Pasan los días, y llegamos al final de Septiembre, coincidiendo de vez en cuando con Hugo en el autobús, aunque sin sentarme con él, conformándome con mirarle de vez en cuando, mientras me hacía la despistada. En clase, hablando de nuestras cosas, aunque sin embargo típicas cosas sin importancia, nuestras miradas de vez en cuando siguen, pero yo no quiero ser ingenua, ni hacerme ilusiones. África sigue diciéndome que todo esto está siendo muy complicado, a la vez que Lucía, que por su parte, está más feliz que nunca con su relación con Martín, con el que cada vez tengo más confianza y me llevo mejor. Es una persona que me entiende genial la verdad, podría decirse que intuye bastante bien por su parte lo que me ocurre con su mejor amigo, Hugo, pero nunca se lo ha dicho, esta relación que hemos forjado se debe un poco gracias a la guarra, que sigue haciendo todo lo posible por seguir con Hugo, sí, seguir, porque después de unos cuantos días detrás de él, se ve que se enrollaron un día que quedaron para no sé qué ni me importa, y mi gran amistad con Martín se debe, en parte, gracias a ella, ya que compartimos la misma sensación al verla, se podría decir que no nos cae del todo bien.
Hace unas semanas, todo el curso empezó a hablar del viaje de fin de curso, resulta que el año pasado hubo unas complicaciones con las reservas y tuvieron que dejarlo para este año. Nos vamos de viaje a Doñana, con tres autobuses llenos de niños de 15 años, cinco horitas ricas ricas. La verdad es que por ahora no me apetece mucho el viaje, me da un poco de pereza, aunque espero que con toda la ilusión que tiene la gente se me pegue, ya que solo queda una semana.
Me levanto, me preparo, desayuno, cojo mis cosas y como todas las mañanas me dirijo a la parada de bus. Subo, y ahí esta él, hago como que no le he visto, como casi todas las mañanas, ya que no solemos hablar mucho en el autobús, y cuando estoy a punto de sentarme oigo mi nombre a través de los cascos, me giro y ahi está, dando golpecitos en el sitio de al lado para pedirme que me siente junto a él mientras me sonríe. Tan cercano a veces y tan distante casi siempre, pero me vuelve loca. Me quito un casco;
-¿compartes? Es que se me han olvidado los míos. - me dice señalando el auricular. Se lo doy con una sonrisa y me da las gracias. - ¿No puedes poner otra canción? La que tenías el día que nos conocimos estaba bastante bien. -Flipo.
- ¿Cual? - me hago la sorprendida, como si no me acordara de qué canción tenía puesta aquel día, aquel magnífico día. Se rasca la nuca pensativo y me contesta:
- Pues esa canción, ¿no te acuerdas? -parece sorprendido, y por un momento creo que hasta siente vergüenza, pero descarto eso rápidamente en mi cabeza. - Era una de Green Day, twenty one guns, creo. Bueno, espera, si no da igual, mejor te enseño yo un grupo que me encanta se llama The All American Rejects, ¿los conoces? - niego con la cabeza. - pues déjame que te los pongo en mi móvil. - Se lo saca del bolsillo, y con una sonrisa de oreja a oreja me devuelve el otro casco para que pueda escuchar mejor su canción, mientras espera a que le de mi veredicto como un niño pequeño espera a que le den su regalo de cumpleaños. Cuando la música acaba de sonar, me quito los cascos y sonrío.
- No ha estado mal.
- No mientas, si te ha encantado, dime la verdad. - me dice inclinando la cabeza y sonriendo de lado.
- No ha estado nada, nada, mal. - le digo mientras me voy acercando con cada palabra. - no me disgusta. - le digo a tan solo unos centímetros y con una sonrisilla, pero rápidamente, avergonzada, me aparto. No suelo hacer estas cosas, no son nada propias de mí, en absoluto. Pero el se ríe, como si no hubiera notado nada, y pone sus manos en mis caderas, de repente, me empieza a hacer cosquillas;
- ¡Mentirosa!, -me dice mientras me quedo sin respiración, y el se ríe- ha sido la mejor canción que has escuchado en toda tu vida y lo sabes, ¡dilo!- hasta que no me ve asentir, mientras lágrimas de risa caen por mis mejillas, no me deja ir. Y cuando por fin lo consigue, sonríe satisfecho. - Así me gusta, no sabía que las cosquillas fueran tu punto débil. -me dice mientras todavía sigue riéndose.
- Pues no lo son, lo que pasa es que me has pillado desprevenida, eso es todo.
- ¿Por qué nunca nos sentamos juntos en el autobús? -me dice con un tono más serio.
- Es que nunca te veo. -miento. Me mira con cara acusadora y me amenaza con hacerme cosquillas de nuevo. - Vale, vale, es que CASI nunca te veo. - Puede que se lo haya creído o haya decidido no insistir más, así que con una sonrisa triunfante añade:
-Pues a partir de ahora, yo siempre te reservaré un sitio a mi lado para que nunca jamás tengas que ir sola y aburridísima en el autobús, y puedas pasar un buen rato con un tío como yo.
- Como quieras, aunque tampoco te creas que merece la pena, he estado la mitad del camino ahogándome por tu culpa, y la otra mitad escuchando tu mierda canción y como hablabas de "ese grupo tan guay" - digo poniendo unas comillas en el aire y tono irónico.
- Pues la verdad, yo no lo veo así, has estado ahogándote por cosquillas, que en mi opinión no es nada malo, y segundo, te he descubierto un grupo que no estaba "nada, nada mal"- dice poniendo una voz aguda para intentar imitarme mientras se acerca con cada palabra y una sonrisa torcida. Se ha dado cuenta, siento como las mejillas me arden, pero no me puedo ir a ningún sitio así que sigo ahí escuchando lo que me dice.- Así que tienes dos o más razones para dejarme reservarte un sitio a mi lado, a parte, conseguiré que la vieja gorda de todas las mañanas, no se siente a mi lado y me coma con sus michelines. Así que es decisión tuya, o salvarme la vida de morir ahogado en la tripa de una señora o sentarte con migo. Tú decides.
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Thoughtkeeper
Teen FictionAndrea, una chica de 16 años no puede más, algo que lleva arrastrando desde hace ya mucho tiempo la tiene cansada. Así que decide cambiar su vida por completo, se despide de todo lo que conocía hasta ahora en su antiguo colegio, y se cambia a un nue...