Capítulo 2: La verdad espontánea.

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—Élian.

Nos detenemos frente a la única casa de un color amarillo pastel, es un lugar con encanto propio, soy él primero en bajarse de la camioneta, a pesar de mi nerviosismo no puedo evitar correr hacia la puerta, mi padre esta sentado en el pórtico leyendo un libro con un volumen de hojas considerable, sonríe cuando me ve y me da un fuerte abrazo; su tacto me reconforta, mamá aparece unos segundos después con una enorme sonrisa, realmente necesitaba verlos, cuando rompemos el abrazo ingresamos al interior de la casa formando  el retrato de una familia perfecta.

Mi vieja habitación parece detenida en el tiempo de la misma forma que cuando me fui, la cama arreglada, los muebles colocados en cada esquina del cuarto, los posters viejos de revistas literarias, no estaré mucho tiempo en casa de mis padres pero se siente como si nunca hubiese ido lejos.

Un poco más tarde y después de desempacar la maleta (que por alguna razón se sentía más pesada en el trayecto) nos sentamos en la sala como en el pasado, haciéndonos compañía con un oloroso café y la charla más lenta sobre mi estancia en Chicago incluso las hermanas de mi padre (mis tías) están aquí festejando mi regreso y han traído a mis primos, algunos no llegan a la edad de catorce pero suelen ser una compañía agradable, Eric ha salido y ha prometido regresar antes del anochecer, al parecer tiene una cita con su novio Diego (a pesar de ser un buen chico, mis padres aún no están del todo cómodos con él). Esta familia tiene (como muchas otras) sus inconvenientes y aunque están abiertos a aceptar a mi hermano (temo pensar sobre mi) así como a su actual pareja, prefieren que ambos pasen el menor tiempo posible en casa lo cual pone en una situación muy incomoda a Diego.

—¿Les importa si salgo un momento? El calor de la reunión me hace sentir un poco abrumado — menciono con voz suave y unas pequeñas risas se hacen notorias, me levanto del sofá, me tiembla el cuerpo.

Esta casa tiene mi lugar especia: un árbol, recuerdo que siempre terminaba a mitad del mismo si peleaba con Eric y me ganaba, subía a la rama más alta y lloraba hasta que ya no tenía ganas de hacerlo. Debo admitir que como niño era muy malcriado en ese aspecto, pero todos crecen y la gente cambia junto con la personalidad.

—¿Hay espacio para otro? —Menciona una voz tímida y profunda — me da gusto volver a verte Élian.

—Diego, ¿no estabas en una cita con mi hermano? — corto un par de hojas de la rama, el color me parece fascinante.

—Eric olvidó su cartera, ya sabes como es... No acepta que yo pague por él — me sonríe y puedo ver un poco de tristeza en sus ojos — tenía planeado una gran fiesta de bienvenida para ti pero Eric me ha dicho que podría ser un poco incómodo para los demás.

—Lo sé, mi familia es un tanto... Desagradable, supongo — asiente con algo de vergüenza — pero no todos, mi papá es bastante carismático y amable, mi madre también es solo que no ha tenido el tiempo para conocerte bien.

—O el interés — complementa él con suavidad — lo entiendo, a veces me he llegado a preguntar el porque sigo con tu hermano... Quizás estoy locamente enamorado ¿tu qué crees?

—Tranquilo, estoy seguro que tarde o temprano terminarás cayéndoles bien — le doy una palmada en la espalda — ¡ánimo!

Me sonríe con suavidad y se queda en silencio, me parece un poco adorable, se toma todo tan personal; permanecemos un rato más en el árbol conversando sobre lo terrible que es Eric para algunas cosas.

—¿Te quedarás a jugar? — le pregunto en cuanto estamos en el suelo — siempre hay lugar para uno más.

—Otro día — responde saludando a mi madre con timidez, me da un abrazo y se aleja para buscar a Eric.

Los Chicos De Alquiler No Se EnamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora