Trabajaba en un café del centro de la ciudad como cajera. Nada grande, a decir verdad; pero me servía para pagar mis gastos básicos y algún que otro lujo que me gustaba darme de vez en cuando. Catlin decía que debía abandonar aquel trabajo cuando antes, pero, honestamente, no estaba en condiciones de rechazar un puesto estable como el que tenía. En un principio, había comenzado como camarera; pero la señora Brown, dueña del local, se había dado cuenta de que el equilibrio y yo no hacíamos una buena pareja, sobretodo cuando un cliente casi se había muerto por el impacto de todo el contenido de mi bandeja en su cabeza. Aquello había sido una buena razón para enviarme a trabajar detrás de la caja registradora.
-Son dieciocho dólares —dije, de forma desganada, al muchacho que esperaba su cuenta.
El joven me pagó y se fue a esperar su pedido.
Apoyé mis codos contra la barra, hundiendo la cabeza entre mis manos, con cansancio. No eran ni las cinco y media de la tarde del viernes y lo único que quería hacer era dormir, dormir y dormir. La semana tenía la capacidad de dejarme sin ganas de nada. Suspiré por enésima vez en diez minutos, cuando una brillante y familiar cabellera negra me llamó la atención entre la multitud. Efectivamente, segundos después, una alegre Catlin apareció frente a mí.
-¿Cuánto falta para que acabe tu turno? —preguntó animadamente.
—Unos… —miré mi reloj— veinte minutos.
—Realmente no sé por qué sigues con este trabajo —musitó, jugando distraídamente con un sorbete.
Le dirigí una mirada reprobatoria.
—De acuerdo, de acuerdo, te espero en alguna mesa, entonces —replicó con resignación—. ¡Debemos hacer un largo paseo! —agregó luego, cambiando su mueca por una enorme sonrisa.
La miré con desconfianza.
— ¿A qué te refieres exactamente con paseo? —pregunté.
—Ya lo verás —aseguró alegremente, mientas se abría paso entre la gente para ocupar una mesa.
Oh, oh. Aquello no podía significar nada bueno.
Cuando por fin acabé mi turno, me acerqué a la mesa de Caitlin, quien se encontraba hablando por teléfono móvil. Cuando llegué, se despidió, cortó la comunicación y se puso de pie con entusiasmo. Después de dejar el dinero sobre la mesa, me tomó de la mano y me arrastró fuera del local. No comprendí qué era lo que quería hasta que me vi dentro de Armani, un costoso local de ropa en el que Caitlin trabajaba como dependienta. Mi amiga me sonrió inocentemente mientras yo intentaba huir.
—¿Qué planeas, Bieber? —pregunté, mirándola acusadoramente.
—Saldremos hoy por la noche para asistir a la inauguración de un nuevo bar—me comentó, muy tranquila—, y, obviamente, necesitas algo que ponerte.
Le sonreí fingidamente.
—Caitlin, sólo quiero llegar a casa y dormir —repliqué—. Dor-mir.
Ella rió de forma melodiosa.
—Míralo así —expuso—. Cuanto más rápido terminemos aquí, más tiempo tendrás para dormir la siesta. Saldremos tarde.
Suspiré y me dejé arrastrar a la zona de los probadores por mi maquiavélica amiga.
Después de unos cuantos minutos dando vueltas y llevando prendas de aquí para allá, logré convencer a Caitlin de que un pantalón oscuro, algo ajustado, y una camisa roja, bastante más pegada al cuerpo de lo que me gustaban a mí, eran suficientes. Después de un breve intercambio de opiniones, mi amiga aceptó. Ella ya tenía sus bolsas cuando yo estaba saliendo del probador. Después de pagar mis prendas, las dos salimos del local y buscamos un taxi. Pronto llegamos a nuestro apartamento, con el sol ya poniéndose por el horizonte. Cuando llegamos a nuestro piso, Miley ya se encontraba allí. Estaba sentada en la mesa, escribiendo en su ordenador.
— ¿Sesión de tortura? —preguntó nuestra amiga, señalando las bolsas.
Asentí, mientras Caitlin rodaba los ojos.
Dejé mis bolsas apoyadas contra un mueble y, sin molestarme siquiera en cambiarme, me dejé caer sobre el amplio sofá color crema. Escuché la risa de mis amigas mientras murmuraba:
—Estoy muerta.
—Puedes morir en paz —me aseguró Caitlin, divertida—. Te despertaré dentro de unas horas.
Se lo agradecí con una sonrisa de satisfacción, antes de hundir mi cabeza entre los almohadones.
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Casi Platonico (JustinBieber Y Tu)
FanfictionDicen que de la amistad al amor hay un solo paso. Sin embargo, en muchas ocasiones, un paso no es suficiente; sobre todo si sabes que tu mejor amigo nunca podría fijarse en ti. Pero... ¿será siempre así? PD: En esta novela el Shastem se supone que e...