Identidades Secretas

Capítulos 17 y 18

Martes 11 de septiembre de 2007, 14:11

El hermano

Al hablar con Carmen hoy, lo único que he sacado en claro de todo el asunto es que Perro Negro tiene —o tenía— un hermano y que, según cree ella, yo le recordé a él. Y ya no ha querido contarme más. Insistir no ha servido de nada y al fin, cansada de mis preguntas, me ha sugerido que si quiero saber más le pregunte a Perro Negro cuando vuelva a aparecer.

«Porque volverá, tarde o temprano», ha añadido antes de desconectar. El sol había aparecido en el horizonte hacía escasos minutos, y empezaba su ascensión a través de un cielo limpio de nubes. Me he quedado observando el espectáculo un tiempo antes de volver a casa, dándole vueltas a la última frase de Carmen.

Miércoles 12 de septiembre de 2007, 16:05

Alunizaje mortal

Escribir esta entrada me va a costar, me temo. Me duele de la hostia al teclear, incluso al respirar. Pero prefiero hacerlo mientras aún lo tengo todo fresco en mi cabeza.

Y es que esta noche casi me matan. El bendito «uniforme» ha evitado la tragedia, y ahora puedo afirmar que ha sido una de las mejores inversiones que he hecho. ¡Los 4.600 euros mejor invertidos de mi vida, sí señor!    

Todo ha comenzado sobre las cuatro de la madrugada, cuando estaba empezando a plantearme el volver a casa después de una noche demasiado tranquila. El aburrimiento había dado paso a los bostezos hacía ya un buen rato, y empezaba a estar harto de dar vueltas por calles desiertas. La ciudad dormía en paz por primera vez desde que me había convertido en su guardián, y no parecía que la cosa fuera a cambiar.

            Pero las apariencias engañan.

Andaba por la acera de uno de los laterales de la Avenida Diagonal pensando en mis cosas, cuando un estruendo me ha sacado de mi ensimismamiento. Lo que parecía un golpe tremendo, seguido por el sonido de cristales rotos saltando y rebotando contra piedra y metal, me ha hecho pensar que había habido un accidente. Sin pensármelo dos veces he arrancado a correr hacia allí, dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario, pero antes de dar diez pasos Carmen me ha advertido de que no se trataba de un accidente; al mismo tiempo empezaba a aullar una alarma procedente de esa misma dirección.

            «¿De qué se trata?», le he preguntado mientras sacaba el pasamontañas y los guantes del bolsillo interior de la chaqueta.

            «Han lanzado un vehículo contra lo que creo que es una joyería. Tres hombres han entrado y otro se ha quedado vigilando desde el coche.»

            «Ok, voy para allá.»

            «Ve con cuidado, Xavier, creo que van armados.»

Al llegar al lugar del incidente no he podido evitar detenerme unos segundos para contemplar el destrozo, asombrado: un todoterreno retrocedía con lentitud hacia la esquina tras la que yo me escondía, tratando de alejarse del enorme agujero que había abierto en el escaparate del local, llevándose consigo parte de la reja metálica destrozada al tiempo que esparcía millares de pequeños fragmentos de cristal por la acera. La alarma retumbaba en la noche con un aullido ensordecedor, y el conductor parecía demasiado ocupado para reparar en mi presencia, así que me he acercado y he echado un vistazo más de cerca. La tienda, tal como había aventurado Carmen, era una joyería, y en su interior veía moverse con rapidez las sombras de dos tipos de un lado al otro, uno de ellos rompiendo vitrinas con lo que parecía una porra y el otro llenando una bolsa con lo que contenían.

            Tenía que detenerlos. Y rápido. Parecían profesionales y aquello no les iba a tomar demasiado tiempo. Para cuando llegara la policía ya se habrían esfumado si yo no lo impedía.