Rolo

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En cuanto se hubo despedido de su hermano y de su madre (con un beso en la frente a cada uno, como acostumbraba a hacer), Rolo salió a paso ligero de su casa, cargando con su característica mochila negra que ponía ese broche azabache a su fúnebre indumentaria (su madre siempre le decía que parecía vivir bajo un pesado luto cada día de su vida desde hacía unos 3 años). Qué podía hacer: el negro era su color feliz, y daba igual lo que los demás pensasen.

En su mochila resonaba el choque de los pinceles ya mas que usados contra las anillas de su cuaderno de dibujo, aun mas demacrado si cabía; sonido que Rolo no podía oir, pues mientras caminaba calle abajo tras haber girado el primer cruce a la izquierda de su casa encaminándose a casa de Luna, lo único que tenía cabida en sus oidos eran las atronadoras notas de la guitarra de Frank Iero (por supuesto, como guitarrista de My chemical romance; porque como solista no le gustaba en absoluto: era de esas personas que tenía una sinergía especial con su banda. Bueno, hasta que se separaron hacía 3 años. Todo tiene un final, ¿no?), dejando al resto del mundo que lo rodeaba como si de una simple escena de una película muda se tratase.

Recorrió toda la avenida cuesta abajo con cierta rapidez; tenía ganas de llegar lo antes posible a casa de Luna porque, al parecer, sus padres no estaban pero iban a volver rápido, así que "mas le valía no correr, sino volar" (según le había dicho textualmente Luna, intentando ocultar las ansias tras la serenidad de su tono de voz).

Una vez hubo dejado la avenida atrás, cruzó a la acera de su derecha, mirando antes a ambos lados con extrema precaución, pues esa avenida no era de las mas amigables que podías encontrarte en la ciudad; de hecho, se podría decir sin exagerar que se trataba de la menos amigable del país. Aunque quizá sería exagerar un poco. Cruzó con éxito, corriendo mucha mejor suerte que la que corrió Patrick Lee hacía unos meses: en esa misma avenida, e incluso habiendo mirado, lo arrolló un coche que, no solo se dió a la fuga, sino que lo lanzó unos 6 metros mas allá del punto de origen del impacto dejándolo en un coma (que todos esperan sea temporal; pero todo tiene un final, ¿no? El suyo podría haber llegado ya, mientras que quien perpetró el infame acto se encuentra en su casa con los pies subidos al sofá y viendo la tele cerveza en mano. Aunque también es bastante probable que la culpa le reconcoma y que jamás vuelva a acelerar mas de 30 km/h, quién sabe).

La guitarra de "The ghost of you" ahogó por un momento el pensamiento de Patrick Lee siendo atropellado ahí mismo: era demasiado buena y la música había que disfrutarla. Giró la esquina y andó, siempre con el mismo ritmo, siendo este casi armónico, hacia el final de la estrecha calle que desembocaba en la casa de su novia.
Qué ganas tenía ya.

Patrick Lee volvió a salir a flote acompañado de el monótono sonido del gotero y de las constantes vitales recogidas en el sensor cardíaco. Todo lo que Patrick Lee había soñado, todo lo que habia querido ese pobre diablo, se había esfumado en cuestión de segundos. Por un error que ni siquiera él había cometido. Todo lo que una vida representa; su complejidad, su belleza, su ser: todo se había desvanecido para dar paso a un Patrick Lee con una vida que es vida gracias a unas máquinas que están endeudando a su familia hasta las cejas, dándole unas esperanzas sin una garantía de devolución. Patrick Lee estaba muerto y vivo a la vez, las dos cosas; como el gato de Schrödinger.
Rolo pasó la tienda de animales donde siempre se paraba a mirar a los cachorros recién nacidos, aquella que tenía un bulldog de neón sobre el escaparate; eso era señal de que le quedaban unos 2 minutos de camino hasta la casa de Luna. Lo obvió, enfrascado en sí mismo.

Solo en la avenida que había dejado atrás, hay mil; no, miles de personas, con sus vidas, su familias, sus almas y sus sueños, sus miedos también. Y todas ellas son para él simples figuras, cuerpos que ocupan un espacio y una función, pero, ¿qué hay de sus interiores? ¿de su "esencia"?

Rolo frunció el ceño y se frotó la nariz, tan concentrado que ya la música no tenía sentido.
Pensó y divagó acerca de que solo nosotros mismos podemos tener certeza de que estamos vivos, de que estamos despiertos. De que no somos cáscaras vacías, de que hay algo mas, algo que nos da un brillo especial tras los ojos, que nos da la vida, una vida real. Rolo estaba vivo, vivo de verdad. Pero, ¿y los demás? ¿Y los que se habían quedado en la avenida? ¿Están vivos? ¿Cómo puede él saberlo? y, es mas; ¿Piensan ellos lo mismo de él?

La vida es algo confuso, algo que siempre ronda la cabeza de Rolo. La vida, y su querida hermana, la muerte: tan inseparables. Un día estás jugando al Super Smash Bros Brawl y al día siguiente estás a 3 metros bajo tierra y sin saber muy bien porqué.
La vida te pone la miel en los labios, y luego se lleva el bote lejos, muy lejos.
La vida es efímera y muy puta.

Llevaba parado delante de la puerta de la casa de Luna unos 5 minutos, divagando acerca de todo aquello, a veces con pensamientos imprecisos que no llevaban palabras siquiera, sino imágenes. Se quitó los cascos que ya mas que música reproducían ruido para su saturada mente, y con decisión llamó a el timbre. Se le habían quitado un poco las ganas de hacer cualquier cosa con Luna, aunque era obvio que no podía negarse a nada y que mas tarde o mas temprano, iba a disfrutarlo.
Siempre acababa disfrutándolo.

"Espero que eso no tenga un final", pensó.

Vulnus: El DescensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora