Capitulo 11

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  POV Emy:

Ya no podía. No aguantaba más. Me daba por vencida. Tiraba la toalla.

Apenas eran las tres de la tarde, pero ya lo había decidido. ¡Cynthia moría hoy! O le explotaba el pavo en la cara o se envenenaba con el vino o el arbolito la aplastaba en medio de la sala, pero de que no celebrara la siguiente navidad dependía de su capacidad de mantener la boca cerrada, lo cual estadísticamente era muy poco probable. Digo, ¡Ni que el mundo se fuera a acabar solo porque no llevase puesto hoy en la noche un vestido último modelo!

Y por si fuera poco a mi querida madre y a mi adorada y excéntrica tía se les había subido el espíritu navideño a extremos inimaginables.

Larissa era una ama de casa excelente, y la tía Laura era una muy buena secretaria que escribía más de setenta palabras por minuto, pero ¡Dios nos salve cuando se trata de cocinar! Más, si las dos están en la cocina, solas, con un horno, una estufa y una batidora de por medio. O sea, ninguna de las dos, ni siquiera mi madre, podía destacarse cuando se trataba de... comida.

La última vez que estuvieron juntas en la cocina se las ingeniaron para descomponer la tubería, hacer corto con la licuadora y dejar un olor a huevo podrido,— Que tardo tres meses en desaparecer— mientras hacían emparedados para cenar.

No conformes con eso, y precisamente este año, se les había dado por querer hacer la cena: consomé al jerez, canelones rellenos, pavo en salsa de naranja, ensalada de manzana y fruit cake. Resultado: Yo metida en la cocina haciendo la cena, supervisando que la cocina no explotase y los bomberos no vinieran a pedir posada.

— Laura, ¿Cuánto decía de azúcar?— Preguntó mi madre que parecía de setenta gracias a las "canas" producto de la harina.

— ¡Dos cucarachitas... digo cucharaditas!— ¡Osea, una cena! ¡Iban a hacer T-O-D-A una cena! ¿¡Y no sabían leer!?

— Bien, dice que precalientes el horno a 1800 centígrados. ¿Puedes prenderlo?

— Son 180, mamá. — Corregí y me pare a quitarle los cerillos a la piro maniaca de mi tía. Prendí el horno y me apresuré a quitarle de las manos la batidora a mi madre. Terminé de mezclar la pasta, las dejé que la sirvieran en el molde y creyeran que habían cocinado el pastel, y me apresuré a picar la manzana.

Tres horas y un pastel y ensalada hechos, canelones medio hechos y un pavo sin siquiera descongelar, después, estaba a punto de sufrir un colapso.

— ¿Ya esta lista la cena, cariño?— Preguntó mi padre entrando en la cocina y yendo a abrazar a mi mamá por la cintura. Mi padre ya se había bañado, perfumado y arreglado.— ¡Vaya!— Exclamó viendo el desastre que era la cocina con manchas de comida en las paredes gracias a la falta de comunicación entre mi tía y la batidora, pues según ella, la batidora había despertado de malas.— ¿Necesitas ayuda?

— No. No. Ya terminábamos, de hecho ya nos estábamos subiendo a arreglarnos. Solo falta que Emy termine de hacer los canelones.— Dijo mi madre mientras se quitaba el mandil. — Laura, son las seis y media. Vayamos a ponernos guapas. Cariño. — Me llamó,— ¿Terminas por mí? Y si puedes la das una limpiadita.— Señaló con la cabeza la cocina, yo la fulminé con la mirada e iba a responder cuando mi tía se me adelanto:

— Tienes que decir que sí, no querrás que cierta personita vea tu casa así y piense que eres una sucia. — Me sonrío con la misma sonrisa de maniaca que comparte con su hija y se fue de la cocina.

¡Já! Ya verían quién era Emily Green.!

Acababa de descubrir que todo había sido un complot entre Cynthia y la tía Laura para que no estuviese lista.

— No se va a poder, porque también debo prepararme. — Ante la mirada atónita de mi madre, a quien jamás faltaba el respeto, me di media vuelta y caminé hasta mi habitación, allí, me encaminé a mi librero, busqué en mi estuche de cd's hasta que encontré el que buscaba, lo puse en el estéreo y subí el volumen. Me coste en mi cama y cerré los ojos. Poco a poco las notas de The Only Exception de Paramore inundaron el aire...

When i was younger
I saw my daddy cry
And cursed at the wind
He broke his own heart
And i watched
As he tried to reassemble it

And my momma swore that
She would never let herself forget
And that was the day i promised
Id never sing of love
If it does not exist

But darling,
You, are, the only exception
You, are, the only exception
You, are, the only exception
You, are, the only exception

Maybe i know, somewhere
Deep in my soul
That love never lasts
And we've got to find other ways
To make it alone
Or keep a straight face

And i've always lived like this
Keeping a comfortable, distance
And up until now
I had sworn to myself that i was content
With loneliness

Cos none of it was ever worth the risk, but...

Me relajé cantando la canción y sé que fue tonto e infantil o simplemente fue mi muy recién descubierto amor, pero mientras cantaba cada palabra, cada verso y cada estrofa lo único que hacían era que la imagen de la cara de Astrid se proyectara en mi mente. Suspiré y me dispuse a arreglarme. Solo esperaba no tardarme tanto así que con mi vestido tendido sobre la cama, mis zapatillas fuera de la caja, el poco maquillaje listo y en orden sobre la cama y con las botellas de poción alisadora en la mano, entré al baño para ducharme y prepararme para la que sería una Navidad inolvidable.

POV Astrid:

No sabía por que me molestaba en hacerlo, si desde siempre había sido una pérdida de tiempo, esfuerzo y gel. Mi pelo y los peines jamás podrían llevarse bien. Todos me lo habían dicho: Tu cabello es totalmente indomable. Pero aún así no perdía la esperanza de poder controlarlo, más ahora que se trataba de una situación sumamente importante, es decir, no conoces a tus fingidos suegros todos los días.

Me había bañado, enjabonado y perfumado más que otras veces, pues quería causar buena impresión. Había decido usar el típico y siempre confiable traje negro, camisa blanca y corbata roja, pero mientras me miraba en el espejo noté que era demasiado formal. Cambié unas cinco veces el color, tamaño y forma de mi corbata, cuando caí en la cuenta de que era precisamente ese accesorio el que me confería un aspecto demasiado formal. Desistí de usarla y me cambié de camisa.

Tarde por lo menos media hora en decidir que ninguna me gustaba, así que enfurruñada, frustrada y desesperada por ver y abrazar a la madre de mi felpudo hijo, me despojé de toda mi ropa hasta solo quedar ropa interior. Vacié sobre la cama toda la ropa que tenía y fruncí el ceño al darme cuenta de que me estaba comportando como la típica chica que no sabía que usar en su primera cita. Y se supone que yo no soy asi. Finalmente y después de pensarlo un rato me decidí por mi atuendo: pantalones negros con zapatos del mismo color, una camisa de manga larga color verde, y en lugar del saco un sweater color verde, después de todo cuando Emy los escogió. — Tanto la camisa como el sweater.— Dijo que me quedaban bien.

Mi cabello quedo como siempre: Perfectamente desordenado, los zapatos estaban brillantes, la ropa perfectamente planchada y mi abrigo descansaba en el armario junto con el regalo de Emy. En otras palabras estaba impecable.

Miré el reloj y noté que faltaba poco más de una hora para que me presentara en casa de mi mejor amiga, suspiré. ¿Cómo demonios se suponía que debía pasar el tiempo?, ¿Cómo, **** sea, se suponía que debía aguantarme las ganas de estrecharla en mis brazos? Y por si eso no fuera suficiente «El llevar doce horas sin verla». No iba a poder pasar el siguiente tiempo a su lado, bueno no técnicamente, ¿Cómo me iba a ver si la besaba hasta casi devorarla enfrente de sus padres? Cynthia sinceramente me importaba un comino, pero los suegros son los suegros.

De que la extrañaba no había duda y eso era algo extraño y nuevo para mí. No la entrañaba por que me sintiera sola, aunque debía de admitir que era una buena razón, la extrañaba por que como decía entes, me había acostumbrado a su presencia, es... ¿Cómo decirlo?... Pienso en cómo sería la vida con ella, cómo sería despertar a su lado por las mañanas y llevarla a la cama por las noches. Yo tendría a alguien con quien hablar, con quien compartirlo todo, tanto lo bueno como lo malo; alguien a quien consolar y con quien consolarse, pues si había una persona que me conociera, incluso mejor que yo misma, esa era ella. Ella siempre estaba allí, dentro de mí, conmigo. Donde quiera que fuese iba conmigo. Nunca me había dejado...

Así que si por primera vez tenía que ser yo quien la ayudara, iba a poner mi mejor esfuerzo: Sería la mejor novia que jamás los Green hayan conocido.

POV Cynthia

Todo estaba patas arriba. Todo me estaba saliendo mal, por más que lo intentaba no podía sacarla de sus casillas. Tal vez una mosca le había picado o los extraterrestres le habían lavado el cerebro, pero el caso es que no lograba hacer que Emy se molestara.

Y si a todo eso le agregamos la sacada de onda que me había provocado en el centro comercial al no presentarme a su amigo... Y por cierto ¡Que amigo!

Casi me orino en los pantalones cuando vi a ese adonis de ojos grises y pelo rubio se acercaba a nosotras y juro por Dios que no me desmaye de puro milagro cuando se acercó a hablar con mi prima. O sea, ¿Desde cuándo tiene amigos? ¿Y sobretodo amigos guapos y ricos y que confirman que tiene novia? Claro que lo más seguro es que se gastara una muy buena fortuna. —Pobre del tío Gabriel—, en pagarlos pues ¿De qué otra manera pudo mi prima crear toda esta farsa cuando es bien sabido por toda la mitad femenina de la familia que ella es poco agraciada y no tiene amigos?

Saqué el vestido rojo que tenía guardado en la maleta y que desde un principio pensaba en lucir, mi patético intento de hacer enfadar a Emy con mi desfile de modas al parecer tampoco la había irritado.

Me alisé, si es posible más, mi pelo y detallé mis ojos con sombras rojas y delineador negro, mis pestañas, luego de enchinarlas, recibieron su dosis de dos capas de rimel. Mis labios los pinte de color rojo y les puse brillo. Me colgué un collar de bolas negras y grandes muy de moda, unos aretes a juego y me decidí por unas sandalias negras de tacón de aguja de doce centímetros.

Me miré en el espejo.

— ¿Estas lista, cariño?— Me preguntó mi madre saliendo del baño.

— Yo siempre, madre. ¿Qué piensas usar tú?— Le pregunté mientras le daba unos toques de espray a mi cabello, ni un solo pelo debía de salirse de su lugar.

— Oh. El vestido azul que me compre en la semana. ¿Te parece bien?

— Creo que vas a opacar a tía Larissa.— Le dije y Laura sonrío satisfecha, ella envidiaba el matrimonio de mis tíos.

— ¿Se tienen que tardar tanto siempre?— Inquirió mi padre desde la puerta viendo que mi mamá aún no estaba vestida.

— Yo ya estoy lista, papá. — Me defendí. Él volteo a verme e hizo una mueca.

— ¿Qué no traes otro vestido? — Preguntó con el ceño fruncido.

— Tengo varios, sí. Pero este es el que quiero ponerme.

— Pero pareces una mujersu...

— ¡No te permito que critiques los gustos de mi hija!— Saltó mi madre.— Si ella quiere ponerse un vestido straple y entallado déjala.

— Pero...

— ¡Eh dicho que la dejes!— Repitió

— Hagan lo que quieran.— Dijo y salió azotando la puerta.

— No te preocupes cariño. —Me abrazó. — Te ves preciosa.

Sonreí y baje a la sala.

POV Emy:

Por mi parte yo ya estaba lista. Admiré mi trabajo y asentí satisfecha. Escuché la voz de Cynthia por las escaleras y el timbre de la puerta.
Si iban a hacer una cena espectacular con todo listo para ponerme en ridículo, mi prima se las iba a ver de cualquier color menos fácil.

Abrí la puerta y salí al pasillo, oí que recibían y voces abajo, aminoré el paso. Mi entrada iba a ser espectacular.

— ¡Trágate esa, primita!— Murmuré y baje por las escaleras.

POV Cynthia:

— ¡Yo abro!— Grité por encima de mi hombro. ¡Dios! Compuse mi mejor sonrisa y abrí la puerta.

— ¡Querida!— Exclamó una mujer de mediana edad con el cabello pintado de negro y luciendo un conjunto de pantalón y chaqueta dorados.— ¿Cómo estás?

— Bien. ¿Y tú?— le pregunté a la tía Alicia.

— Emocionada—. Dijo y dio un pequeño brinco en su lugar.— Por fin conoceremos a la novia de Emily. ¡Qué emoción!— Volvió a brincar y aplaudió.— Gracias por avisarnos.

— De nada.— Sonreí. Tía Alicia era la persona más chismosa y cotilla de toda la familia. ¡Veremos si puedes con eso Green! Hice amago de cerrar la puerta, pero la mano de tía Alicia en mi codo me detuvo.

— No la cierres, querida. Allá vienen la abuela Jean, la tía Mónica y el tío Luis, el tío Eduardo, Emma, Alfredo, Linda, Clara y todos los niños. ¿Crees a caso que nos perderíamos una presentación de esa índole? ¡Si hasta viene el tío Felipe!— La tía Alicia sacudió la cabeza y se adentró en la casa. ¡Laura, ven aquí y dame un abrazo!, la oí gritar y mi sonrisa se hizo más grande. Esto iba a ser genial.

Pasé los siguientes diez minutos saludando a la familia por entero y repartiendo abrazos a diestra y siniestra, hasta que vi algo que captó mi atención: Era la viva imagen de la elegancia juvenil con sus pantalones negros, la sexy camisa verde desabrochada y con una parte sin fajar. Parecía una chica fuerte y delicada al mismo tiempo, de largas piernas. No había un gramo de grasa de más en ella. Incluso en la distancia pude ver sus ojos, eran de un azul hipnótico. Su nariz y su mandíbula era recta. Su pelo perfectamente alborotado le daba un aire tan despreocupado que la hacía aún más sexy.

Traía del brazo a la abuela, así que lo más seguro era que fuera amiga de Clara o de Eduardo, lo cual me facilitaba las cosas.

— Gracias, hija.— Le dijo la abuela en cuanto cruzaron la puerta que yo todavía tenía abierta. La abuela volteo, me miro y sonreí de la manera más sexy que pude, claro que el gesto no era para impresionar a la abuela.— ¡Cynthia, hija!— Bien, la desconocida ahora sabía mi nombre. En otras ocasiones me hubiera disgustado que me abrazara pero quería que la chica misteriosa y sexy se impresionara.—¿Cómo estás?— Me preguntó luego de darle dos besos en cada mejilla.

— Muy bien abuela. ¿Y tú?— Miré a la desconocida y agrandé mi sonrisa.— ¿De cuándo acá traes chicas guapas como regalos de Navidad?— La aludida que tenía su mirada fija en mí y que lentamente una sonrisa empezó a formarse en su rostro, y ¡Válgame Dios! ¡Su sonrisa era espectacular! Estire la mano para jalarla de la manga, contenta de haberla hecho sonreír a la primera, cuando esquivándome se adentró a la casa. Giré para ver hacia donde iba... Cuando me quede de piedra.

POV Emy:

Bajé las escaleras con cuidado sin dejar de ver por donde pisaba, no quería romperme un pie precisamente ahora. Iba más o menos por la mitad de la escalera cuando un sensación familiar me recorrió de la cabeza a los pies. Mi respiración se alteró, mi corazón latió un poco más rápido y el típico y familiar vacío se instaló en mi estómago.

Lentamente levanté la mirada y me quede inmóvil en mi lugar. Sé que fueron unos segundos, pero a mí me parecieron horas, los que pasé viendo fijamente a Astrid. Sonreí poco a poco y me sonrió de vuelta. Bajé unos escalones más y se encaminó hacia mí. Me permití mirar hacia la puerta otra vez y sin poder evitarlo sonreí más.

POV Astrid:

Divisé la casa cuando solo faltaban algunos metros. Apresuré el paso y cuando iba a medio jardín un ruido proveniente de atrás llamó mi atención.

Una mujer de unos sesenta años, con el pelo blanco se dirigía hacia la casa desde el otro extremo del jardín Apenas podía andar y eso que se apoyaba en un bastón. Se paró al llegar al casi a mí lado y me sonrió.

— ¿Me permite?— Pregunté con una sonrisa en cuanto me acerque y le extendí un brazo para que la señora se apoyara en el.

— Gracias, hija. Estoy recuperándome de una fractura en la cadera y me cuesta mucho trabajo moverme. Y todos esos hijos y nietos míos no parecen recordarlo. ¿Vives por aquí?

— Eh... no. Vengo a ver a mí novia. Me invitó a pasar navidad con ella y así de paso conocer a su familia.— Contesté.

— ¡Ah!— Exclamó la ancianita y se detuvo. Me tomo del brazo, me aparto de ella y me hizo girar y luego me puso enfrente de ella.— Sí que tiene buen gusto. No me sorprende porque no quiso presentarte antes. ¿Oh, más bien es solo que se acaba de dar cuenta? ¡Si que es despistada esta niña!

— ¿Disculpe?— Esta abuelita empezaba a darme miedo, bien dicen que no es bueno hablar con extraños. Intentaré recordarlo la próxima vez que vea a alguno, con mi mala suerte y mis antecedentes lo más probable es que resulte ser el hermano gemelo perdido de mi némesis.

— Tú debes de ser Astrid.— No era ni pregunta ni presentación, solo la confirmación de un hecho.— Si. Tú eres Astrid. — Me tomó del brazo otra vez e iniciamos el camino.— Emily siempre hablaba de ti. Y cuando lo hacía siempre le brillaban los ojos. Me da gusto que estés con ella. Eres una muchacha muy buena y muy guapa.

— Eh... ¿Gracias?

— Yo soy su abuela, Jean. Pero puedes decirme "Abu" como todos los demás. Me palmeó la mano y sonrió, pero frunció el ceño cuando llegamos a la puerta.— Esta niña va de mal en peor.

Miré para ver a qué se refería y no pude evitar abrir los ojos. Cynthia traía puesto un vestido que más bien parecía un pedacito de tela que le cubría lo estrictamente necesario y que la hacía verse... muy destapada para la época del año. Realmente me había dejado en shock. ¿Quien en su sano juicio se vestía así para una cena familiar?

— Gracias, hija—. Me dijo "Abu" en cuanto llegamos. Yo intenté mirar a otro lado que no fuera la lombriz de rojo que estaba en la puerta— ¡Cynthia, hija!, ¿Cómo estás?

Ignoré la mirada hambrienta de la prima de mi pelirroja y me controlé para no correr a su lado... Si no la abrazaba o al menos veía en los próximos veinte segundos...

— Muy bien abuela. ¿Y tú, de cuándo acá traes chicas guapas como regalos de Navidad?

Fruncí el ceño y voltee para encararla y decirle que ya tenía dueña cuando algo más allá de su hombro me distrajo.

La sentí mirarme y levanté los ojos en busca de los suyos, hasta que mi cerebro procesó imagen.

Y cuando lo hizo, el estado de shock en el que había estado hasta entonces, no fue nada comparado con el que sentí en ese momento. No podía creerlo.

Me quedé mirándola. Estaba vestida con ropa totalmente distinta a la que le conocía. Tenía una belleza natural que brillaba sin ninguna joya, sin ninguna ropa exclusiva. Solo un vestido negro que brillaba con la luz como si tuviera pequeños cristales, se sujetaba con unos finos tirantes que hacían que sus hombros de vieran pequeños y delicados. El ruedo del vestido llegaba por debajo de la rodilla y tenía barias capas que le daban volumen. Sus piernas largas y bien torneadas estaban recubiertas por unas medias negras y los pies estaban enfundados en unas zapatillas con poco tacón y que hacían tentadores los arcos de sus empeines. Su cabello lo había sujetado con unos finos pasadores de brillantes y estaba liso hasta las puntas, las cuales formaban unos lindos caireles. El maquillaje era el mínimo. Sólo lo necesario para resaltar sus ojos y su boca.

Era Emy. Solo ella. Mi novia.

Llegue a su lado en poco menos de dos segundos. Era como si una fuerza invisible me arrastrara hacia ella. No esperé a que terminara de bajar las escaleras, simplemente la tomé de la cintura y la acerque a mí.

— ¡Llegaste!— Me dijo sonriendo y colocando sus brazos tras mi cuello.

— No aguantaba estar más tiempo lejos de ti.— Seguía tan shoqueada que no me di cuenta de que estaba siendo más sincera que de costumbre.— Te extrañé.

La vi sonrojarse y sonreí para mis adentros, orgullosa de haber provocado esa reacción. Vi como lentamente se estiraba para besarme. Sentí sus labios, y la distensión que había provocado su tacto en mi cuerpo. Luego se hundió en mi abrazo, y apoyó la cabeza en mi pecho. No me importó el que su abuela estuviera detrás de nosotras ni que su prima estuviera a punto de perder el conocimiento. Mucho menos me di cuenta del silencio que se había creado de repente. Lo único que sentí fue una gran paz, como si por fin estuviera en el lugar correcto. En casa.

La abracé fuertemente y le bese el pelo.

NOTA: La historia NO es mía.  


Mamá, Papá... Soy GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora