vii. Duro pasado.

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CAPÍTULO SIETE

DURO PASADO

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Al mismo tiempo, Fred se encontraba en la mansión recorriéndola por cuarta vez para tratar de memorizarla por completo; aunque se le estaba haciendo la mar de complicado, se perdía a cada dos por tres. Pero cuanto más la recorría, más se sorprendía con los lujos que había. Era una mansión digna de gente de alta cuna. Y no dejaba de preguntarse como la familia de la morena se había hecho con ella. Además, por lo que Zaira le había dicho, tenía más terrenos a parte de la mansión y no sabía si eso debía sorprenderle o asustarle. Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que no sabía nada de Zaira. Lo cual era molesto, pues ella sabía prácticamente toda su vida y él no sabía nada de la suya. 

Se apoyó en una pared exhausto y de pronto, escuchó como una de las puertas cercanas, era abierta. Giró el rostro y vio salir a un hombre mayor, ya bien entrado en años; algo bastante evidente por las canas que tenía su pelo negro, ya casi blanco. El hombre lo miró durante unos segundos de forma fija, luego le dedicó una sonrisa amable e hizo una pequeña inclinación con la cabeza a modo de saludo.

—Usted debe de ser Fred Weasley, ¿cierto? —preguntó con un tono igual de amable que la sonrisa que no quería desaparecer de sus labios.

—Así es, ¿cómo lo sabíais? —preguntó ahora Fred, con una ceja alzada.

—La señorita Zaira me ha hablado de usted —contestó y el pelirrojo se preguntó que le habría contado ella de él—. También mencionó que vendría hoy finalmente a la mansión y por como habló de usted, seguro que está muy contenta de que estéis aquí. 

—Oh, ya veo...  

Fred dudó de las palabras del mayor. Zaira no había mostrado precisamente alegría cuando lo había visto entrar a su despecho. En realidad, había mostrado frialdad en su forma borde e indiferente de tratarlo. Sólo de pensarlo, sentía que su corazón dolía.

—¿Se encuentra bien? —inquirió el hombre, acercándose, con pasos cautelosos, hasta donde se encontraba—. ¿Necesita algo?

—Estoy bien, solo recordé algo no muy agradable, pero no importa —trató de tranquilizarlo, pues el contrario parecía bastante preocupado.

—¿Algo relacionado con la señorita? —enarcó una ceja, observándolo.

—¿Es usted adivino o algo así? —cuestionó Fred, sorprendido.

—No, pero puedo ver su aura.

—¿Mi aura? —el pelirrojo no entendía a que se refería.

—Los ángeles podemos ver el aura de las personas, podemos ver cómo cambian según el estado de ánimo de la persona o sus pensamientos y sentimientos —le explicó—. Sólo si queremos hacerlo, por supuesto, no es como si siempre estuviésemos espiando el aura de los humanos. Eso sería un tanto inadecuado y desconsiderado.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora