Avanzo asustado, temeroso de nunca más volver a verle y entonces una negra figura desde lo lejos avanza y de un salto llega a mi ventana. No es él...es otro...
Otro vampiro...y tiempo petrificado. Con mis ojos salidos de sus órbitas veo a un hombre con la cabeza abierta y el pecho sangrante. La habitación que era blanca ahora es regada por sus mojados y sucios pasos. Avanza hacia a mí y yo empiezo a retroceder. Sus colmillos son rojos, su cara está llena de sangre, sus ojos, todo...
Va a matarme y antes de que pueda huir salta pero cuando caigo al suelo, ningún peso me aplasta, ningún colmillo atraviesa rabioso mi carne. Con los brazos tapando mi cara, abro los ojos y para mi sorpresa descubro que Kai ha vuelto, ha sujetado al vampiro y tras romperle el cuello lo ha tirado a un lado como si se tratara de basura. Sus manos están llenas de sangre pero no se da cuenta, lo único que sus ojos ven son...
A mí.
Intento levantarme entonces y no puedo, Kai no tarda en llegar y ayudarme asiéndome por las axilas. Mis ojos ahora se fijan en el gran charco que se abre bajo el cuerpo inmóvil del asqueroso vampiro. Kai se ríe echando aire y yo le miro confundido.
-Menos mal que no te hago caso a menudo...-sus ojos se entrecierran tiernos y sus labios se aproximan a los míos.
Cierro los ojos y suspiro. Correspondo su beso, alzo los brazos y lo abrazo desde el cuello. Kai me besa apasionado y sus manos manchan mis mejillas. Hundo mis dedos en su pelo, lo acaricio extasiado por la deliciosa maravilla que son sus besos. Pero aquello es detenido. Kai abre los ojos alerta y se separa con la mirada fija en la puerta.
Fuertes pasos se acercan y me giro asustado. La puerta se abre de par en par y aparecen dos hombres jóvenes. Uno tiene una pistola y ahora apunta a Kai. Me interpongo. Una amplia distancia nos separa desde la puerta hasta mi cama y el espacio con la ventana. Jadeo temeroso, mis ojos lloran.