⚜️03: Una reunión lasciva

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Shinoa guardó silencio y sacó la cabeza por la ventana

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Shinoa guardó silencio y sacó la cabeza por la ventana. Los caballos habían acelerado el paso, trotando por los anchos caminos de tierra, acercándose más a una montaña con sobresalientes estructuras coloniales de cemento macizo y bordes dorados. Y al pie de ésta, una ciudadela amurallada que comenzaba su ascenso hasta la mitad de las grandes torres reales, cuya función era separar los estatus sociales del reino. La fina brecha que marcaba quienes eran los nobles y los pueblerinos.

Shinoa se resguardó y se sentó de golpe.

—Posiblemente estaremos ahí en menos de una hora.

Yuichiro asintió, relajándose y hundiendo parcialmente su rostro en una de las almohadas que había traído. No había podido dormir durante toda la noche. No deseaba admitir que estaba ansioso. Sus padres pensarían que se encontraba de esa forma por los libros que tanto anhelaba leer. Pero se estarían equivocando. Lo que rondaba por su cabeza era la presencia de ese misterioso príncipe.

Yuichiro también había escuchado rumores que aquel joven no deseaba casarse y que sus padres lo estaban forzando. Durante esos dos meses desde que recibió la invitación, escuchó que ese vampiro había rechazado casi como dos docenas de hombres, entre príncipes y nobles. Algunos se debatían entre la posibilidad que el heredero al trono era un maldito perfeccionista y nadie estaba a su altura, o tenía una disfunción eréctil. La segunda opción hizo que el zorro soltase una risa ronca.

Un tiempo después, Yuichiro se había quedado plácidamente dormido.

De un manotazo en el muslo, Shinoa lo despertó, ganándose una lista de insultos mucho más creativos que las veces anteriores en donde Yuichiro suplicaba que le corten la cabeza con una sierra oxidada. Incorporándose con un fino hilo de saliva reseco, estiró sus extremidades y descendió del coche, tambaleándose como un borracho. Al bajar por los escalones de metal, él enredó sus pies entre sí y tropezó.

—Esperemos que tu torpeza no sea contagiosa —murmuró su capitán, agachándose para verlo—. Párate de una vez. Estamos tarde.

—Tu impertinencia te costaría un brazo —gruñó el príncipe, flexionando sus piernas para ponerse de pie—. Eres detestable.

—Yo sé que en el fondo, me quieres mucho —silbó su guardián, dándole un empujoncito con su bota para que acelerase el paso—. El rey Guren me dijo que podía utilizar la fuerza bruta si no cooperabas.

—Te quiero, Shinoa. Te quiero apalear —confesó malhumorado, recogiéndose del piso.

El príncipe se encaminó a la entrada del castillo. A comparación de su palacio en Inari, Sanguinem había demostrado ser una de las pocas naciones que ponía toda su riqueza en sus dichosas edificaciones. Columnas de mármol se alzaban a los costados de un gran portón de vidrio enjoyado. Cada columna estaba envuelta de enredaderas doradas que se abrían en colosales rosas con diamantes en el medio. Para impresionar a sus invitados, de la puerta principal se podían encontrar gemas preciosas.

¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora