6. Andrew.

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—¡Alessia! ¿Me estás escuchando? —grita Hillary y me sobresalto, pero aún así no logro responderle. Sólo la miro por unos segundos, para luego volver a ignorarla y escuchar un suspiro de parte suya.

No podía. No puedo ignorar lo que ha pasado como si nada. Ya había pasado una semana desde lo ocurrido y aún no lo superaba. ¿Qué clase de enfermo mental corta el hilo de un cuadro para que éste te aplaste y mueras? ¡No lo sé! Y ese era el problema. No sabía quién estaba detrás de todo ésto, pero tenía que parar, por supuesto que sí.

Habían interrogado a gran parte de los estudiantes y a la profesora que sacó el papel de aquél chico muerto ese día. Aún la vigilan, y eso de alguna manera me alegra, me pone feliz saber que están realmente interesados con descubrir quién es el asesino y así, acabar con las muertes.

Mi hermana Juliett estaba más insoportable de lo normal, al igual que mis padres. Ni loca le conté lo del cuadro a ninguno de mis amigos, no quería que se preocupasen. Además, ya tenía suficiente con la sobre protección de mi familia. A cada rato me echaban un vistazo, aún dentro de casa. Siempre tenía que avisarles que iba en camino o si no, pensarían lo peor. Prácticamente me obligan a ir más al instituto ya que, según ellos, estoy más segura estando rodeada de bastantes personas que en mi propia casa ya que alguien se había metido dentro, y si lo hizo una vez, puede repetirlo.

Y sí, en toda ésta semana ocurrieron varios asesinatos y cada uno llevaba una sádica nota, así como la que encontraron en el primer cuerpo. Siempre tenían que ver con las risas y las sonrisas, finalmente, llegaron a la conclusión que el asesino mataba debido a las risas de la víctima.

Enfermo, algo totalmente psicópata.

Era un caos.

Por otro lado, estaba Theo. Aún no regresaba a clases y eso me entristecía, pero a la vez me alegraba ya que se encontraba más saludable y se volvía más sano cada día.

—Mala amiga. —murmuró Hill, haciendo que por fin conectase mis ojos con los suyos.

Ruedo los ojos, sintiéndome cada vez peor. Ni siquiera habían dicho quién haría el papel de Tristán, y ya había pasado 1 semana... Más que suficiente tiempo. Siempre ponían la excusa de que no podían debido a los asesinatos, pero, era demasiado absurdo. ¿Qué tenía que ver eso con el asesino? ¡Nada!

—Lo lamento. —digo después de unos minutos—. Ésto del asesino, la inseguridad, el miedo... Todo, no sé, me trae mal.

Ella esboza una tierna sonrisa y ladea el rostro.

—A todos, Nelli. —murmura—, a todos les trae mal.

Asiento, mordiéndome el labio sintiéndome inútil e impotente. No podía hacer nada. No podía detener al asesino, no tenía pistas, sólamente el motivo por el cual mataba; las malditas risas. ¿Cuán psicópata puede llegar a ser alguien para matar sólo por eso?

Prohibido reírse. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora