El interrogatorio

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Su ahora casi inexistente labio palpitaba dolorosamente sobre su rostro inexpresivo, que estaba vendado de forma lastimosa e improvisada. Aun podía sentir su dedo, o al menos, el fantasma de su dedo, pues ya no estaba mas allí, y sin embargo, Rolo sentía un dolor terrible en una prolongación imaginaria de su dedo. ¿Cómo podía sentir dolor en una parte de él que le habia sido arrancada?

Rolo estaba sentado en la sala de interrogatorios de la comisaria de su ciudad. No recordaba muy bien como había llegado allí; al parecer, el mismo había llamado a la ambulancia tras despertarse. De algun modo, se alegraba de no recordarlo, porque así evitaba visualizar el cuerpo inerte de Luna chorreando sangre gélida sobre su cuello y su pecho.

Estaba encorvado sobre sí mismo mientras mantenía la mirada fija en la mesa que tenía justo delante; no se atrevía a mirar el espejo que tenía enfrente, pues sabía que no era un espejo, sino un cristal opaco que permitía que los que estaban tras él le viesen pero que él no pudiese ver mas que su propio reflejo. Y sabía que su madre estaba allí, y quizá su hermana también. Prefería verse reflejado en el espejo que en las decepcionadas miradas de aquellos a los que amaba.

Solo desvió la mirada de la blanquecina mesa cuando la puerta a su izquierda se abrió con firmeza y dejó paso a un hombre esbelto de unos 40 años. Tenía el pelo corto y bastante canoso para su aparente edad; sobre sus ojos marrones, al margen de unas gafas que parecían necesitar un apaño o dos, había un ceño que permanecía fruncido sin importar cual fuese su expresión (aunque en aquel momento estaba lo suficientemente serio como para tenerlo fruncido). Su cara estaba rematada por una barba de unos días que lucía gris y que se bifurcaba sobre sus labios en una sombra de lo que un bigote es realmente. Por el traje que llevaba, se podía intuir que era policía y que hoy le tocaba descanso en la comisaría. Pero el descanso parecía no ser posible, al menos no aquel día.

El hombre cerró la puerta tras él, andó hasta la mesa y se sentó a su derecha (podría haberse sentado enfrente, pero no podía interponerse entre él y el supuesto espejo, claro) dejando una carpetilla negra y algo gastada sobre la mesa con suavidad. Luego, se miró el reloj como si comprobase la hora y, mientras se frotaba la frente, dijo:

- Me han dicho que has sufrido un shock y que no has caido en la cuenta de qué estabas haciendo hasta que ya habías llegado aquí, Ro-, Re-... - Levantó levemente la tapa de la carpetilla, y por fin, concluyó - Rolo. Puede que sea algo brusco pero voy a tener que preguntartelo... ¿sabes por qué estás aquí?

Para él, era imposible saberlo. Algo se había adueñado del interior de su novia como si de un virus se tratase; había corroido su mente y su cordura para acto seguido hacer que se clavase a sí misma la hoja de un cuchillo en la garganta y el tórax hasta dejarle un agujero lo suficientemente grande como para que con sus manos desnudas se arrancase el corazón que aun mantenía sus latidos una vez fuera del pecho. Mas tarde, había intentado arrancarle la cara a mordiscos abriendo la mandíbula de manera antinatural solo para concluir con un discurso en el cual aquella cosa que ya no era ni nunca mas sería Luna le decía estar sedienta de venganza, y que si quería salvar de algún modo a su novia, se tenía que cortar el cuello con un trozo de espejo roto. Y luego, salió del cuerpo de Luna a traves de su boca, nariz y oido y se desvaneció adoptando la forma de una nube negra de gas viciado.

Por eso estaba allí; no entendía el porqué, pero eso era lo que había sucedido aquella mañana. A Rolo todo se le antojaba como una pesadilla muy lúcida, porque, a pesar de todo lo ocurrido, no podía evitar sentir indiferencia ante su vida en aquellos momentos: No sentía pena, no sentía rabia, no sentía asco ni sentía remordimientos; ni siquiera miedo. En su lugar, sentía confusión e impotencia, dos sentimientos que se arremolinaban en su mente y que le impedían conocer qué era verdad y qué no, y que no le permitían actuar con reflejos, pensar rápido. Todo pasaba como a cámara lenta para él. Pasado un tiempo, comprendería que todos aquellos sentimientos sí que estaban dentro de él, pero era tal la cantidad que desbordaban su alma y se manifestaban como un cúmulo de confusión.

Rolo se dispuso a responder al policía, y, por un momento, dudó en si contarle qué había pasado de verdad; pero descartó la idea enseguida cuando la difusa imagen de un niño pidiendo silencio le cruzó el subconsciente.

- Estoy aquí por ser el presunto asesino de Luna, mi novia... - Posó su mirada en la carpetilla negra que estaba sobre la mesa, aunque realmente miraba a través de ella - ... ¿No?

Vulnus: El DescensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora