4. Remember.

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«Recuerda»

Las palabras retumbaban bruscamente dentro de su mente. Tensó la mandíbula y apretó los puños, con la furia invadiendo cada poro de su cuerpo.

«Recuerda»

Apretó los labios y como si fuese un patrón, se cumplió. Empezó a recordar todo. Absolutamente todo. Justamente el momento en donde la vida abandonó sus ojos. Justo el pinchazo que sintió en su pecho al sentir el peso que pensó que se quitaría de sus hombros, pero no fue así. 

Recordó.

Y como si la tuviera en frente, alzó su mano. Imaginando que ella estaba ahí, fingió acariciar sus labios. Oh, sus labios. Antes eran rosados, vivos, alegres, vivos. Ahora eran azules, pálidos, blancos y muertos.

Luego, alzó la otra mano tratando de tocar su cabello, o al menos su brazo. Pero no pudo. Ni un ligero roce consiguió. Un gruñido se escapó de sus labios y se dio por vencido. Nunca más la volvería a ver. Jamás alcanzaría a tocarla siquiera.

Por que ahora, estaba varios metros bajo tierra.

Y todo por su culpa.

Por su maldita demencia, por sus demonios, por su locura, por su ansiedad. Pero sobre todo, por él.

Él la había matado.

Su risa retumbó en su mente como un malvado susurro. A pesar de ser tan pequeña y siniestra, le tensó todo el cuerpo. No podía más. No podía soportar aquella tortura. Agarró fuertemente su cabeza con sus manos y se balanceó de atrás para adelante, tratando de alejar aquél sonido de su mente.

Sin embargo, la risa resonó. Pero ya no era baja, ahora era alta. Demasiado.

Lágrimas de temor se posicionaron sobre sus ojos al escucharla cada vez más fuerte. ¿Por qué? ¿Por qué no sólo podía desaparecer... O dormir? Sí. Dormir. Pero no dormir normalmente, si no para siempre.

No quería despertar.

«Recuerda»

La palabra seguía en su mente, sin intención de dejar de repetirse. Gritó. Gritó como nunca lo había hecho. Gritó por todo, por lo roto que estaba. Por que aparentaba ser fuerte y firme por fuera, pero por dentro era más frágil que el cristal.

Cayó de rodillas mientras un ligero dolor empezaba a formarse en su pecho. En su corazón. Sin embargo, soltó una carcajada segundos después. ¿Qué corazón? ¿Acaso tenía uno? Y si lo tenía, era de piedra y negro, profundamente oscuro.

«No es tu culpa»

Rió sin humor, debatiéndose entre darle la razón a la endemoniada voz que le hablaba sin piedad. Pensándolo bien, no fue su culpa, ¿cierto?, él la protegió. Él prometió hacerlo, y al final cumplió con su problema.

Él debía protegerla de sí mismo.

De sus demonios.

Era mejor muerta que viva.

****

Miró con una siniestra sonrisa la cara de la joven, tenía una clara expresión de horror. Se encontraba escondido en los árboles, admirando su obra de arte desde lejos. Demasiado lejos para su gusto. Pero era lo mejor, pensaba. 

Su obra de arte era el muchacho pálido que había matado minutos antes que la chica se volteara con intención de llamar a la policía. Había sido extremedamente silencioso, e hizo algo que nunca pensó que haría. Pedir que no gritara o emitiera algún ruido su víctima.

Por que claro, no quería alarmar a la joven de blusa negra que ahora tenía un montón de lágrimas corriendo por su rostro, ¿cierto?

Y justó cuando la chica buscó rápidamente su teléfono con intenciones de llamar a la policía, alzó su arma en el aire y disparó sin pensarlo dos veces. Sonrío como un psicópata al escuchar los pasos de la joven corriendo.

Luego, salió de su escondite y limpió rápidamente el cuerpo antes de que otro se diese cuenta. Todas las calles estaban solas, hace horas había un pequeño grupo de personas, pero desaparecieron rápidamente. Con miedo.

Sabían que no podían andar por allí cuando un asesino está suelto, ¿verdad?

Eran prudentes.

Sin embargo, Alessia, la chica que corrió atemorizada, no lo fue. ¿Cómo se atreve a salir en éstas circunstancias? ¿Acaso era estúpida? Pero luego se asomó una sonrisa en sus labios. Así era más fácil.

Así era más fácil matarla.

El sonido de sus pisadas llenas de temor, alejándose del pavimento que contenía al chico muerto, le hicieron soltar una suave carcajada. 

Ella corrió con miedo.

Pero no sabía que él estaba más cerca de lo que pensaba.


Prohibido reírse. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora