Capítulo diez

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Habían acordado verse en la planta inferior a las siete. Todos estaban allí a esa hora. Recorrieron el lugar en busca del estacionamiento, encontrando así una puerta dorada, ancha y de unos dos metros de alto, algo baja ya que parecía ser casi de la estatura de Ethan. Parecía como salida de un cuento de hadas, mística y con un aura que susurraba "ábreme". No tenía manija ni algo que la abriera desde afuera, sólo un botón negro al lado de ésta, como un timbre, o un detonador de bombas. Jason dió un paso delante de sus compañeros y sin dudar lo apretó. Todos esperaron que ocurriera algo mientras la misteriosa puerta silenciosamente se abría en cámara lenta. Observaron ansiosos al interior, medio esperando que dentro hubiesen más de veinte autos lujosos y último modelo. Mayor fue su sorpresa -o decepción- cuando notaron que el inmenso estacionamiento además de oscuro, también estaba completamente vacío. Nada era tan fácil.

—Listo, no podemos salir, vámonos. —Joey dió la vuelta para poder irse, no le gustaba demasiado el salir a hurtadillas, por lo tanto no encontraba nada atractivo ese plan.

—No irás a ningún lado, aguafiestas —lo detuvo Sky con una sonrisa.

—¿Cómo nos vamos? Quedó claro que sabían que nos escaparíamos —Kendra tenía razón y todos lo sabían.

—Esa mujer lo dijo, no tenemos permitido salir —dijo Evangeline, soltando un suspiro. Aún estaba agotada—. No sé siquiera para qué lo intentamos.

—¿Por qué complicarse tanto? Tomemos un taxi y problema resuelto —añadió Matt, pensando que era una buena idea. Y sí lo era, pero tenía sus pros y sus contras.

—¿Con qué dinero piensas pagar el taxi? Además, no sabemos alemán —respondió Alice con un tono muy obvio.

—Para algo tenemos poderes, ¿no? Bueno, es hora de utilizarlos —finalizó Ethan con ese comentario como respuesta—. Necesitamos algo de diversión y lo saben, así que muevan esos culos y hagan su magia.

Nadie estaba muy convencido pero ya que estaban ahí, no iban a regresar y aburrirse haciendo nada. Después de todo, se lo merecían.

***

Eran tantos que tuvieron que tomar dos taxis, pero de igual manera iban apretados. Para comunicarse con los conductores, Bethany hipnotizó a uno y Matt se introdujo en la mente del otro para indicarle qué hacer. A pesar de que los chóferes eran alemanes y no hablaban inglés, estos dos chicos supieron manejarlos muy bien, sus habilidades eran muy poderosas.

Para iniciar, la elección fue de los chicos, comenzaron yendo a un bar. Ellos querían divertirse, pero sobre todo querían tomar, todos menos Joey, pero ya se encargarían de él.

Buscaron por sus teléfonos alguna buena discoteca de Berlín y decidieron ir a Weekend Club, un famoso club de allí.

Al llegar, el ambiente era como lo esperaban, música a todo volumen, gente bailando y bebiendo, luces parpadeando por todo el lugar y un bar iluminado, con los mejores tragos. La decoración era moderna y poco sofisticada, con un tema especialmente blanco y negro.

Todos fueron a la barra para pedir la primera ronda, pero olvidaron el pequeño detalle de que ninguno hablaba el mismo idioma. Jason y Bethany intentaron con algunas señas, lo que los hacía ver algo ridículos, simulando vasos con sus manos y "descargando el líquido en sus gargantas". Kendra y Matt sostenían sus estómagos adoloridos por las exageradas carcajadas que soltaban, en ese momento, un barman se les acercó sonriente.

—¿Son ustedes americanos? Suelen venir aquí un poco perdidos, pero lo que no saben es que la mayoría de nosotros somos bilingües —comentó el barman con un fluido inglés, sin perder la sonrisa.

Doce Elegidos #CMLEAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora