Shinya se recostó sobre la tabla, acomodándose la larga túnica negra entre las piernas mientras se sujetaba fuertemente de ésta. Desde lo alto, podía contemplar el gigantesco comedor, el cual había sido muy bien adornado mucho antes del inicio del último reto en la arena: La mesa central fue decorada con servilletas de seda, bandejas de plata y cristales de todos los tamaños para todas las funciones.
—¿Cuánto más tenemos que esperar? —refunfuñó Guren.
«Cariño, no tienes que hablar en alto. Te puedo escuchar a la perfección», aseguró Shinya, recordándole a su esposo el encantamiento que habían aprendido hace no mucho. «¡Uno, dos, tres!»
«No hagas eso, Shinya, o me veré obligado a tirar todo por la borda. Se oye como si estuvieses canturreando en mi oído, y créeme, no es una sensación placentera», suplicó Guren.
«Voy a cantar hasta que mi mente explote, amor», desafío Shinya.
Guren resopló y se cubrió toda la cabeza con su capa, como si desease ahuyentar lo gallos de su marido. Suspiró amargamente, amoldándose a las curvas de uno de los colosales candelabros de metal, que colgaba de la esquina contraria de donde se encontraba Shinya. Guren hubiese preferido no ser partícipe de las locuras que había planeado su esposo y Lacus, pero fue arrastrado a la perdición por la suplicante mirada de René.
Guren miró con desagrado al primer rey de Sanguinem, quien le dedicó una mirada apologética desde la parte posterior de una de las estatuas, las cuales estaban a una distancia prudente de la mesa.
«¿Por qué no podemos irnos de paseo?», inquirió René, manteniéndose de cuclillas en las sombras. «¿No podemos dejar que ambos se enamoren como dos chicos normales?»
Lacus torció una mueca.
«No», sentenció Lacus. «Porque Yuichiro ha estado vacilando. Si le ha tomado una eternidad aceptar sus sentimientos, ¿te imaginas cuánto demorará en comprometerse con todas las de la ley?»
«¡Hicimos de todo, querido!» René se exasperó. «Primero enviamos como diez invitaciones para que, finalmente, nuestro llamado sea escuchado por los reyes de Inari; luego invitamos a un montón de nobles para poder llenar todas las camas del castillo, y de esa manera, poder acomodar a Yuichiro en una habitación cercana a la de Mikaela».
—René —advirtió Lacus en alto.
«Tercero, me puse de rodillas ante Yuichiro; cuarto, dejaste un par de ilustraciones del dragón que tenemos en la montaña para que Mikaela tuviese la idea de llevarlo para una cita; quinto, le rezaste a los dioses para que haya una tormenta». Grandes arrugas se formaban en el rostro de Lacus. «¿Qué más tengo que señalar? ¿Madame Kimizuki, la pequeña Mahiru, Norito? ¿O se te olvidó de la esfera dulce para embarazar a nuestro hijo? ¿También tengo que recalcar que compramos un saco de sal mágica para que Yuichiro entre en sus días de celo?»
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¿Quién se casó con Mikaela Hyakuya?
Fanfiction[MikaYuu x YuuMika] Mikaela Hyakuya, próximo soberano del reino de Sanguinem, le importa un bledo terminar como un solterón y el hazmerreír de su nación. Pero cuando sus progenitores le dieron un ultimátum, éste será forzado a favorecer al pretendie...