Capítulo 38

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Jueves 4 de octubre de 2007, 21:35

La prueba

Esta noche descansaré. Estoy muerto. Hasta me duele al teclear.

            Sergio Iborra, menudo cabronazo estás hecho.

He llegado al gimnasio un poco antes de las seis de la tarde, y he estado observando calentar a los tres luchadores a los que me iba a enfrentar. Al parecer, Sergio se estaba tomando en serio mi petición y había escogido a los mejores de nuestra escuela para ponerme a prueba: allí estaban Raúl de María y Gorka Beramendi, e incluso había traído a un chaval de otra escuela, David Castilla, campeón actual de Cataluña de taekwondo, al que ya había visto luchar un par de veces.

            Sergio ha salido del despacho sonriendo y se me ha acercado con los brazos en jarras.

            —¿Qué te parecen? —ha preguntado al llegar junto a mí, mirando a los tres jóvenes que hacían estiramientos.

            —Puede que me den algo de guerra, pero no estoy tan oxidado como crees —he contestado, intentando que no me oyera nadie más, y luego he soltado una sonora carcajada que ha hecho que todos se volvieran y me miraran extrañados.

            —Bien, bien. Me alegro de que estés tan seguro de ti mismo. Veremos si te sirve de algo —ha dicho, muy serio —. Por cierto, si no lo haces bien vete olvidando del Ultimate.

Después de calentar y estirar durante diez minutos me he subido al tatami mientras todos me observaban.

            —¿Quién va primero? —he preguntado, ajustándome los guantes.

            Mi amigo, con una sonrisa malvada en los labios, ha contestado:

            —Te enfrentarás a los tres a la vez.

            —Serás cabrón —he murmurado al mismo tiempo que mis contrincantes pisaban las colchonetas, dispuestos a darme de hostias.

            Nos hemos mirado, nos hemos saludado y ha empezado el combate.

Al principio he mantenido bien el tipo. Imagino que mi tamaño, muy superior al de mis tres contrincantes, les imponía cierto respeto. Además, eran muy conscientes de que se enfrentaban a alguien que podía defenderse y devolver los golpes de formas para las que ellos no estaban preparados; por algo era maestro en varias disciplinas marciales. Aun así, los tres son unos «cracks» y, tras danzar unos minutos sobre el tatami, probándome, lo han demostrado lanzándose a por mí como las bestias pardas que son.

Creo que he aguantado un minuto o dos antes de besar el suelo, derrotado y magullado. Tumbados junto a mí estaban dos de ellos, cogiendo aire y agarrándose las costillas. A pesar del dolor y el cansancio todos sonreíamos; nos encantan las buenas peleas.

Gorka, que era el que seguía en pie, me ha ayudado a levantarme y luego ha hecho lo mismo con sus compañeros mientras Sergio se acercaba.

 Me ha mirado al llegar a mi altura, luego a los chavales y, sonriendo, ha dicho:

—Has aguantado más de lo que esperaba, mamonazo. ¿Cuándo empezamos?

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