Doce Elegidos #CMLEAwards

Capitulo doce

Los chicos tuvieron que dar gran lucha para que se les otorgara el placer de salir solos por las calles alemanas, luego de excusas, explicaciones y un par de gritos, se preparaban para ello. Cada uno decidió que sería bueno llevarse una mochila con algunas provisiones, sólo por si acaso. Sky batallaba con su bolso ya que metió un número excesivo de cosas en el. Dando un grito de frustración, llegan al rescate Ethan y Matt, uno empujaba hacia dentro la ropa y comida mientras que el otro forzaba el cierre. Ya todos listos, se despidieron cordialmente de sus mentores, prometiéndoles que regresarían. Elegidos, no hagan promesas que quizá no puedan cumplir. Dinah, la mentora de Madison, los guió hacia la salida, y ésta no podía ser más evidente: justo al frente de sus narices.

Un fuerte bullicio los impactó, las calles de Berlín podían ser ruidosas en las noches. Luces despampanantes los recibieron; autos fluían en el pavimento, grupos de amigos jóvenes gastaban un par de bromas a los ya no tan agraciados. Parejas compartiendo un poco más que besos y no faltaba más, hombres y mujeres jugando cartas con un buen vaso de cerveza a su izquierda. El idioma era algo evidente, pero eso ya no era un problema para ellos: la situación completa era tan poco real.

Decididos a no perder tiempo, buscaron de nuevo la dirección en el maltratado teléfono, y el GPS confirmaba que eso no estaba muy cerca. Tenían unos cuantos euros, pero definitivamente no los gastarían en un taxi. Caminaron unos metros hasta encontrarse en la parada de autobús, y estuvieron allí cerca de media hora, hasta que estuvieron cansados y subieron al primero que les pasó por la vista. Sabiendo que no se dirigía justo a su punto de llegada, le preguntaron al conductor que cuál sería entonces la parada más cercana a eso.

—Disculpe, quisiéramos llegar a la ZOB, cual sería la parada más cercana a esto? —preguntó Abraham, que era el que todavía poseía el teléfono.

—No muchos autobuses se dirigen allí, pero la parada 43 los dejaría a un par de calles —respondió el amable señor, con mejillas sonrosadas y un gracioso bigote. Agradeciéndole, ocuparon casi la mitad del autobús.

Jason iba cabezando en el asiento, cerrando los ojos cada poco par de segundos. Kendra pensó que sería gracioso asustarlo así que le pidió un poco de ayuda a Bethany, para rememorar el día de The Weekend Club. Respiraron profundo y empezaron a cantar, o chillar, la famosa canción de Miley Cyrus, "Wrecking Ball", y cuando llegaron a dicha parte, las dos se lanzaron encima de él, propiciándole un susto enorme. Al principio, Jason se molestó y gritó, pero luego de ver cómo sus compañeros no paraban de reír, se unió a sus risas, porque la situación sí era un poco graciosa. Sólo un poco.

El conductor los veía con nostalgia, recordando su juventud, días en los cuales solía divertirse y disfrutar de la vida más que en la época actual. Unos minutos más tarde les indicó que ya habían llegado a su destino y que sólo tenían que caminar tres cuadras hacia la derecha para llegar a la ZOB. Despidiéndose, se embarcaron en una nueva aventura. Las calles no estaban tan oscuras como pensaron, pero tratándose de un estacionamiento inhabitado, no podía ser nada muy agradable. Edificios de diferentes tamaños y tonalidades se cernían entorno a las calles, pero en definitiva el más inmenso era el del estacionamiento, y también el más feo. Creyendo ser lo suficientemente valientes, entraron en parejas para protegerse el uno al otro, pero el interior no era tan malo como el exterior. El arte graffitero se expandía a través de sus paredes, colores brillantes le daban vida a aquel antiguo lugar, dibujos y letras, dedicaciones de amor, acción poética. Las luces también ayudaban, no eran tenues y parpadeantes como aspiraban, sino fuertes y brillantes. Encontraron un graffiti particular firmado con un "Anónimo".

—"Si el premio quieres obtener, subir al siguiente piso es lo debes hacer" —leyó en voz alta Ethan.

—Que ser tan particular —exclamó Alice, rodando los ojos.