Capítulo X

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Le contó hasta el mínimo detalle de lo que vivió mientras estaba en coma. Asombrada, Martina dijo:

-No lo puedo creer.

-De verdad, fue todo realmente extraño -frunció el ceño-. Pero me alegro de que a ti no te haya pasado nada -Martina le sonrio y lo besó-. Extrañaba tus besos.

-Y yo te extrañaba a ti.

A Jorge le dieron de alta al día siguiente, no sin antes hacerle los últimos estudios y recibir las recomendaciones de los médicos.
Martina condujo de vuelta a su casa. En el camino siguieron tratando de encontrarle sentido al raro sueño de Jorge pero se dieron cuenta de que jamás lo lograrían y decidieron dejarlo así. Entre risas, muchos "te extrañé" y unos tantos "te amo" llegaron.

-Hogar dulce hogar -soltó Jorge.

-Así es, mi amor -le sonrió Martina-. ¿Sabes?

-¿Qué?

-La casa no era igual sin ti aquí -Jorge le tomó la mano y dijo:

-Lo mismo sentí durante ese sueño; la experiencia fue horrible, tan real, pero me alegro de que ya todo esté bien.

-Yo también me alegro -se sonrieron y se dieron un corto beso en los labios.

Bajaron del coche de Martina. El auto de Jorge había sido pérdida total, por lo que tendrían que comprar otro.
Entraron a la casa y, mientras Jorge se sentaba en un sofá, Martina se encargaba de llevar las cosas a su habitación. Al cabo de unos pocos minutos regresó al living y lo vio ahí sentado. Él se dio cuenta de eso y le sonrió ampliamente.

-Ven, princesa -señaló el lugar junto a el. Martina se acercó y se sentó. Al hacerlo, apoyó su cabeza en su hombro. Jorge la envolvió con uno de sus brazos.

-Te amo tanto -soltó Jorge, rompiendo el silencio-. Pero tanto, tanto -Martina sonrió y lo miró.

-Y yo te amo mucho. Pero mucho, mucho -rieron y unieron sus labios en un tierno beso, reafirmando su amor, desmostrándose cuánto se amaban.

Se separaron y unieron las frentes. Sonrieron y Martina acarició suavemente el rostro de Jorge, con cuidado de no herirlo, ya que tenía unos cuántos arañazos.

Un rato más siguieron diciéndose lo mucho que se querían, hablando de tonterías, riendo, jugando. Como siempre hacían.
A la noche, se dirigieron a su habitación. Ella lo ayudo a subir las escaleras y a cambiarse de ropa. Mientras ella le sacaba con cuidado la camisa, notó más heridas en su torso. Las acarició delicadamente. Jorge suspiró.

-¿Te duele mucho?

-No, pero me estás provocando cuando sabes que no puedo... -buscó la palabra adecuada para no decir una vulgaridad-. Hacerlo -un breve silencio-. Por ahora -dijo en un tono pícaro.

Martina tardó un breve instante en encontrarle el doble sentido a sus palabras. Se sonrojó y se río.

-No cambias, Jorge -ambos rieron-. No te estoy "provocando" -hizo comillas- como tú dices. Tú eres el que se deja llevar muuuuyy rápido -Jorge río.

-Ya verás, Martina, ya verás -le guiñó un ojo y ella negó con la cabeza. Sabía lo que ese guiño significaba.

Siguió ayudándolo a cambiarse y siguió riendo por las tremendas... cosas que Jorge decía. Lo había extrañado tanto.
Luego de Jorge, ella se cambió. Y sí, él le había lanzado miles de piropos y uno que otro albur. Martina solo se reía y se sonrojaba. Sabía cómo era Jorge de juguetón y gracioso.
Al terminar de cambiarse, se acostó junto a él en la cama. Quedaron frente a frente. Sabían a la perfección que este suceso había fortalecido su amor de una manera impresionante. Se dieron cuenta de que, si de verdad dos personas se aman, nada los puede separar.
Esa noche cerraba un capítulo de su vida, que los había unido muchísimo más. Estaban felices de tenerse el uno al otro y no dejaban escapar ningún momento para demostrarlo. Se sonrieron por última vez antes de dormir. Jorge empezaba a cerrar los ojos hasta que Martina habló.

-Jorge -él la miró y alzó las cejas como diciendo "¿qué pasa?". Ella tomó aire y sonrió ampliamente.

-Vamos a ser papás.

[21/01/2016]

Amor míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora