujé mis ojos para ver si era real pero, terminé abriéndolos como platos mientras tapé mi boca viendo nuevamente al balón rebotando a mis pies.

   Centré mi vista otra vez en Blake, que al cruzar su mirada con la mía, se iba colgando la mochila en su hombro derecho, recogiendo su libro, abandonando las gradas y desapareciendo por la entrada del gimnasio. Me armé de valor para seguirlo, en el pasillo, lo veía caminando doblando a la esquina.

—¡Blake! —le grité, pero siguió caminando, empecé a correr, cuando lo alcancé decidí hablarle de nuevo.

—¿Cómo hiciste eso? —él solo se volteó a verme sin ninguna expresión en su rostro, deteniéndose a mi lado—. ¿Cómo hiciste eso? —insistí, juntando mis cejas y cruzándome de brazos.

—¿Hacer qué? —me respondió con sequedad, quedé incrédula ante su respuesta, él muy bien sabía de lo que hablaba.

—¡T-tú mismo lo viste! —dije frustrada—. ¡Dime qué hiciste o te juro que...!

—¿O qué? —me interrumpió, arqueando su ceja izquierda viéndome fijamente—, ¿qué te hace pensar que he hecho algo? Además, tú y yo sabemos que no eres capaz de matar a una hormiga —dijo finalmente mientras siguió caminando, abrí la boca para hablar pero la cerré de golpe ya que de la suya había salido una verdad sobre mí.

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