Capitulo 30

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Ya sacudida por la escena en la puerta y la visita de la policía, Molly sintió cada

palabra como si fuera un golpe. Fox nunca había rechazado su toque de esa

manera. Aturdida, se dirigió a su lugar favorito en la piscina y sacó el teléfono.

—¿Charlie? —dijo cuando su mejor amiga descolgó—. ¿Puedes hablar? —Su

voz tembló a pesar de sus mejores esfuerzos por contener las emociones.

—Siempre puedo hablar cuando suenas así. —Un crujido, como si Charlotte se

estuviera moviendo—. Dame un segundo para asegurarme que no nos molesten. —

Su mejor amiga estaba de vuelta en la línea antes de que Molly pudiera empezar a

preocuparse por haberla interrumpido en el trabajo—. Está bien, ¿qué pasa?

¿Todavía asustada por esa foto?

—No, no es eso.

—Bien. Porque he decidido enmarcarla y ponerla en la parte de atrás de mi

puerta. Es a lo que aspiro cada día, parecer caliente mientras un hombre sexy sexy

pone sus manos sobre mí.

Sonriendo a través de los temblores, como sin duda Charlotte pretendía, Molly

dijo:

—¿Estás diciendo eso para molestar a T-Rex?

—No está aquí. Está en Taupo para finalizar la compra de una propiedad para su

cartera personal, te lo juro, el hombre quiere ser dueño de todo el país —dijo, y Molly

casi podía verla poniendo los ojos en blanco—. Así que habla. ¿Qué ha pasado?

Mientras hablaban, Molly rememoró el comienzo de su relación con Fox, cuando

se había preocupado por su habilidad de contener las cosas en su interior como si

no pasara nada en la superficie... y se dio cuenta que nunca se había topado contra

ese obstáculo.

Él confiaba en ella, dejaba que ella le viera.

Los nudos en la espalda comenzaron a deshacerse al darse cuenta. Estaba

segura de que él compartiría la razón de la profundidad de su ira una vez que se

hubiera calmado. Pero las horas pasaban, y Fox siguió en su estudio, sin ni siquiera

venir a cenar. Hasta que, por primera vez desde que se habían decidido en una

relación, Molly se enfrentó a la perspectiva de ir sola a la cama.

—Basta —dijo ella y, poniéndose la opulenta bata de seda negra que Fox le había

comprado en Nueva York, la tela decadente contra su piel, bajó las escaleras. La luz

roja sobre la puerta del estudio estaba encendida, pero Molly giró el picaporte y

entró.

Fox levantó la mirada con el ceño fruncido desde donde estaba escuchando algo

a través de auriculares, su guitarra apoyada contra la pared. Bajando los auriculares

al cuello, dijo:

—Molly, sabes que no debes entrar cuando la luz roja esté encendida.

Ella apoyó la cadera contra el complejo panel de control, luces parpadeantes en

Rock kiss 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora