Capítulo 1

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IDENTIDADES SECRETAS (Crónicas de un Héroe Urbano 2)

Escrita por Daniel Estorach y editada por NORMA Editorial. Todos los derechos reservados.

Portada de Jordi Armengol Carner.

Web: http://hoymehapasadoalgomuybestia.com/

e-mail: arawna@hotmail.es

PARTE 1

 EL REGRESO DE POST-IT

«La justicia es la venganza del hombre social,

como la venganza es la justicia del hombre salvaje.» EPICURO

Sábado 25 de agosto de 2007, 7:32

El regreso

 Estoy agotado. Agotado pero satisfecho. Temía no estar preparado, pero esta noche me he demostrado a mí mismo que puedo hacerlo.

A mí y a unos cuantos malnacidos. Post-it ha vuelto a la ciudad. ¡Y esta vez para quedarse!

Ha sido una noche larga, muy larga. Primero han sido esos tres skin-heads los que me han tocado la moral al meterse con un mendigo que intentaba entrar en un cajero para pasar la noche. ¡Dios, cómo odio a esos niñatos! Se creen muy duros, pero no son más que ratas. Por supuesto, han acabado todos atados en corro a la misma papelera con un post-it tapando las estúpidas esvásticas que llevaban tatuadas en la frente. Les he quitado las armas —un par de navajas, un puño americano y un bate de béisbol de aluminio—, que luego he tirado a un contenedor, y allí los he dejado para los Mossos.

Carmen se ha colado en mi mente un minuto después y me ha felicitado por cómo he resuelto el primer encuentro de la noche.

Algo más tarde, cerca de la esquina de Las Ramblas con Ronda Sant Pere, me ha tocado parar a un par de carteristas que huían calle arriba entre la multitud. Los desgraciados iban tan pendientes de los que les perseguían que no me han visto aparecer entre la multitud; ambos han quedado fuera de combate antes de darse cuenta de lo que estaba pasando. He dejado caer los post-it y he desaparecido entre el gentío antes de que alguien se fijara en mí.

«Eso ha sido muy arriesgado», me ha reñido Carmen.

«Si no quisiera correr riesgos me quedaría en casa mirando una peli y comiendo palomitas, ¿no crees?», he contestado en tono de burla. Luego he sentido cómo ella se reía, pero no ha dicho nada más.

La noche ha continuado su ciclo y yo el mío. He pegado seis post-it más antes de que empezara a amanecer y decidiera retirarme: los dos primeros a unos camellos que al parecer vendían droga en mal estado, el tercero sobre el ojo morado de un chulo que le pegaba a una de sus chicas en plena calle, el cuarto a otro carterista y, los dos últimos, en las gorras de una pareja de Mossos d’Esquadra que se aprovechaban de su posición para hacerse el agosto —nunca mejor dicho— permitiendo trapicheos en la zona.

He gastado casi medio rollo de cinta americana y once post-it en una sola noche. No está mal, nada mal.

Lo primero que he hecho al llegar a casa ha sido correr las cortinas y agradecer las acogedoras tinieblas que me protegían del sol de la mañana. Luego me he sentado un momento en el sofá con la intención de serenarme un poco y reflexionar sobre todo lo que ha pasado esta noche, pero al momento me he levantado pensando que nada me iría mejor que una ducha larga y relajante.

Media hora después, ya más tranquilo, he observado con detenimiento mi rostro en el espejo del baño; tenía un brillo en la mirada cómo nunca antes había visto. En ese momento me he dado cuenta de que lo vivido hoy ha significado más para mí que todas las medallas y trofeos de artes marciales que he ido acumulando a lo largo de los años en las vitrinas de mi gimnasio.

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