El aroma a desinfectante le ahogo las fosas nasales inmediatamente nada más poner un pie allí, el frío colándose desde las botamangas de sus jeans, ascendiendo por las piernas, un escalofrío haciendole estremecer.
Esto era un manicomio, a su parecer, nadie debía pasar por lo que él estaba pasando.
Las paredes y suelos del mismo, desabrido, blanco opaco, resaltando únicamente los bancos de espera marmolados; en el aire se respiraba desesperanza, el ambiente exudaba desolación y tristeza, disfrazado el terrible sentimiento con muerte pero limpio... Se veía bonito, pero no como para vivir ahí cada jodido día sin ilusión alguna para salir.
Maldito infierno que lo atemorizaba, realmente odiaba todo aquello.
"Después de Sahara"
Recuerda haber pedido al mandamás. Habían pasado los días de ese momento tan culminante del mes, y ahora le tocaba hacerse llegar hasta ese lugar tan repugnante que siempre detestó con todas sus fuerzas.
El silencio era una de las cosas que más le gustaban cuando se encontraba en su habitación, o solo en los predios de Choi; pero en este sitio, particularmente, lo asfixiaba tanta paz y monotonía. Tanto que las manos le picaban incesantemente, y la ansiedad lo intimidaba.
No quería dar un solo paso más, y sin embargo avanzaba imperturbable con disimulada calma, mirando en todas las direcciones como si no supiera exactamente a dónde se dirigía, contemplando los nuevos usuarios en cada habitación y la aparatología nueva del complejo lugar. Tampoco se perdió la amargura en los ojos de varias personas, junto a cada cama.
El desayuno, junto con la delicada y, seguramente, carísima cena que le había ofrecido su clienta la noche anterior, le provocaron un revoltijo de sustancias cuando notó que se estaba acercando a su destino; continuó dispersando adrede su mirada por doquier, fingiendo no ver el par de osos que venían pisando sus pies, detrás de él como cada mes.
Pero en esta ocasión no era como cada mes, porque habían pasado más de treinta días y no sabía cómo podría reaccionar la niña (su niña); claramente le asustaba.
Inclinó el rostro para enviar una mirada de advertencia a esos gorilas, y estos a regañadientes asintieron quedándose en uno de los bancos, muy lejos del destino de Yoongi. Cuánto odiaba tener que cargar con toda esa basura, con el constante acecho, la repugnancia de este pulcro pero amargo lugar, las personas miserables que lo frecuentaban, los malditos profesionales que pasaban de los usuarios y seguían deambulando por sin rumbo con sus cosas concentrados.
Seguía detestando la manera en que las luces aclaraban su piel, haciéndole parecer un muerto viviente de lo pálido que era, las reglas de higiene, las horas contadas a reloj para tenerla consigo; seguía menos preciando la lejanía y el largo trayecto para que él se hiciera llegar hasta ese lugar... Joder, seguía despreciando tener que seguir yendo allí y punto.
Llegó a la puerta y tocó con firmeza, hasta que una suave y frágil voz le otorgó el permiso que estaba necesitando, y solo ese pequeño gesto radicado le cargaba el cuerpo de orgullo, amor y tristeza; su corazón dio un vuelco al oírle y quiso huir del pecho para quedarse junto a la camilla, junto aquella persona que le sonreía con dulzura, con alegría, con euforia, con cariño genuino... Con tanta inocencia que le aguaban los ojos, sin ninguna clase de esfuerzo.
Nadie sabía lo frágil que era Yoongi en estos momentos, y nadie podía saberlo.
Esa sonrisa era la misma que le decía que todo estaría bien, que su desgraciada vida en las manos de Choi valía la pena, y bendecía incluso el echo de haber sido encontrado y utilizado cuando la veía. La simple mueca creada por inercia, tan solo verlo llegar, le calentaba la piel y abrigaba su corazón de una forma tan cálida y correspondida, que Yoongi fácilmente comprendía dónde debía estar cada jodido día, el lugar al que pertenecía... Porque la sonrisa de Chaerin lo hacía sentir en casa, pese a estar en un maldito hospital.
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TRATA de no enamorarte [YoonMin]
FanfictionA diferencia del resto de chicos, YoonGi era el único oriental en el mercado, siendo generalizado y apodado como "Chinito". Las cosas marchaban sobre ruedas siempre que no se preocupase por otros, la vida de sus "compañeros" era un maldito infierno...