5: Juliett.

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Llego a casa aún con el sentimiento de que alguien me estaba mirando y entro rápidamente, casi deslizándome, tratando de no hacer nada de ruido. Había llegado tres horas más tarde y debía irme rápidamente a mi habitación si no quería que me dieran un buen regaño.

Me acerco veloz hacia la puerta y la tranco con llave, como siempre. Sin embargo, hago algo que casi nunca; cerrar las ventanas. Estaba paranoica, lo admito. Pero era mejor prevenir que lamentar.

Los vellos de mi nuca se erizan y me estremezco, encaminándome hacia las escaleras. Todo estaba oscuro, lo que me dificultaba ver, pero ni loca prendía la luz ya que se darían cuenta que había llegado.

Estoy a punto de subir a la planta de arriba para irme a mi habitación hasta que me paro en seco al notar que las luces se prendieron de golpe.

Eso sólo significaba una cosa.

—Alto ahí. —la voz de mi madre resuena en todo el lugar.

Mierda.

Maldigo en voz baja y me volteo, lista para ser regañada.

Sin embargo, me tenso y abro los ojos como platos totalmente confundida al sentir los cálidos brazos de mi madre rodear todo mi cuerpo. 

—¿Quién eres y qué hiciste con mi madre? —pregunto con burla y escucho su baja risa. Trato de zafarme, ésta lo nota y me suelta. No me gustan mucho las muestras de afecto, sólo las aceptaba de mis amigos. Obviamente también de mi familia, pero simplemente no me gustaban del todo.

Por supuesto que hoy fue una excepción, ya que realmente me alegré que Theo se encontrase bien y no pude pensar otra cosa más que abrazarlo.

Además, por Dios, es mi mejor amigo.  Confío plenamente en él, ¿cómo sentirme incómoda cuando él me abraza? Eso nunca sería posible.

—Cariño... Tu padre y yo estábamos realmente preocupados por ti. Ni hablar de Juliett, ésta te esperó todo el día en tu habitación hasta que se quedó dormida. —dice y inmediatamente me doy cuenta que ellos saben acerca de los asesinatos—. ¿Estás bien, cierto? Escuché lo de tu amigo Theo. Salió en las noticias todo, ayer también asesinaron a una joven prostituta en un bar. Imagínate, ya van tres asesinatos.

Me quedo congelada. ¿Tres? ¿Tres asesinatos?, pensé que eran sólo dos. Cuan equivocada estaba.

—Sí... Sí, estoy bien. —sonrío falsamente y ladeo el rostro—. Hoy visité a Theo, y se encuentra mejor. Dijo que seguramente mañana lo dan de alta pero no podrá regresar al colegio por unos días o tal vez semanas, no sé, todo depende de como mejore.

Al instante recuerdo al escalofriante doctor y me estremezco. Mi madre lo nota y rápidamente relajo el rostro, alejando toda sospecha.

—¿Segura que eso es todo? —pregunta con desconfianza. Frunzo el ceño y le miro firme, tratando de buscar en su mirada el por qué de la pregunta.

—Sí, mamá. ¿Por qué te mentiría? —dejo asomar una tierna sonrisa para convencerla y eso parece ya que se aleja de mí con una mueca agradable en su rostro, encaminándose hacia la cocina.

Dejo escapar bastante aire de mis pulmones y subo rápidamente los escalones antes de que ella vuelva hacia mi lugar y me interrogue con otras preguntas. 

Abro bruscamente la puerta de mi habitación, olvidándome que Juliett, mi hermana mayor, se encontraba dormida profundamente en mi cama. Hago una mueca ante el ruido y noto como se mueve levemente, pero no se despierta. 

Sus largos cabellos rubios se extendían a lo largo de la almohada, abarcando casi todo el espacio de la cama y bufo con fastidio. No quería despertarla, pero realmente tenía un cansancio increíble. Los ensayos fueron duraderos y con todo lo que paso hoy, pedía al menos unas horas para dormir y ordenar mis pensamientos.

Prohibido reírse. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora