Toque de Vida

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El policía lo miró, aunque Rolo no pudo verlo. Parecía extrañado ante la sobriedad del chico, aunque había visto casos similares donde el sospechoso no actua de manera acorde a lo esperado. Lo primero que se le pasó por la cabeza era que él no podía haber sido el asesino, porque llevaba escrito en su frente la palabra "Perdido". Conocía bien aquella expresión, la expresión de no saber bien qué ha pasado, de no entender cómo una vida puede quedar reducida a nada en cuestión de segundos. La vida tiene ese carácter ilusorio que oculta la imperante presencia de la muerte en nuestro día a día. Solo la vemos llegar cuando ya es demasiado tarde, y a ojos de el policía, a este chico parecía haberle pillado totalmente por sorpresa. Un golpe directo y sin protección.

Tras la respuesta de Rolo, guardó silencio unos segundos, como pensando qué decir. Apoyó el los codos en la mesa y se echó hacia adelante, clavando la mirada sobre el chico, aunque no de manera amenazante, sino como si quisiese analizarlo. Finalmente, dijo:

- ¿Significa eso que estás confesando? - El policía prestaba atención a la cara de Rolo.

- No; no, en absoluto. Nunca haría eso.

- Entonces creo que vas a tener que explicarmelo mejor. Tengo entendido que nadie mas entró en la casa, ¿no? - Rolo asintió, con la mirada perdida en alguna parte del "espejo". - Bien; siendo esto así, chico, ¿cómo puedes explicar lo sucedido?

Le hablaba en un tono distendido y suave, porque no podía herir su sensibilidad aun mas de lo que ya había sufrido. Quizá ni siquiera le quedase una pizca de ella en todo su ser: aquellos que quedan expuestos a un alto grado de dolor, sea este psicológico o emocional, tienden a volverse insensibles, porque cuando has sentido el verdadero dolor, todo lo que venga después parecerán simples arañazos superficiales. Inlcuso percibirán el dolor ajeno con menos intensidad; uno tiende a pensar que el daño que ha sufrido siempre es mayor que el que sufren aquellos que le rodean. La falta de empatía, la frialdad; todo esto sin síntomas de que una parte de ti te abandonó cuando fuiste herido. Una parte que jamás regresará a ti.

Le hablaba en un tono distendido y suave porque era esto lo que veía en el rostro del chico.

- No puedo... explicárselo.

- Pero entenderás que el hecho de que no puedas decirme qué pasó agrava la sensación de culpabilidad, ¿verdad? - Rolo volvió a asentir, como si estuviese fuera de sí. - Por favor, si pudiste ver a quien lo hizo, o si recuerdas cualquier detalle, tienes que decirmelo. Aquí no valen las medias verdades.

Rolo quería contarselo de verdad. Quería decirle lo que habia visto; quería que alguien le escuchase y le creyese. Necesitaba esa sensación de compañía que viene con el entendimiento. Pero, lo cierto era que estaba solo en eso: él sabía que no era una historia creíble, que lo tomarían por loco y que lo encerrarían en un reformatorio.
En el fondo, Rolo pensaba que ya nada podía ir a peor desde aquel punto. Desde que había comenzado a ir al colegio, siempre había encajado bien en todos los circulos de amigos por los que había pasado: era una persona sociable y abierta, con facilidad para congeniar con aquellos a los que se le acercaba. Muchos le decían, de hecho, que debía pensar en dedicarse a la politica o a otro oficio relacionado con la oratoria: su capacidad para atrapar la atención de aquellos presentes era magistral, como si cada una de sus palabras estuviese hechizada con una pócima secreta que atraía todas las miradas hacia él.
Pero a pesar de toda la gente que le rodeaba, Rolo nunca había sido feliz. Cada día era una rutina monótona y aburrida de hablar con gente a la que realmente no apreciaba y a quienes consideraba seres totalmente vacíos. Nunca le había gustado la hipocresía, pero él mismo la practicaba a la hora de intentar acumular el maximo numero de personas alrededor de él por miedo a que algun dia se fuesen y se quedase solo: los usaba como a objetos, como a un seguro de que si algun día se equivocaba con alguien, tendría mas gente a quienes recurrir y en quienes apoyarse para salir a flote. De todos modos, ya es hipócrita decir que repudias la hipocresía de por sí, o al menos eso pensaba Rolo.
Nada en su vida le llenaba, nada le daba esa felicidad que él veía reflejada en las películas ni en los comics. Y no es que no la buscase, porque el acumular amigos comenzó como una busqueda de felicidad en la compañia de gente que sabían como divertirse y con quienes compartiese gusto, pero, sinceramente, nadie le proporcionó lo que él buscaba con tanta ansia en su vida ya desde bastante pequeño.
Buscó en el arte; en dibujar y escribir, concretamente, y sintió algo: se le daba bien y la opinión publica, que era buena, le daba una satisfacción temporal de ser bueno en algo y de ser útil. En esos momentos se veía a sí mismo en un futuro en el que basase su vida en la ilustración y en una felicidad inducida por el reconocimiento popular. Lamentablemente, esta satisfacción tardó poco en verse truncada: no era capaz de superar las barreras que el dibujo le ponía, y eso le frustraba sobremanera; además, no podía compaginar su exigente vida escolar con casi ningún hobby, y no iba a sacrificar algo como jugar videojuegos por dibujar, actividad que le frustraba la mayor parte del tiempo que la practicaba.
Llegados a este punto, Rolo sentía que no importaba dónde fuese ni dónde buscase, porque nada iba a resultar satisfactorio en su vida. Hipocresía, mentiras, dolor, lágrimas y falsas esperanzas era todo lo que veía si echaba un vistazo a lo que se avecinaba en un futuro no demasiado lejano, por desgracia. Su visión del mundo era profundamente pesimista, pero, ¿por qué debía no serlo? ¿qué propósito tiene un ser humano en su existencia? Vivimos para intentar garantizar y alargar nuestra mera existencia en un mundo en el que sabemos que vamos a morir, sí o sí y hagamos lo que hagamos para evitarlo: puedes intentar rodearte de amigos, o mantener cerca a la familia, o enterrarte a ti mismo en una fortuna que hayas amasado con tus propias manos y tu sudor; nada de eso importará cuando tu corazón no pueda soportar mas la presión de vivir. Tú, yo, todos vamos a acabar igual, y no importará nada de lo que hagas. Además; ¿cuan efímera es la vida de un ser humano? 100 años de vida comparados con millones de años de existencia de una raza es una cifra insignificante: no somos ni siquiera un suspiro en la historia de la humanidad, y sin embargo, nos esforzamos para ser recordados.
A pesar de todo, Rolo acabó entendendiendo que lo que sí puedes hacer es darle a tu vida un toque de color, una pincelada de vida. Te vas a morir igual, y el mundo va a seguir siendo injusto y arbitrario, pero al menos, el tiempo que pases bajo la presión de estar vida, lo pasarás sin tanta amargura.
Él encontró esta pincelada de vida y color en Luna. Llegó como una ola a su vida, inundó todo su tiempo y sanó parte de las heridas del pasado que Rolo había sufrido, heridas que ahora ni siquiera recordaba. Luna era una persona totalmente distinta a él ideológicamente; donde él veía dolor, ella veía experiencia.
Luna no había tenido una infancia tan "fácil" como Rolo: nunca había tenido demasiadas amigas y solía ser el centro de las burlas debido a su forma de vestir y de actuar. Ella nunca encajó, porque ciertamente, no se trataba de una chica corriente ni mucho menos, pero los niños de primaria no ven ese brillo especial que tienen las personas inteligentes y profundas. Luna aprendió a aferrarse a lo poco que tenía, y tratarlo de manera que jamás lo perdiese. Era justo lo contrario a él, y él la admiraba por ello: este mundo invita a vivir en la negatividad, mientras que ella vivía en una total positividad casi utópica.
Y ahora estaba muerta y enterrada, como todos los demás.

Rolo sintió como toda una oleada de sentimientos comenzaba a subir desde su corazón y pasaban a través de él derritiendo el hielo que le congelaba por dentro. Comenzó a hablar, sabiendo que tarde o temprano se echaría a llorar.

- Señor, voy a decirle lo que pasó, y usted no me va a creer, solo le pido que me escuche con la mente abierta y que comprenda que no podría mentirle acerca de... esto. - Ya tenía lágrimas en los ojos. - Luna y yo habíamos dormido juntos, y por la mañana me desperté solo en la cama... cuando fui a buscarla a la cocina, la encontré un reguero de pequeñas got - Rolo se llevó una mano a la boca y se le escapó un pequeño sollozo, que reprimió con fuerza para proseguir con su explicación. - Gotas de sangre. Entré en la cocina y la vi de espaldas, cocinando, y parecía estar viva y normal y yo me relajé pero no duró nada porqu-

La puerta del interrogatorio se abrió de un portazo y atrajo la atención del policía y de Rolo, que paró de hablar en seco. Todo ocurrió muy rápido.
Había entrado una mujer rubia con el pelo estilo tazón y cortado a la altura de los hombros, y se dirigía directamente hacía él. En el tiempo que tardó en llegar hasta él, Rolo se percató de que vestía una especie de armadura metálica, pero que para nada parecía medieval, sino mas bien algo robótico, como de última tecnología. Y también se percató de que tras sus ojos rojos no había vida. Era totalmente inexpresiva.

Antes de que nadie pudiese hacer o decir nada, la mujer alcanzó a Rolo y lo agarró por el cuello. Lo miró, y antes de que la imagen de sus ojos clavados en los de Rolo se hubiese desvanecido de la mente del chico, ya sentía como el "espejo" de la habitación se rompía tras su espalda con la fuerza del impacto de ser lanzado contra él. Lo atravesó y pasó a la sala donde estaba su madre y su hermana con un compendio de investigadores que atendían al interrogatorio.

A pesar de todo lo que estaba ocurriendo, y dejando de lado los gritos distantes de sus seres queridos pidiendo auxilio, Rolo, que descansaba bocabajo sobre los cristales rotos, solo pensaba en lo que "Luna" le había dicho hacía unas horas: "córtate el cuello". Agarró a duras penas un trozo de cristal negro que tenía cerca de su brazo izquierdo.

"Ya no tengo nada que perder, me lo han arrebatado todo", pensó, hundiendo el filo con la fuerza que le quedaba en su cuello.








Vulnus: El DescensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora