PRÓLOGO

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   "Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; el quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista". Apo. 21:19-20.

   Esmeralda, Rubí y Zafiro fueron tres diosas que permanecieron en nuestros inicios, al no tener ningún relato que afirmara su existencia, podría tratarse de tres espectros nobles. Fueron la armonía, el equilibrio perfecto que dió inicio a la vida. Nada se sabía de ellas, había sido un completo enigma hasta nuestros tiempos.

   Depositaron su esencia en tres preciosas piedras.

   Esmeralda era la valiosa y apreciada variedad verde hierba de berilo. Era la tercera piedra del pectoral representado la paciencia, el amor y la amistad. Se decía que, en tiempos del matriarcado, las sacerdotisas de la Diosa, utilizaban el poder de la esmeralda para comunicarse con las hadas y llegar hasta su realidad paralela sin perder la conexión con la realidad material. Fortaleciendo las capacidades artísticas y creativas; desbloqueaba e incrementaba la inspiración. Resultaba muy eficaz para elevar la vibración del campo bionergético y prevenir así a las personas de la enfermedad.

   Rubí era una variedad roja de corindón, transparente y brillante. "La piedra del Sol" por lo tanto, representaba la fuerza vital, el fuego interior, el amor y la pasión. Desde la antigüedad se consideraba que el rubí era una piedra de protección que acompañaba y ayudaba a quien la portara.

   Zafiro era la variedad de corindón azul y translúcida. Esta piedra energética destacaba por enfocar, calamar la mente y liberar los pensamientos negativos y no deseados. Una de las propiedades energéticas del zafiro es que aportaba paz interior, paz mental y serenidad, alineaba los planos físico, mental y espiritual restaurando el equilibrio del cuerpo. Representando la sinceridad, la fidelidad y la verdad en las relaciones humanas.

   La humanidad no estaba preparada para adentrarse en un mundo espiritual.

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