POV Emy:
Tal vez fue porque la extrañaba demasiado. Tal vez porque acaba de descubrir que la amaba. Tal vez porque quería que mi odiosa prima y mi madre se callasen la boca y supiera que conmigo ya no se volvían a meter jamás. O tal vez fue por el simple hecho de saber que era lo correcto, lo normal, lo más lógico o lo más sencillo. Pero deje que Astrid me abrazara.
Me perdí en el momento, en la calidez de sus brazos, en el compás de su respiración y en lo dulce de su aroma.
¡Por favor, por favor, por favor! ¡No dejes que este sueño acabe! Rogué muy fuerte para mis adentros.
Ella estaba tan bien en su papel de novia devota que parte de mi ser se rompía y sangraba al comprender que tal vez nunca se comportaría así conmigo, pues finalmente solo estábamos fingiendo.
Apreté mi cara contra su pecho un poco más. ¿Dónde demonios tenía la cabeza cuando acepte este tonto trato? Es más, ¿Qué diablos me pasó que me enamoré de mi mejor amiga?, ¿Cómo se suponía que tenía que pasar las siguientes horas sabiendo que serían la últimas para estar así con Astrid?
Sentí como me mantenía apretada contra su cuerpo mientras que me acariciaba suavemente con sus manos. Y por un pequeño instante me deje llevar pensando en que quería cuidarme, protegerme. Sus brazos eran cálidos en comparación con el frío del clima. Saboreé el instante. No importaba lo que sintiera ella por mí.
Suspiré e hice un esfuerzo para evitar las lágrimas. Levanté mi cara, busque sus ojos y me perdí en ellos. No supe que fue lo que vio en los míos, pero se inclinó sobre mí y me beso apasionadamente, tal como lo hizo la primera vez.
Lo hizo con delicadeza, cautela y calidez, como si no quisiera que me asustara o alejara. Y yo, solo la abracé y la atraje hacia mí. Durante unos preciosos segundos no hubo pasado ni futuro, solo presente. Sabía que aquello no duraría más allá de esta noche, pero al menos podría recordar que durante unos instantes ella había sido mía.
Una eternidad más tarde nos separamos sin decir nada y retiré los brazos de su cuello. Podía aún notar el olor de su colonia, y sentir aún el sabor de su boca. Sólo esperaba no olvidar nunca aquel instante.
Me las arreglé para sonreír. Resultaba una cruel ironía que sólo estuviera conmigo para ayudarme, mientras que yo la amaba con todo mi corazón.
Tan metida estaba en el momento que no fue hasta que la abuela se aclaró la garganta que caí en la cuenta de que estábamos en el vestíbulo, con toda la familia dentro de la casa.
— Gabriel—, Gritó la abuela comenzando a caminar como si no hubiese pasado nada de nada.— ¿Por qué no atiendes a tu suegra y le ofreces un poco de alcohol?— Mientras pasaba por nuestro lado (Ast y yo todavía estábamos medio abrasadas) sonrió y nos guiño el ojo.— Me apetece un poco de tequila con limón o que tal un orgasmo...— La voz de la abuela se perdió conforme fue avanzando.
— Tu abuela es todo un caso.— Me dijo a la vez que acomodaba un mechón de mi pelo tras mi oreja y se aguantaba las ganas de reír gracias a la peculiar bebida pedida por la abuela.
— Ni que lo digas. — Le sonreí de vuelta.— ¿Sabes que se rompió la cadera intentando bailar break dance?
— ¡¿Qué?
— Tiene algunas cintas de video con los pasos del baile y trataba de imitar una vuelta un poco complicada cuando se cayó y se golpeó con una piedra de la chimenea.
— ¡Pero tiene como setenta años! — Exclamó con los ojos abiertos como platos y tratando de ver a la Abuela.
— Setenta y cinco.— Corregí.— Pero le gusta el rock pesado, las películas de acción, y flirtea con todos los hombres que se le ponen enfrente, y bebe y maldice peor que un marinero cada vez que le viene en gana.
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Mamá, Papá... Soy Gay
Romansa- ¡Mamá! No puedo presentarles a mi pareja. - ¿Por qué? - Mamá, papá... Soy gay. NOTA: La historia no es mía Todos los derechos al autor