iv. ¿Quieres mi ayuda?

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CAPÍTULO CUATRO

¿QUIERES MI AYUDA?

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Suspiró y le dio una patada a una piedra que había en el suelo, lleno de frustración. Pese a que había tratado calmarse, todavía estaba bastante enfadado por el resultado que había tenido su conversación con el ángel Keigar. No podría haber salido peor. 

En ese momento, al alzar la cabeza para tomar una gran bocanada de aire, se dio cuenta de que la noche había terminado de caer. Una hermosa luna llena brillaba en el cielo con intensidad, junto con millones de estrellas, formando constelaciones, a su alrededor.

—¿Qué hace un humano saliendo tan enfadado de Estrella Celeste? —escuchó que preguntaba, de pronto, una femenina y sedosa voz.

Fred miró en todas direcciones en busca de la propietaria de aquella melodiosa voz, pero no la encontró en ningún lado. No la encontró hasta que nuevamente alzó la cabeza y divisó, en la oscuridad, la figura de una esbelta mujer subida al techo de uno de los establecimientos más altos que se encontraban en frente de él. 

¿Qué hacía ahí? ¿Estaba loca?, fue lo primero que cruzó su mente.

Incluso aunque no podía ver con nitidez a aquella mujer, por su silueta, pudo darse cuenta de que era alta, quizás sólo un poco más baja que él, aunque no estaba del todo seguro. Delgada, pero parecía tener unas curvas bien definidas; se podía apreciar que tenía una hermosa y perfecta figura de de reloj de arena: busto pronunciado y caderas prominentes. Solo fijándose en su silueta, estaba seguro de que debía tratarse de una hermosa y sensual mujer.

—¿Qué haces ahí subida? —preguntó el pelirrojo mientras agudizaba los ojos, tratando de ver más de ella.

—Yo pregunté primero —replicó ella con un tono divertido.

—Vine a pedir la ayuda de un ángel, pero no sirvió de mucho —dijo a regañadientes, tras haber dudado unos minutos.

—¿Qué ángel? —inquirió la mujer con curiosidad.

—Un tal Keigar —mencionó su nombre como si de veneno se tratara, aunque ni siquiera estaba seguro de estar pronunciándolo bien, pues era un nombre extraño para él.

—¡Oh! No deberías hacer mucho caso de lo que él diga, es demasiado estricto y serio, ¿sabes? Además, no le caen demasiado bien los humanos —pareció dudar antes de de volver a hablar—. Bueno, en general, no le cae demasiado bien nadie. 

—¿Y cómo puedes saber eso?

—Lo conozco bastante —contestó, caminando por el borde del tejado con  tranquilidad—. Quizás hasta más de lo que me gustaría.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora