Capitulo 33

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Molly negó obstinadamente con la cabeza.

Quitándole los vaqueros, Fox se volvió a posicionar entre sus piernas, tan pero

tan satisfecho con ella que jugaría toda la noche si Molly quería.

—Tal vez sea el coche —dijo Fox, desabrochando los botones de la chaqueta de

punto que ella llevaba en la parte de arriba—. Por eso estás tan caliente.

El hecho de que ella hubiera corrido a sus brazos, su necesidad por él abierta y

sin tapujos, lo significaba todo, su pasión por Molly iba más allá de la lujuria. Quería

acariciarla, darle placer, mimarla.

—Parece que hayas logrado que lo haga bajo falsos pretextos.

—Sí —dijo Molly con voz susurrante—, un coche muy bonito.

—Solo por eso, no voy a ponerte la boca encima.

Molly dobló los dedos sobre la inmaculada pintura roja.

—¿Y si lo pido amablemente?

—Tendría que ser muy, muy amablemente. —Dios pero le gustaba un montón que

ella confiara en él lo suficiente para dejarle su cuerpo como su instrumento favorito.

Estremeciéndose mientras le abría las dos partes de la chaqueta para mostrar los

montículoss cubiertos de encaje de sus pechos, su amante dijo:

—Por favor, Fox. —Un susurro femenino que lo envolvió con cadenas de seda

teñidas de rosa subido con el color de sus pómulos—. Por favor ponme la boca

encima.

Él nunca había hablado mucho durante el sexo pero esta era Molly y allí no había

reglas.

—Mmm, buen comienzo —dijo, posando un beso sobre la delicada piel de su

esternón—, pero no sé si lo dices en serio.

—Quizás no quiera tu boca. —Le agarró el cabello con la mano, tirando de él

hacia arriba con el ceño fruncido—. Puedo ocuparme yo sola.

Calor ardiente en la sangre. —Oh, lo vas a hacer un día de estos, delante de mí. —Sería una fantasía erótica

hecha realidad—. Pero ya que hoy estás siendo tan poco cooperativa... —le acarició

con la mano un sedoso muslo, ante su movimiento inquieto—, tal vez no te

merezcas un orgasmo.

Con el pecho subiendo y bajando, Molly le rodeó las caderas con ambas piernas y

lo sujetó hacia ella, la tela de los vaqueros rozándole la piel cremosa.

—Eres un hombre malo y te adoro.

¡Joder! Como sabía ponerle de rodillas. Completamente suyo, la besó con una

mano en la garganta y la otra en la curva henchida de su seno. Cuando ella rompió

el beso para tomar una bocanada de aire, él le quitó la mano de la garganta para

pasar la boca sobre la pendiente, siguiendo hacia abajo hasta llegar a sus pechos.

Solo le llevó un segundo bajarle las copas, y desnudarla para él, los pezones

exuberantes bayas en su boca.

Rock kiss 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora