Capítulo VI

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Se mareó un poco, y tuvo una pequeña visión, y ahí estaba su princesa, sentada en una silla blanca situada en una habitación del mismo color. Todo era borroso, apenas podía distinguir las cosas que había ahí, pero veía claramente a Martina, quien estaba durmiendo. Tenía ojeras, eso sí lo notaba, pero ¿por qué? ¿Qué hacía ella en un cuarto blanco? Uno que se le hacía muy familiar y no sabía por qué.

―Martina ―la llamó, pero ella parecía no escucharlo.

Se dio cuenta de algo, desde donde él la veía era como una especie de cama o algo por el estilo. Intentó pararse, pero no pudo siquiera mover la mano.

―¿Qué rayos...? ―intentó nuevamente, pero fue en vano.

Ella seguía durmiendo en esa incómoda silla, parecía que llevaba días esperando quien sabe qué. Entonces, todo se volvió negro. Jorge empezó a sentir que alguien lo movía suavemente.

―Señor, ¿se encuentra bien? ―abrió los ojos y vio a un oficial parado justo frente a él. Notó que se encontraba en el piso, supuso que se había desmayado durante esa rara visión.

―Sí... ―se sobó la cabeza―. ¿Qué pasó? ―preguntó confundido, mientras el policía lo ayudaba a pararse.

―Estaba haciendo mi rutina de vigilancia aquí ―señaló el parque-, cuando vi que usted se empezó a tambalear y cayó. Me acerqué corriendo preguntando si estaba bien, pero usted solo decía "Martina" una y otra vez.

―Rayos. Gracias ―dijo Jorge, y trató de sonreír, pero más bien le salió una mueca.

―Tranquilo, amigo. Pero tienes que despertar ya ―el oficial soltó una risita y se empezó a marchar, dejando a Jorge ahí parado, con la cabeza al borde de la locura.

―¿Pero por qué todo mundo me dice que tengo que despertar? ―dijo, algo histérico y más confundido.

Se marchó de ese parque. Ahora sabía dos cosas, la primera, que no había un fantasma en su casa; y la segunda, que tenía que despertar, ¿cómo? Ese era el problema.

Camino a casa recordó su visión y trató de entenderla, pero no le encontraba sentido. ¿Qué hacía Martina en un cuarto blanco? No, peor aún, ¿por qué él no se podía mover en esa visión?

―Tengo que averiguar qué es todo esto y tengo que "despertar" de esta realidad que no es mía ―murmuró, con cierto tono irónico, pero a la vez dándose cuenta de lo que debía hacer.

Llegó a su casa, su mente seguía dando vueltas, pero nada. Se sentó nuevamente en el sofá a pensar, en silencio. Trató de concentrarse y "despertar". Hasta se pellizcó el brazo varias veces, pero solo consiguió un enrojecimiento en esa zona.

―Mierda ―musitó al ver su brazo.

Ya no siguió. Cerró los ojos y se dispuso a tomar una siesta. Los párpados le pesaban y mil imágenes le venían a la mente, todas de ella, de Martina. Voces empezaron a oírse en su cabeza mientras él caía en ese profundo sueño.

Jorge, amor, estoy contigo, siempre lo estaré. Me duele verte así. No quiero perder la esperanza, pero el tiempo no ayuda. Rezo todos los días por ti, amor. Te amo, por favor, despierta.

Efectivamente, despertó, pero solo del sueño, no de su "realidad". Se frotó los ojos, somnoliento, y bostezó. Empezó a recordar esa voz, que, indudablemente, era la de Martina.

Todo era como un extraño rompecabezas, que el resultado de armarlo sería "despertar", ¿cómo? No lo sabía.

―No lo entiendo, Dios, yo perdí a Martina, ¿por qué las voces me dicen que soy yo quien debe despertar? ―susurró, al borde del llanto―. Estoy quedando loco, no lo entiendo ―puso sus manos en su cara.

[20/10/2015]

Amor míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora