Capítulo 1

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Bella miraba a través de una de las ventanas del coche de su padre, dejando descansar sus pequeños brazos en su regazo. Miró su nuevo pueblo con atención mientras seguía sin entender por qué tenía que mudarse.

- Isabella - escuchó la dulce voz de su madre llamándola y quitó la vista del camino para mirar a la mujer que le devolvía la mirada desde el asiento del copiloto - ya hemos llegado.

La niña asintió y se desabrochó el cinturón para luego abrir la puerta y salir del vehículo. Fijó su vista en su vestido verde y con las manos se colocó bien la falda de este.

- Bienvenidas a nuestro nuevo hogar - dijo su padre y Bella sintió una de sus manos sobre sus pequeños hombros.

La casa que tenían frente a ellos era de un color blanco con detalles marrones, la niña calculó que tendría tres plantas. Miró a su alrededor y reparó en que todas las casas de la urbanización eran iguales aunque podían diferenciarse fácilmente por los objetos que decoraban los jardines.

- Es muy bonita - logró decir - ¿podemos entrar ya?

Sus padres caminaron con decisión hasta la puerta y de un momento a otro los tres estaban dentro de la casa. Frente a ellos había una enorme escalera que conducía a la siguiente planta, a la izquierda se distinguía la cocina y a la derecha un salón que a su vez tenía unas puertas correderas que daban la bienvenida a un gran comedor.

La pequeña subió rápidamente las escaleras mientras escuchó a su madre decir "ten cuidado, te vas a caer" pero continuó subiendo hasta que llegó al final de las escaleras y giró a la izquierda donde había un largo pasillo. Había cuatro habitaciones.

- ¡Mamá! - llamó Isabella desde el pasillo. Cuando escuchó un "¿Qué pasa?" de su madre desde la planta baja continuó hablando - ¿¡Puedo escoger mi habitación!?

- ¡Lo siento, cariño! - escuchó otra vez la voz de la mujer acompañada de unos pasos subiendo las escaleras. Pronto su madre apareció - ya la hemos elegido tu padre y yo por ti - contestó acariciándole el pelo castaño a la niña.

- ¿Y cuál es? - preguntó un poco triste.

Su madre la condujo hasta una de las habitaciones del fondo del pasillo, a la izquierda. La niña abrió la puerta blanca y pudo ver una amplia habitación. Las paredes estaban pintadas de blanco y su cama era alta y tenía una colcha rosa, los muebles eran de madera, algunos blancos y otros marrones. Bella se alegró de que su habitación no tuviera más de dos cosas rosas ya que no le agradaba mucho ese color.

- Quédate aquí un rato jugando - dijo su madre - los hombres de la mudanza aún deben colocar muchas cosas, papá se ha ido a trabajar y yo prepararé la comida - le explicó a la pequeña - intenta no hacer mucho ruido.

Bella asintió y su madre cerró la puerta dejándola sola. La castaña buscó algo con lo que entretenerse pero sus muñecas no estaban por ninguna parte, debían estar en alguna de las cajas que aún debían colocar los hombres de la mudanza. Aburrida recorrió con la vista su habitación y se fijó en que tenía un pequeño balcón, abrió las dos puertas blancas y con cristales que separaban la habitación del pequeño balcón.

De repente se dio cuenta de que justo en frente del balcón de la habitación había otro, el de una de las habitaciones de la casa de sus vecinos. Observó con atención y descubrió que se trataba de la habitación de un niño, tal vez de su edad. Se asustó cuando alguien entró a la habitación que estaba mirando, era un niño. Bella se fijó en que su pelo era de un castaño oscuro y estaba perfectamente peinado, no pudo ver sus ojos pero sí su vestimenta. Vestía un uniforme de colegio, el mismo colegio al que iría Bella la semana siguiente.

- ¡Isabella! - escuchó gritar a su madre tras ella y luego sintió que la arrastraba hacia la habitación. - no vuelvas a salir ahí sin mi permiso, ¡podrías caerte!

La niña asintió y dejó de mirar los ojos esmeraldas de su madre para fijarse en la habitación de su vecino. Él ya no estaba. Suspiró con resignación y se prometió a sí misma que se haría amiga de ese niño.

La mañana del sábado Bella se levantó temprano y escuchó ruidos que provenían de la cocina. Se frotó los ojos con sus pequeñas manos y se dispuso a salir de su habitación. Bajó lentamente las escaleras y entró en la cocina para ver a su madre caminando de un lado a otro acompañada de dos mujeres más.

- Mami - dijo para llamar la atención de la mujer.

- Buenos días, mi niña - contestó su madre sin mirarla mientras llevaba platos a un lado de la cocina.

- ¿Qué haces?

- Tu padre me ha dicho que ha invitado a los vecinos a comer y necesito preparar la comida antes de que vuelva del trabajo - explicó.

Bella procesó la información, "ha invitado a los vecinos a comer, eso quiere decir que ese niño vendrá a casa" pensó y sonrió sin ocultar su ilusión por hacer un nuevo amigo.

- Por cierto, estas son María y Olga, nos ayudarán en casa a partir de hoy - continuó hablando su madre - ahora ve a tu habitación y haz tu cama mientras te preparo el desayuno - ordenó.

Pocas horas después Bella ya estaba detrás de la puerta esperando la llegada de sus vecinos. Por millonésima vez pasó las manos por la falda de su vestido morado para que no tuviera ninguna arruga y tocó con mucho cuidado su pelo para no despeinarlo. Mamá había dicho que debían dar una buena impresión.

Escuchó el timbre de su casa y dejó de mirar al suelo para fijar su vista en la puerta mientras su madre se colocaba detrás de ella y le ponía sus manos en ambos hombros. Su padre asintió dando el visto bueno a las dos mujeres de la familia y abrió la puerta.

Por unos segundos pudo ver a una familia de seis componentes. Dos adultos y cuatro niños, dos niñas y dos niños. Su padre se puso delante de la puerta para recibir a los vecinos y no pudo descifrar si el niño de la habitación del frente era uno de ellos.

- Y estas son mi mujer Anne y mi hija Isabella - escuchó decir a su padre y volvió a centrar su atención en los recién llegados.

- Que niña más bonita - dijo la mujer - estoy segura de que te llevarás bien con mis hijos - continuó e hizo una seña a sus cuatro hijos para que se acercaran a la niña.

Y ahí estaba él, se fijo en sus ojos azules y brillantes. Rebozaban alegría. Por un momento el niño le sonrió e Isabella desvió la vista avergonzada.

- Estas son Emma y Francesca - señaló la mujer a las dos niñas, que eran las más pequeñas de la familia - y estos son Bruno y Jake - dijo esta vez presentando a los niños. Bruno parecía ser el mayor de los hermanos y Jake el que le seguía.

"Así que se llama Jake" pensó "bonito nombre" sin embargo no lo pronunció en voz alta.

Lost BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora